Opinión

AMLO pasará a la historia

Una de las grandes preocupaciones de Andrés Manuel López Obrador es su paso a la historia y sin duda lo hará, pero no por sus logros sino como un caso de estudio para la comunicación y el marketing político. ¿De qué otra manera se puede explicar que cuente con 61 por ciento de aprobación personal, cuando en las mismas encuestas la gente señala los fallos de su administración?

CUARTOSCURO

CUARTOSCURO

Daniel Augusto

Andrés Manuel logró rebasar el rol de líder de masas para convertirse en un líder carismático sui generis. Los estudiosos del carisma afirman que éste brilla cuando la sociedad se encuentra en crisis; aun cuando México no estuviera al borde del estallido en 2018, el nivel de hartazgo hacia la clase política sí era mayúsculo ante la creciente inseguridad, la falta de movilidad social y la corrupción.

López Obrador posee -o ha desarrollado- esa cualidad extraordinaria para proyectarse como poseedor de una fuerza fuera de lo común en el ámbito político: la fuerza moral. A partir de su moral, AMLO proyecta que tiene una misión trascendental: transformar al país… aunque no sabemos en qué. Debo aclarar que no es lo mismo fuerza moral que ética. Para mí, sostener el desabasto de medicinas a costa de los enfermos es una decisión carente de ética, pero esa es otra historia.

Así pues, el primer eje de su carisma está en su autoatribuida fuerza moral.

El segundo eje está en la relación que ha construido con sus seguidores; más allá de que lo consideren extraordinario, los pejelovers creen ciegamente en sus declaraciones y le responden con emoción total. Cuántos memes y bromas hay de que discutir con un chairo es inútil, pues no hay argumento que valga.

El tercer eje del carisma lopezobradorista es la narrativa.

La figura que don Andrés ha creado de sí mismo escapa a la mayoría de los manuales de imagen y discurso. En los estudios sobre carisma destaca la oratoria como un elemento valioso, aunque AMLO es todo un líder de masas menos un buen orador en términos tradicionales; y es que el presidente, obliga al auditorio a ceñirse a los cánones que para sí ha creado. Habla despacito, hace pausas y pronuncia las palabras como en su pueblo.

Acaso lo más importante de su narrativa es la construcción de los depositarios del rencor social a fuerza de acusarlos a diario, con o sin pruebas. Lo malo que pasa en el país no es culpa de las decisiones equivocadas de su gobierno o de no saber cómo corregir las lacras del pasado; no, es culpa de los enemigos a los que a diario tiene que enfrentar.

Y es que precisamente la relación carismática entre AMLO y sus seguidores da pie a una reestructura profunda. El carisma es, como dice Weber, una fuerza que “desinstitucionaliza las relaciones sociales y personaliza las estructuras sociales”.

Todo liderazgo carismático tiene un punto débil: cuando la rutina de la gestión retorna a los patrones de acción tradicionales. AMLO ha sido muy hábil para no permitirse caer en la rutina burocrática y administrativa que todo gobierno ordenado debe tener, de tal suerte que todo siga empezando y terminando en él.

Es probable que, con tal liderazgo carismático, López Obrador concluya su mandato con un alto nivel de aprobación. No obstante, dejará dos enormes problemas:

Primero, que el carisma no es transmisible a un sucesor.

Segundo, que la realidad es terca y los resultados de su mala gestión tomará años corregirlos, pues la inseguridad, la corrupción y la inmovilidad social siguen igual.

En fin, que de carisma no vive la gente…

Investigación: Upa Ruiz upa@delfos.com.mx