La ciudadanía más joven (III)
He sostenido que, para la construcción de una mejor sociedad en el futuro, es necesario que la juventud de hoy comience a adoptar una serie de valores que la distingan de lo que los jóvenes de hace un par de décadas dejamos de hacer. En la anterior colaboración, señalé a la dignidad, la libertad, la igualdad, la inclusión y la ética como algunos de los principios que podrían constituir una base para ello. Pienso que, además, es necesario que las y los jóvenes de hoy centren el foco de su actuación en la honestidad, la identidad, la solidaridad, la pluralidad, la responsabilidad, la sustentabilidad y la trascendencia.
La verdad puede ser un ideal si se le mira como un valor absoluto, pero resulta un parámetro indispensable si lo que se busca es alcanzar la honestidad como característica personal. No engañar a nadie, principalmente a uno mismo, es fundamental para no caer en la autocomplacencia o, peor aún, en la evasión de la realidad, es fundamental si se quiere enfrentar una realidad y transformarla en otra más amable para uno y para los demás.
Somos quienes somos por nuestros orígenes, por nuestro pasado, por lo que fueron quienes nos precedieron, por lo que nos hace únicos y por tanto auténticos. Seremos quienes queramos ser porque, junto a lo anterior, nos hemos formado en un contexto que nos determina y nos hace irrepetibles, al tiempo que pertenecemos a algo más grande sin dejar de ser distintos. Eso se llama identidad y jamás debemos negarla ni avergonzarnos de ella.
Decía Aristóteles que lo que nos distinguía de los animales, era nuestro carácter gregario a partir del cual se conformaba aquello que los griegos denominaron polis. El ser humanos aristotélico era – sigue siendo – zoon politikon. El gregarismo aristotélico no puede entenderse sin la solidaridad entendida como empatía, apoyo y unión con los demás. Somos solidarios no en lo que queremos para nosotros, sino por lo que otros necesitan.
Quizá lo que más enriquece y nos da viabilidad colectiva – hasta desde el enfoque científico de la evolución en la naturaleza – es la diversidad. Ser plural no solo implica reconocer las diferencias que nos separan, sino respetarlas, primero, comprenderlas, después, y si es el caso, adoptarlas, al final. La pluralidad no solo es un valor por cuanto hace al reconocimiento del otro, sino porque en ella es posible contrastar para corregir y mejorar.
Nada peor ni más chocante que asumir que la perfección mora en nuestro ser y que la equivocación es un acto de los demás, pero nunca nuestro, pues ello evita hacernos cargo de las consecuencias no deseadas de nuestros actos. La responsabilidad es, en cambio, no solo una actitud de reconocimiento frente a otros de los efectos de nuestras fallas, sino la posibilidad de encontrar en esos errores la oportunidad de corregir y ser mejores, cada vez mejores.
La Tierra es, hasta que alguien colonice otro planeta y posibilite los viajes espaciales, el único espacio en el que como especie somos viables. Frente a esto, es incomprensible la indiferencia y el desdén hacia el cuidado del medio ambiente y los recursos naturales. Sin una cultura de sustentabilidad, en menos tiempo del que pensamos la sobrevivencia de los seres humanos será inviable, incluso cuando el turismo interplanetario sea posible, pues también entonces seremos capaces de alterar el clima espacial.
Cuando dejemos esta vida y la energía abandone nuestro cuerpo, lo único que se quedará será el recuerdo de lo que hicimos por los demás. Para los demás, para los que se quedan, del empresario no queda su riqueza, sino los empleos generados; del político no queda su poder, sino el bien común alcanzado; del académico no queda su sabiduría, sino la enseñanza compartida. La trascendencia es fundamental y solo se alcanza cuando fijamos nuestro objetivo no en lo que lograremos para nosotros, sino en lo que dejaremos para los demás.
Espero que estas reflexiones sirvan a la ciudadanía más joven, la que apenas roza los veintes, y que no merece mucho de lo que mi generación, la instalada en los cuarentas, hoy vive.
Profesor y titular de la DGACO, UNAM
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