Opinión

Cómo declinan los populismos

Sin duda, el fenómeno político más importante en las últimas décadas es el ascenso del populismo. Esa oleada de regímenes populistas ya tocó tierra mexicana: el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, cumple todos los requisitos de ese tipo de (des) ordenamientos: mando unipersonal, respaldo del “pueblo” a su gestión, debilitamiento de la división de poderes, falta de respeto por el Estado de derecho, selección de sus colaboradores no por capacidad, sino por lealtad, opacidad en el manejo de los recursos públicos, concepción conflictiva de la política en la que siempre hay un enemigo al que se le achacan las desgracias del país, “los neoliberales”, “los conservadores”. AMLO no ha escondido su simpatía e incluso identificación con gobiernos comunistas o populistas como los de Cuba, Nicaragua y Venezuela.

AMLO en su conferencia matutina

AMLO en su conferencia matutina

Cuartoscuro

Es la, dizque, izquierda populista cuyo distintivo es implantar la tiranía como sistema de poder. Aprovechan los mecanismos propios de la democracia liberal, en especial las elecciones, para hacerse del mando. No obstante, una vez que tienen las riendas del país en sus manos las utilizan para corroer, desde adentro, las instituciones de la república. El líder populista, hace mella de los frenos y contrapesos tratando de doblegar a los otros dos poderes de la Unión, vale decir, el Legislativo y el Judicial. En el caso de México, el federalismo ha sufrido un grave retroceso con la implantación de los llamados “superdelegados” a quienes se les otorgan facultades y recursos que los hacer estar, en los hechos, por encima de los gobernadores.

No hay cosa que le moleste más a López Obrador que los órganos autónomos. De allí su embate contra en INE; el tabasqueño quiere regresar al país a la época en la que el gobierno controlaba las elecciones y hacía todo tipo de chanchullos, como el famoso fraude electoral de 1988, cometido por la Comisión Federal Electoral, dependiente de la Secretaría de Gobernación, en ese tiempo encabezada por Manuel Bartlett. Le repugna la transparencia y la rendición de cuentas: es bastante extraña la caída de la plataforma digital de CompraNet el 15 de julio; plataforma digital en la que aparecen todas las compras y adquisiciones que realiza en gobierno federal. En un escueto mensaje de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público se informó de la falla en la plataforma y que no podrá ser utilizada “hasta nuevo aviso.”

En respuesta al exitoso libro de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt “How Democracies Die” (New York, Crown, 2018) “Cómo Mueren las democracias”, texto en el que se plantea el declive de las democracias liberales, debido al ascenso del populismo, Kurt Weyland, en un artículo titulado “How Populism Dies (Political Science Quarterly, vol. 137, n°1, 2022) responde que en realidad Levitsky y Kiblatt recargaron demasiado las tintas oscuras basando su análisis en pocos caso de alto perfil de líderes populistas que estrangularon a la democracia. No obstante, observando el panorama global con más amplitud y más atención “muchos líderes populistas no tuvieron éxito al tratar de socavar la democracia.” (pp.11-12).

Weyland, pone en su lugar a Levitsky y Ziblatt junto con quienes cayeron en el pesimismo que éstos trataron de infundir: “El populismo no tiene el poder arrollador que observadores recientes le han tratado de atribuir…Después del análisis hecho en el libro de Levitsky y Ziblatt acerca de cómo las democracias mueren; por el contrario, yo muestro aquí lo fácil que resulta que el populismo muera.” (p. 12)

La vulnerabilidad del populismo estriba en que no se trata de un régimen institucional, sino de un gobierno personal. En general, los líderes populistas tienen una personalidad autodestructiva: el problema es que se creen superiores a cualquiera. En consecuencia, no escuchan consejos, piensan que las decisiones que toman siempre son correctas; viven en una realidad alternativa con un séquito de aduladores que están allí, de rodillas, para decirle “sí señor, usted tiene la razón”. Los líderes populistas logran hipnotizar a cierta parte de la ciudadanía que los idolatra y están dispuestos a todo por él; pero es tan solo una parte de la ciudadanía, incluso minoritaria. Con todo y eso, López Obrador habla a nombre del “pueblo” pars pro toto (toma una parte como el todo).

Los líderes populistas caen o son depuestos por sus propios errores y fechorías o por el alto grado de conflictividad social y política que ellos mismos han provocado. “Al contrario de los miedos de los recientes observadores, quienes se centraron casi exclusivamente en los pocos casos emblemáticos de populistas ‘exitosos’ y la caída que provocaron de sus correspondientes democracias, muchos líderes populistas no logran lidiar con obstáculos de gran calado o sufren ignominiosos derrocamientos, permitiendo que la democracia sobreviva (aunque disminuida en calidad por la polarización y el conflicto) (p.22)

“Un desafío que carece de una solución inmediata, mostró las limitaciones de los líderes populistas y desacreditó la afirmación del poder carismático: el vector de la enfermedad [Covid-19] ¡desenmascaró al emperador desnudo! Al no aceptar que habían fallado en solucionar este incómodo predicamento, los líderes populistas en todo el mundo, desde el izquierdista Andrés Manuel López Obrador hasta el derechista Jair Bolsonaro, desde el islamista Recep Tayyip Erdogan hasta el pseudo-cristiano Donald Trump, trataron de ignorar y minimizar el desafío. El esfuerzo mágico por hacer desaparecer la crisis sanitaria previsiblemente falló…” (p.24)

Los liderazgos populistas, por su propia naturaleza, son inestables: siempre habrá políticos que se cansen de humillarse y decir “sí” a todas las ocurrencias y desvaríos del jefe indiscutible; las pifias se acumulan a ritmo inflacionario; la incompetencia es manifiesta; las masas, de suyo, son inestables; el nepotismo y la corrupción afloran por doquier, en tanto que el autócrata se hace cada vez más insolente.

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