Opinión

Deslices reveladores

“Cuidamos a los elementos de las Fuerzas Armadas, la Defensa, la Guardia Nacional, pero también cuidamos a los integrantes de las bandas, son seres humanos. Esta es una política distinta”, señaló el presidente López Obrador el pasado 12 de mayo.

Algunos de mis colegas pensaron que había sido un desliz del mandatario… Pero no. El propio AMLO aclaró que esa era su forma de pensar.

El PAN acusó que gracias a la visión retrógrada  de López Obrador, lo mismo pasará con la electricidad

Foto: Especial 

Para todos es claro que aun los peores delincuentes tienen derecho a que se respeten sus garantías y ser juzgados de acuerdo con la ley. Sin embargo, en un país con 90 por ciento de impunidad, donde siguen los asesinatos dolosos, donde hay miles de desplazados por el crimen organizado, donde los comerciantes pagan derecho de piso y donde la gente sufre asaltados en el transporte público, tal declaración solo puede causar intensa irritación.

No fue la primera vez que el presidente se refirió al tema: “Los delincuentes son seres humanos que merecen nuestro respeto y el uso de la fuerza tiene límites, básicamente es para la legítima defensa”, dijo ante elementos de la Guardia Nacional (feb-15-2020). Con tal aseveración evidenció que tiende a la claudicación de uno de los principios del Estado: el uso legítimo de la violencia para mantener la paz y el orden. Y así nos ha ido.

Me resulta inexplicable por qué a López Obrador le gusta echar limón a las heridas sociales de los ciudadanos.

Veamos el caso de las mujeres:

Cuando los movimientos feministas se preparaban para la marcha del Día de la Mujer, en 2019 Lopez Obrador declaró: “No estoy en contra del feminismo, estoy en contra de la corrupción, de la manipulación” (Mar-7-2019). Posteriormente declaró que “habría qué ver qué está detrás” del movimiento feminista, porque “se habían convertido en feministas conservadoras solo para afectarnos” (Sept-29-2021).

Con esas frases, AMLO redujo a nada el problema de la desaparición de 10 mujeres al día, los feminicidios y la violencia de género en sus distintos niveles.

Algo similar pasó con los padres que demandaban quimios para su niños con cáncer: “Esas empresas (farmacéuticas) fueron capaces hasta de movilizar a padres, a niños, para ver si cedíamos y dábamos marcha atrás” (sept-20-2021), refiriéndose al fallido plan de compra de medicamentos que, por cierto, todavía no se resuelve.

Después de las elecciones y habiendo perdido simpatías, Andrés Manuel abrió otra herida. “La clase media -dijo- siempre ha sido muy individualista, (…) aspiracionista, que lo que quiere es ser como los de arriba, (…) sin escrúpulos morales de ninguna índole, son partidarios del que no transa no avanza” (Jun-14-2021).

Así definió el presidente a una clase media que, por la pandemia y sin ayuda gubernamental, perdió su empleo o su pequeño negocio y vio empobrecido su nivel de vida. Todo porque la clase media no le favoreció con su lealtad ciega.

A los periodistas no les ha ido mejor, al igual que a los universitarios, científicos, intelectuales y empresarios, todos calificados de corruptos, neoliberales y vendidos.

Pero más allá de la estridencia del momento en que López Obrador lanza sus invectivas, me gustaría que los amlovers se dieran cuenta que no son deslices momentáneos. Son convicciones a partir de las cuales el presidente toma decisiones de gobierno, de políticas públicas y presupuesto.

Para AMLO solo cuentan los que le son leales y útiles a su proyecto, empezando por los pobres que reciben dádivas. Los demás, que se jodan.

El problema es que somos la otra mitad de la población, vivimos en el mismo territorio y también tenemos derechos.

México no puede tener un gobernante tan excluyente, tan antidemocrático y tan tergiversado en su ética.