Opinión

¿Dónde estamos? ¿a dónde vamos?

Carlos Marx (1818-1883) en su libro “El dieciocho brumario de Luis Bonaparte” comienza con estas palabras: “Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y otra como farsa.” Esta frase es una de las más famosas del padre del comunismo. Sin embargo, en ese mismo texto, poco más adelante, hay otro fragmento que nos viene a los mexicanos “como anillo al dedo”: “Todo un pueblo que creía haberse dado un impulso acelerado por medio de una revolución, se encuentra de pronto retrotraído a una época fenecida.” (en Carlos Marx, Federico Engels, Obras escogidas, Moscú, Editorial Progreso, s/f, p, 95, 96-97). Y es que la 4T en realidad no ha sido un impulso hacia adelante, sino un retroceso.

CUARTOSCURO

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Galo Cañas

Veamos: López Obrador se ha ensañado con las mujeres. Les quitó las estancias infantiles, las escuelas de tiempo completo, dio por terminado el seguro popular, le importan un bledo los feminicidios y las desapariciones de mujeres; su protegido Hugo López-Gatell llamó a los padres de los niños con cáncer “golpistas”. El tabasqueño, cada que hay manifestaciones feministas, las descalifica motejándolas como “conservadoras” o violentas, aunque solo sean algunos pequeños grupos radicales los que hacen destrozos, o de “halconas” las que lleven a cabo ese tipo de desmanes.

Los desfiguros del hombre de Tepetitán son muchos y variados. Todos debidos a sus caprichos, no a una planeación tal lo dicta la ciencia de la administración pública (“verwaltugswissenschaften”). Por ejemplo: la rifa, no-rifa, del avión presidencial, la cancelación del aeropuerto de Texcoco para, en su lugar, inaugurar el Aeropuerto (tlayuda) Internacional Felipe Ángeles (AIFA) que no cumple con las normas de la aviación internacional y cuyos obra y accesos no están terminados. Por ese motivo, las líneas aéreas se niegan a operar allí; el gobierno federal les ha torcido el brazo para que cedan a sus pretensiones.

El Tren Maya que, por presiones de los hoteleros, desvió su ruta original provocando aún una mayor deforestación y, en consecuencia, daños irreparables al ecosistema de la zona.

La refinería “Dos Bocas” que está desfasada respecto de la tecnología que va desplazando a los autos a gasolina por los autos movidos por energía eléctrica. Dicho de otro modo: para cuando esa refinería se termine, ya no será útil.

Mención aparte merece la actuación del gobierno de López Obrador en el caso de la pandemia del Covid-19. Originalmente, menospreció a la epidemia; luego, cuando la avalancha se le vino encima, y se le preguntó a AMLO si ya se había vacunado, sacó una estampida de ¡Detente, que el corazón de Jesús está presente! El laicismo juarista se desvaneció y apareció el oscurantismo, el verdadero rostro de la 4T. López-Gatell, dijo que el presidente no podía sufrir contagio alguno porque tiene una fuerza moral que lo hace inmune a todo mal.

Thedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la Organización Mundial de la Salud, señaló que para enfrentar la crisis sanitaria había que hacer una labor de prueba (test) y rastreo, para evitar que el virus se propagara. México es de los países que menos pruebas hizo; en cambio, midió el impacto de la pandemia según las camas ocupadas, o sea, ya que el virus se había esparcido. Los números oficiales, en México, señalan que fueron poco más de 300 mil fallecidos por esta enfermedad; los números reales indican que han sido más de 600 mil quienes murieron por esta epidemia.

México ocupa el primer lugar mundial en muertes del personal de salud. Paradójicamente, el lunes AMLO insultó a los médicos mexicanos llamándolos “¡retrógradas y egoístas!”; justificó la contratación de médicos cubanos porque, dijo, en México no hay especialistas. Una vil mentira.

Otro rubro es la violencia: hasta marzo de 2022 se habían contabilizado 111,700 homicidios dolosos. Su consigna ha sido “abrazos, no balazos”. Extraña y sospechosa actitud frente a una delincuencia desbordada; la inseguridad y la impunidad son la constante en nuestra nación.

Un hecho por demás sorprendente que dio motivo a todo tipo de especulaciones fue el llamado “culiacanazo”, ocurrido el 17 de octubre de 2019: cuando ya había sido detenido Ovidio Guzmán López, hijo de “El Chapo Guzmán”, AMLO ordenó dejarlo libre.

Luego, durante la campaña electoral de 2021, muchos candidatos de oposición fueron secuestrados, desaparecidos o asesinados. El caso emblemático es el de Zudikey Rodríguez, candidata de la coalición PAN-PRI-PRD, en Valle de Bravo; fue secuestrada. Los delincuentes le “sugirieron” que se retirara de la contienda, ganó Michelle Núñez candidata de Morena.

En un hecho sin precedentes, el presidente Andrés Manuel López Obrador afirmó que “su administración se encarga de proteger la vida de los mexicanos, incluyendo la de los delincuentes.” Esto a raíz de la “corretiza” que, la semana pasada, les pegaron grupos armados a miembros del ejército, en Nueva Italia, Michoacán. Las fuerzas armadas tienen la orden de no disparar. Esto va en contra de lo que escribió Thomas Hobbes en el “Leviatán”: “La ley, sin la fuerza que la respalde, es letra muerta.”

No hay antecedente, en la historia de México, de que algún presidente, dictador, emperador, virrey o Huey-Tlatoani haya dicho que su tarea era proteger a los delincuentes.

Pongamos en claro las cosas: ¿Cuál es la primera responsabilidad del Estado? La primera responsabilidad del Estado es garantizar la vida de las personas; es decir, aplicar la ley contra los delincuentes. De otra manera terminaremos—como dejó escrito Montesquieu en “Las Cartas Persas”—en la época de los trogloditas.

Vamos por el camino equivocado; nos extraviamos. Hay que corregir el rumbo—retomar la brújula—conforme al método democrático, por la vía pacífica.