Opinión

La educación de la 4T (Séptima y última parte)

La SEP ha pretendido engañar a los maestros con su nuevo proyecto de planes de estudio para educación básica. El señor Marx Arriaga que encabeza las asambleas estatales ha insistido en decir que se busca, no sólo reformar la educación, sino re-fundarla sobre “un nuevo paradigma”.

Lo que de manera deshonesta oculta la SEP es que el nuevo paradigma es el postmodernismo, ideología conservadora que combate a la modernidad, que niega la realidad objetiva, que rechaza la ciencia y se opone a la razón. Los padres históricos del postmodernismo son dos filósofos a quienes se identifican –no por casualidad-- con el nazismo: Federico Nietzche y Martin Heidegger.

Eso explica el ataque despiadado que se hace en el documento oficial llamado Marco Curricular contra la educación que México desarrolló desde 1921 hasta la fecha y explica igualmente la deformación maliciosa de la historia de la educación mexicana que se presenta como resultado de una extraña conspiración de la población mestiza contra la población indígena. Se caricaturiza, además, la práctica docente que se presenta como una actividad mecánica, sujeta a criterios de racionalidad instrumental propios de una sociedad tecnocrático-neoliberal.

Asombra que la SEP trata de desacreditar con falsos a la educación, a la escuela y a los maestros. Pero lo hace. Afirma, por ejemplo, que la enseñanza durante 50 años ha estado guiada por la tecnología educativa (enseñanza por objetivos de Benjamín Bloom), lo que, todos los maestros saben, es totalmente falso. Dice además que los maestros evalúan a los alumnos con pruebas estandarizadas que miden, no los aprendizajes, sino “la calidad”, lo que permite separarlos en agrupamientos de acuerdo a un supuesto “mérito”. Esta es otra grotesca y torpe mentira.

El postmodernismo niega la realidad objetiva: la identifica con una mera construcción cultural (por ejemplo: la casa en la que vives no existe materialmente, es una elaboración construcción de tu mente). Defiende asimismo el relativismo cognitivo y el relativismo moral. No hay conocimiento objetivo dice el postmoderno documento de la SEP cuando afirma que todo conocimiento (incluyendo el científico) es discutible o polémico. “Una idea sobre el conocimiento arraigada en la escuela –se queja la SEP-- es el supuesto carácter universal del saber científico, que resulta excluyente de otras formas de pensamiento”. Tampoco existe, dice esa doctrina, una moral universal. Las sociedades modernas respetan los derechos humanos, pero es legítimo –dicen-- que los hombres de otras culturas practiquen la tortura, la mutilación y la reclusión de las mujeres.

Un elemento característico de la sociedad moderna, el individualismo --la posición que enfatiza la dignidad moral del individuo-- es rechazado; los postmodernistas defienden su opuesto, el colectivismo. Sobre esta premisa se basa la idea del Marco Curricular de quitar del centro del proceso educativo al alumno (individuo) y poner en su lugar a la comunidad (colectividad).

Pero ¿acaso la comunidad no es un conjunto de individuos? El hombre, lo sabemos, es un ser social y fuera de la sociedad no puede desarrollarse cabalmente. De acuerdo. ¿Pero existe algo que se llame comunidad que pueda substituir al alumno en el proceso educativo? Proponerlo, como lo hace la SEP, es un absurdo pedagógico y jurídico que conducirá al desastre.

Pero el sentido político (populista) del proyecto SEP es evidente. Se afirma que la definición del plan de estudios es un hecho político, que responde a una correlación de fuerzas. La educación actual, se dice, no responde a los intereses de la nación sino a los intereses de las élites empresariales neoliberales; sin embargo, promete la SEP, eso va a cambiar, la nueva educación se pondrá al servicio de los pobres, los oprimidos y los excluidos.

Pero los problemas para que esta revolución pedagógica se lleve a la práctica son muchos: para empezar, no existe en el mundo ni una teoría ni una práctica pedagógica postmodernas, de modo que los expertos de la SEP deben pergeñar en un plazo breve (se quiere aplicar el nuevo plan en el próximo ciclo escolar) una pedagogía y una didáctica apropiadas para la nueva educación. Esto, razonablemente, es imposible de lograr e improvisar sería una grave irresponsabilidad. Hay, por otro lado, evidentes conflictos entre este proyecto y los preceptos del Artículo Tercero, como el laicismo, el carácter universal de la educación, el enfoque en derechos humanos (que son derechos de la persona individual), la rectoría de la educación por parte del Estado, el criterio que ordena que la educación “se basará en los resultados del progreso científico y luchará contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios”.

Claro, es previsible que, con el apoyo de AMLO, esta monstruosidad pedagógica se imponga en las escuelas y, de hacerse, fatalmente sobrevendrá un desplome de la educación básica –que tendrá un impacto catastrófico sobre la cultura y sobre el desarrollo nacional. Los maestros serán los primeros afectados. Preocupa observar sin embargo que ninguna fuerza magisterial (SNTE, CNTE, colegios, asociaciones, redes, u otras asociaciones magisteriales) haya adoptado una postura crítica ante este proyecto. ¿Dónde están los maestros de izquierda? La izquierda nunca se ha identificado con la irracionalidad, ni con el pensamiento anti-científico y ni con el subjetivismo. En conclusión, lo que la SEP propone es un plan de estudios esperpéntico que provocará un desorden gigantesco y el derrumbe acelerado de la calidad de los servicios educativos. 

Niños en escuela de la CDMX

Niños en escuela de la CDMX

Cuartoscuro