Opinión

La evaluación del quehacer científico (2)

El número de publicaciones. Esta es una de las variables que se toma más a la ligera en la evaluación de investigadores. Se asume con frecuencia que mientras más artículos tenga un autor es mejor y más productivo. Hay disciplinas que por su naturaleza permiten mucha colaboración, mientras que en otras el trabajo es más bien individual. Por ejemplo, un especialista en patología puede colaborar con diversos grupos, porque el análisis microscópico de tejidos es común a muchos proyectos, pero requiere de un laboratorio con el equipamiento adecuado para eso. Por lo tanto, diversos grupos de investigación acuden con el patólogo para esa parte de su investigación, por lo que tiene posibilidad de ser autor en múltiples artículos de diversas especialidades. En contraste, la biofísica es una disciplina en la que el investigador invierte muchas horas en el análisis detallado de corrientes eléctricas celulares, con metodologías muy complejas, que se prestan muy poco a la colaboración. Suelen publicar estudios extensos y laboriosos con dos o tres autores.

Los buenos investigadores generalmente trabajan alrededor de una línea en la que van haciendo aportaciones

Los buenos investigadores generalmente trabajan alrededor de una línea en la que van haciendo aportaciones

Por ejemplo, una persona puede ser autor en 220 artículos y otra en 100 y dar la impresión de que el primero es mejor, pero un análisis más profundo revela que los investigadores que estamos evaluando son responsables de 30 y 70, respectivamente. Esto muestra el poder de combinar variables. A primera vista, parecía que el de los 220 es más productivo, pero ahora vemos que el investigador con 100 artículos parece mejor, porque es responsable de 70/100 (70 %), es decir, de la mayoría de sus publicaciones, mientras que el otro es responsable de 30/220 (13.5 %), que es minoría.

El tema de las publicaciones. La consistencia de las publicaciones alrededor de la o las líneas de investigación de un autor también es algo que debe tomarse en cuenta, pero pocas personas lo hacen. Para que un investigador tenga impacto en un área en particular, debe hacer aportaciones sobre una línea de investigación a lo largo del tiempo. Por más bueno que sea un artículo, una golondrina no hace verano. Los buenos investigadores generalmente trabajan alrededor de una línea en la que van haciendo aportaciones y por lo mismo, pueden relatar sus contribuciones en un tema en particular, tomando sus artículos como una línea del tiempo que permita entender como un trabajo lo fue llevando al siguiente. Entonces una variable que es muy reveladora es determinar el porcentaje de artículos de un autor que versen sobre la misma línea y, luego combinarla con la variable de en cuántos de estos, el evaluado es autor responsable o colaborador.

En investigación clínica existen dos temas muy sensibles que generan con frecuencia inequidades en el análisis de investigadores. Me refiero a las autorías en proyectos de investigación de la industria farmacéutica o en colaboración entre múltiples grupos internacionales en estudios genómicos.

Los ensayos clínicos controlados requieren de un número considerable de pacientes, por lo que se necesita la participación de muchas instituciones. La industria incorpora hospitales alrededor del mundo que aportan unos cuantos pacientes y así se logra la muestra necesaria en un tiempo razonable. En otras palabras, la industria subcontrata a cada hospital para este fin. Los especialistas involucrados de cada Institución son reconocidos como coautores, pero de ninguna manera son los investigadores responsables del estudio.

Los estudios genómicos son organizados por instituciones muy poderosas, como por ejemplo el Broad Institute del MIT/Harvard en Boston, en los que se estudia el DNA de miles de pacientes con cierta enfermedad, en búsqueda de pequeños cambios en el DNA (polimorfismos de nucleótidos individuales o mutaciones) con el objetivo de conocer el origen genómico de estas y encontrar marcadores genéticos. Este tipo de estudios se nutren del DNA de pacientes enviado por centenas de especialistas o investigadores alrededor del mundo, que son reconocidos en la publicación como coautores, que pueden ser centenares o miles. El máximo que he visto tenía 55 páginas de autores e instituciones. Como el caso de los estudios de la industria, no se niega la participación de cada coautor, pero de ninguna manera son los responsables del trabajo.

El problema es que los sistemas de evaluación con frecuencia otorgan el mismo valor a las autorías de estos trabajos que a otras publicaciones, o peor aún, como los resultados de estos importantes estudios suelen publicarse en revistas del más alto nivel, le dan un valor superior, lo que es a todas luces injusto. Por ejemplo, le confieren un puntaje mayor a un colaborador de un estudio de la industria o genómico, publicados en Lancet o en Nature, respectivamente, que al primer autor o al correspondiente de un trabajo original publicado en revistas como Journal of Biological Chemistry o EMBO Journal, por mencionar dos ejemplos. Es claramente injusto que el autor responsable de un estudio original en esas revistas reciba menos reconocimiento que quien participó en un estudio gigantesco al que aportó algunos datos, sin ser el responsable del estudio.

Estoy convencido de que los ensayos clínicos controlados internacionales y los estudios genómicos son muy importantes, porque es la única forma de tener resultados relativamente rápido para saber si una terapia es o no útil, o para tener el poder de análisis que encuentre asociaciones genómicas. Las instituciones participantes se benefician porque significa ingreso de recursos que pueden destinar a promover la propia investigación y les permite a los involucrados establecer relación internacional con diversos investigadores, pero lo que es perverso es que los sistemas de evaluación no distingan entre ser responsable de un estudio o ser uno de los múltiples colaboradores de un estudio internacional.

Lo más triste es que los propios investigadores no lo distingan y presuman dichos estudios como propios. Un colega puso una nota en su página de Facebook que decía: “Les comparto el artículo que acabo de publicar”. Al ver que se trataba de un artículo en la revista Science, me dio curiosidad saber de qué se trataba. Me encontré con un estudio genómico con 636 instituciones y un número mayor de coautores. Me parece que lo que debió haber escrito en su nota era: “Les comparto un estudio en el que tuve la oportunidad de colaborar”.

Dr. Gerardo Gamba

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