Opinión
Formación docente en la educación media superior
Benjamín Barajas

Formación docente en la educación media superior

Los afectos de la pandemia han sido más graves y dolorosos, desde luego, en los ámbitos de la salud, debido al amplio número de contagios y decesos, ya que, según las cifras oficiales, y extraoficiales, en México se podrían contabilizar más de medio millón de muertos por causa del Covid-19.

Cuartoscuro

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Pero unida a esta calamidad, se han gestado otras patologías que han afectado el ánimo y las emociones de mucha gente, ya sea por la pérdida de seres queridos, el aislamiento social, la intensificación del acoso, la violencia doméstica o las dificultades económicas, entre otras cuestiones.

Y esta conflictividad se puede percibir, acaso con más claridad, en el ámbito de las escuelas, especialmente las de nivel básico y medio superior, debido a que atienden a niños y jóvenes que, de manera abrupta, trasladaron sus estudios de la presencialidad a la pantalla de una computadora, tableta o celular, con la consecuente pérdida de la interacción y convivencia social, tan necesaria para su desarrollo físico y emocional.

Junto a los niños y jóvenes, también han vivido este proceso de aislamiento y frustración los padres de familia y los profesores, ya que la docencia en línea no solo los replegó, sino que invadió su intimidad; pues la sala, la recámara o el pasillo, de golpe se convirtieron en un escenario de clase, en una especie de “promiscuidad” virtual que diluyó la privacidad en pro de las imágenes propias de las tecnologías digitales.

En este contexto, el Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH), de la Universidad Nacional Autónoma de México, fue anfitrión del XXI Coloquio Nacional de Formación Docente de Educación Media Superior, que se llevó a cabo, del 25 al 29 de octubre, vía zoom, con la exposición de 510 ponencias, siete conferencias magistrales y la participación de un poco más de 4,000 profesores de todo el país.

Los ejes temáticos del evento fueron la educación presencial, en línea y modelos mixtos; herramientas y recursos digitales para la docencia; la innovación educativa; la perspectiva de género y su impacto en la currículo; estrategias de atención psicopedagógica para los estudiantes; innovación, formación continua y actualización de la planta docente en línea; nuevas prácticas de gestión y vinculación educativa y, por último, la convivencia en las comunidades escolares antes y después de la pandemia.

El XXI Coloquio Nacional de Formación Docente de Educación Media Superior se propuso analizar el contexto que enfrenta la educación media superior de los bachilleratos universitarios, mediante el intercambio de experiencias de docencia y aprendizaje, en el marco de la emergencia sanitaria. También estuvo dentro de sus objetivos identificar las acciones institucionales para mejorar la gestión educativa en las modalidades presencial y en línea.

Para el Colegio de Ciencias y Humanidades, la realización de este coloquio fue una gran oportunidad para celebrar, en principio, la presencia, de 40 universidades nacionales que tienen los estudios de bachillerato en su estructura curricular, tal es el caso de las universidades de Puebla, Guadalajara y Nuevo León, sólo por citar tres ejemplos, pero además, nos permitió festejar a nivel nacional, la creación del CCH, lo cual ocurrió en el año de 1971, gracias a la iniciativa de don Pablo González Casanova, entonces rector de la máxima casa de estudios de nuestro país.

El Modelo Educativo del CCH, basado en tres principios pedagógicos – hoy asimilados por diversos sistemas educativos a nivel nacional– que son aprender a aprender, aprender a hacer y aprender a ser fueron fundamentales para regular el aprendizaje autónomo y la aplicación del conocimiento a situaciones concretas de la vida social. Asimismo, se pensó que los jóvenes egresados del Colegio ejercieran principios y valores de solidaridad, respecto a las diferencias, el uso del diálogo como medio para resolver los conflictos y, sobre todo, la vocación de servicio y apoyo a los más necesitados.

A lo largo de 50 años, por el CCH han pasado más de un millón de jóvenes, quienes se han integrado a las diversas actividades productivas y han realizado, en la práctica, el Modelo Educativo del Colegio de Ciencias y Humanidades; basado en la libertad, la autorregulación, la responsabilidad y la perspectiva crítica; elementos que se obtienen mediante la adquisición de una cultura básica, que parte del conocimiento de la lengua materna, las matemáticas y los métodos histórico social y experimental; y a ellos se suman las actividades de extensión académica, cultural y recreativa que permiten a los estudiantes superar los retos y alcanzar una formación integral, para continuar con sus estudios superiores.

El Colegio de Ciencias y Humanidades fue imaginado por don Pablo González Casanova desde lo década de los cincuenta del siglo pasado, se concretó en 1971 y en sus documentos originarios, el exrector mencionaba que se deberían tener menos clases presenciales y más investigación; que era importante “desclaustrar” la Universidad; mencionaba que la cibernética de los lejanos años setenta sería una ciencia determinante que uniría a todas las demás. Y en el contexto que actualmente vivimos sus palabras resultaron proféticas, pues el Modelo original del Colegio implicaba solo tres o cuatro horas de estudio presenciales, además don Pablo creó el sistema de educación abierta de la UNAM, que con el tiempo ha sido adoptado por otras instituciones.

Asimismo, se dijo que el Colegio de Ciencias y Humanidades sería un motor de transformación e innovación dentro y fuera de la Universidad y, con el paso de los años el CCH incentivó la creación las ENEP (hoy FES) para dar cabida a sus egresados; impulsó un programa de formación de profesores a nivel nacional en el marco de la ANUIES; participó activamente en la creación de la MADEMS (maestría en docencia); del bachillerato en línea B@UNAM y del sistema de preparatorias de la Ciudad de México.

El Colegio ha sido pionero también en la creación de opciones técnicas para los jóvenes; en los estudios de trayectoria escolar; en la investigación educativa y en las propuestas de evaluación de los trabajos académicos del profesorado. De ahí que el actual Coloquio refrende esta tradición de liderazgo.