Opinión

¿Qué hace la izquierda cuando es gobierno?

Está claro que ser de izquierda puede significar cosas muy distintas y aún contrapuestas según el tiempo, el lugar, la trama, los personajes. No hay una patente de corzo que garantice que decirse “de izquierda” lo coloque a uno, en el lado bueno de la historia.

Compárese por ejemplo lo que está haciendo el gobierno de López Obrador, quien se dice progresista, liberal y anticonservador, con lo que hace 40 años (con menos propaganda y más eficacia) hicieron los socialistas con su mayoría absoluta en el parlamento español.

La victoria había sido precedida por una gran movilización social y un profundo cambio político cultural. Como ha insistido Joaquín Estefanía en El País: “…la pulsión dominante de aquella sociedad tan joven, no era la revolución, sino las ganas de ser europeos”.

Pues esas ganas de ser europeo fueron brillantemente condensadas por la izquierda socialdemócrata de aquel país en éstos tres imperativos (de nuevo siguiendo a Estefanía): 1) afirmar la supremacía del poder civil sobre el poder militar, fortaleciendo el conjunto de instituciones de la democracia (recuérdese que la victoria electoral del PSOE ocurrió a tan solo 20 meses del intento de golpe de Estado del teniente coronel Antonio Tejero; 2) con la consigna de adherir España a la Comunidad Europea de entonces, asumiendo compromisos y tejiendo alianzas con las democracias del viejo continente, especialmente con la Alemania de Helmut Kohl y, 3) a través de un enorme paquete económico y social que crearía el Estado de Bienestar español.

Un gran acierto de la mano de Felipe González. Aquel gobierno de izquierdas consolidaba la democracia, el pluralismo, respetando los grandes acuerdos alcanzados en los Pactos de la Moncloa pero poniendo atención al crecimiento económico, la redistribución del ingreso (impuestos y salarios) y las instituciones educativas, sanitarias y de seguridad social.

Felipe González

Felipe González

Impresiona la visión de aquellos jóvenes ya entonces post-marxistas; pero para nosotros resultan todavía más elocuentes las primeras medidas concretas de aquel gobierno (recuerden, estamos hablando de 1982). Se emite la primera ley para la interrupción legal del embarazo; se instaura por primera vez la jornada laboral de 40 horas semanales (una forma jurídica que en automático, aumentó el valor de cada hora trabajada y por lo tanto, de los salarios), la nueva ley de la defensa que acotaba y recortaba las funciones del ejército frente al poder civil y una nueva ley general de educación que ampliaba la edad de escolarización (16 años) y fortalecía la laicidad de la enseñanza limitando el poder de la iglesia católica en las escuelas.

Años después, apoyado por la reforma fiscal pactada antes en la Moncloa, seguiría aumentando la recaudación para acercarse a los niveles europeos y lanzar la nueva ley de sanidad, recursos suficientes que soportarían un Sistema Nacional de Salud de asistencia sanitaria pública, gratuita, universal y de alta calidad. Todo lo cual sucedía dentro de una trayectoria de crecimiento económico durante la siguiente década.

Hay que notar que la legislatura de Felipe González había recibido una economía bastante peor que la que heredó López Obrador en 2018. La España de 1982 estaba estancada, sufría una inflación del 18 por ciento y un nivel de desocupación del 17 por ciento y, sin embargo, mediante el diálogo social genuino, con todo y contar con mayoría, pudieron enderezar el barco para que España pudiera vivir uno de sus principales períodos de prosperidad con su signo inequívoco: el aumento salarial constante, o sea, la llegada del desarrollo.

Como puede verse, tras 40 años del cambio español, no todos, en la izquierda, hemos aprendido lo mismo. Muchos siguen embaucados en el empobrecedor y policíaco modelo cubano y su visión del mundo marcha hacia otro lado. Por eso, tiene sentido recordar lo que aquella izquierda (democrática, laica, que delimita el poder militar) hizo por su país. Aunque el ejercicio comparado nos resulte desolador y melancólico.

Hay de izquierdas a izquierdas.