Opinión

Medio siglo de Plural: el número 2 (segunda y última parte)

1. Cosío Villegas y el presidencialismo mexicano

En el número 2 de la revista Plural dirigida por Octavio Paz (Noviembre, 1971), Daniel Cosió Villegas escribió un ensayo memorable sobre el presidencialismo mexicano, uno de los rasgos esenciales de nuestro sistema político que hace medio siglo gozaba de cabal salud en el arranque del sexenio de Luis Echeverría. Con el título “La región más transparente de la política mexicana”, el texto cobra en nuestros días una actualidad inquietante:

“Todos los politólogos están de acuerdo en que el sistema político en que vive México desde el año de 1929 es sui generis, por no decir sumamente original. Asimismo, en que sus dos piezas principales son un partido político oficial, no único, pero si abrumadoramente predominante, y un presidente de la República con amplísimas facultades. En el presente escrito sólo se examina la segunda. (…) México, a despecho de su Constitución, que establece un régimen federal de gobierno, es un país gobernado en la realidad por una autoridad central incontrastable”.

El ensayo hace un recorrido histórico que se remonta hasta el siglo XIX y la a Constitución de 1857 para entender la manera en que se fue construyendo un sistema político como el nuestro donde el presidente de la República “determina en buena medida el curso de la vida pública”. Una federación simulada y una negociación política con un solo timón al mando donde “el Presidente resulta ser el juez de última instancia o el árbitro final de los conflictos entre los gobernante y los gobernados de las comunidades estatales y municipales”, en donde “el porvenir de un diputado no depende en absolutos de los ciudadanos de su respectivo distrito electoral, sino del favor de los dirigentes del Partido y en última instancia de la voluntad presidencial”.

Subsiste, nos dice, “la creencia de que el presidente de la República puede resolver cualquier problema con sólo querer proponérselo. (…) Se ha dicho que la mexicana es la única república del mundo que se da el lujo de ser gobernada por una monarquía sexenal absoluta. Y la circunstancia de que para ser presidente sea preciso pertenecer a la Familia Revolucionaria, ha llevado al comentarista chocarrero a afinar la definición anterior diciendo que se trata de una Monarquía Absoluta Sexenal Hereditaria en Línea Transversal”.

Al analizar los rituales políticos de la sucesión presidencial, Cosío Villegas no deja de sorprenderse por la manera en que un secretario de Estado, a la sombra del presidente durante un sexenio, pasaba del anonimato nacional a la gloria del caudillo y la campaña triunfal una vez consumado el “destape”: “parece cosa de magia que en sólo ocho meses un hombre pase de la indigencia política más cabal a tener un poder casi absoluto sobre un país”.

“La presidencia de la República, que se creía, como la vieja Anáhuac de Alfonso Reyes, la región más transparente de la política mexicana, es ya también víctima de las tinieblas y de un denso envenenador smog”, concluye.

Pablo Neruda

Pablo Neruda

2. El Nobel a Neruda

Nada bien debió caer en la redacción de Plural la gran noticia literaria de octubre de 1971: el premio Nobel a Pablo Neruda. En la sección de actualidades “Letras, letrillas, letrones”, tradujeron partes del artículo a propósito de esta noticia publicado por Claude Roy en Le Nouvel Observateur:

“Hay en Neruda un lado de Víctor Hugo traducido al español por Walt Whitman en un momento de vacío mental, (un poeta) de acumulaciones, enumeraciones, letanías, tetanías verbales, (…) un soberbio molino de palabras que muele muy poco grano, (…) dedicado a triturar gloriosas baratijas literarias y que, a fuerza de martillar, llega a creerse volcán de la cordillera”.

Roy lamenta de Neruda poemas como los dos cantos a Stalin de 1954 y 1963, y sus dos poemas a Mao de 1963 y 1954, y remata: “pero no se puede tomar a lo trágico el aspecto a menudo bufo de los cambios de opinión de un poeta a menudo grande, en el que también hay algo de acróbata un poco torpe”.

“Faltan en Neruda algunas cosas, menos importantes que la discreción; pero sobran otras, particularmente la irresponsabilidad”. Y al final concede unas líneas más amables: “Neruda es lo bastante gran poeta como para que nosotros, cada vez que él no ha creído en todas las palabras que pronuncia entre sus palabras, lo oigamos”.

3. Sartre y la libertad de prensa

“Sartre no deja de asombrarnos”. Con estas cuatro palabras se presenta la última nota de la sección en la que se reproducen fragmentos de una entrevista reciente al escritor francés en la que declaró: “las masas no leen la prensa para informarse sino para divertirse. El concepto de libertad de prensa es un concepto burgués. (…) y usted nunca verá que los obreros protesten contra la censura de la prensa. (…) Las masas saben instintivamente que la prensa pertenece a la burguesía, no a ellas. La libertad de prensa es la libertad de la prensa capitalista”.

Paz, o Tomás Segovia –no los sabemos– le responden: “No, la libertad de prensa no es un concepto burgués, aunque haya sido, originalmente, una conquista de la revolución burguesa. Es una conquista que pertenece a todos los hombres y a todas las sociedades”.

Plural en Excélsior a 50 años de su creación, o las conquistas de la libertad de prensa.