Opinión

Notas sobre el populismo

En México se ha instalado, al parecer de manera perdurable, una nueva manera de hacer política: la populista. Es difícil pensar que eventualmente se produzca un regreso al pasado pre-populista, al parecer, nuestro país está experimentando una mutación irreversible.

Populismo

Populismo

Si el totalitarismo produjo una forma de dominación total sobre la condición humana –con la extinción de lo político--, el populismo representa una forma débil, degradada, de la política que divide a las sociedades no en torno a ideas o concepciones opuestas del futuro sino en torno a actitudes y emociones encontradas.

Esa nueva manera de hacer política la encarna el ejercicio autocrático, monopólico, del poder del presidente López Obrador. Este es un púgil sobre el ring en permanente actitud de ataque, su materia es el combate cuerpo a cuerpo y se niega obstinadamente a reconocer y otorgar dignidad a su adversario.

Su fundamento es una narrativa moralizante, con alta densidad emocional, que se funda en un hecho histórico real, el neoliberalismo, que se extrapoló hasta convertirlo en una construcción imaginaria: un sistema de dominación con base en la corrupción, el dominio de los ricos, y el olvido y marginación del pueblo.

Ese discurso se refuerza con una retórica que adultera la historia nacional para presentarla como una eterna lucha entre progresistas y conservadores, narrativa ha tenido éxito en una sociedad como la nuestra pobre y desigual gobernada durante décadas por políticos irresponsables, abusivos, e ineptos.

El agravio social es el oxígeno que da vida al populismo; es el producto de un pueblo ofendido que aspira a la revancha. El populismo no es un partido, es un movimiento que avanza con una constante movilización de la inteligencia y de las emociones de la población siguiendo la pauta que le marca el líder presidencial.

Cabe preguntarse: ¿Qué dirección o que objetivo tiene ese movimiento? ¿Busca el desarrollo nacional? ¿Anhela el bienestar de la población? Estos fines son parte del discurso, pero no tienen sustento real. El populismo es una doctrina social despojada de ideales auténticos, sin visión de futuro, no tiene proyecto, es, más bien una forma pragmática de hacer política. Es un reduccionismo político, su fin último es acumular y conservar el poder político.

Esta ausencia de ideales y proyectos hacia el futuro se demuestra en la conducta real, evidente, del presidente que concentra las energías del sector público en los llamados “programas sociales” cuyo rasgo principal es que constituyen simples transferencias de dinero desligadas de todo concepto de desarrollo humano.

El objetivo político, clientelar, de esos programas es perfectamente visible. El poder político lo es todo para la nueva élite populista, su obsesión es ampliarlo, multiplicarlo y conservarlo a costa de sacrificar las políticas públicas que más pueden impactar en la mejora de la vida de las personas, como educación y salud. En un marco interno de escasez fiscal y en un contexto internacional voluble, es presumible que el populismo no lleve a México hacia el desarrollo con justicia –como lo promete-- sino hacia la regresión económica y una mayor descomposición social.