Opinión

¡¿Qué está pasando?!

Mientras el mundo entero, incluido México, se esfuerza jurídicamente para que a ese nivel sea reconocido el DERECHO de nuestros compañeros animales a tener una vida acorde a sus tiempos, libertades, necesidades, dignidad y respeto, penosamente pequeñas mentes no terminan de entender que esto va de un deber ético y moral. Y es que venir a estas alturas, primero, con el desalojo del Refugio Franciscano, A.C. que con sus cientos de perros y gatos recibidos y/o rescatados de terribles condiciones y de abandono (quizás la enfermedad de la que nunca terminan de recuperarse), de perder la “negociación” con la FAHLIAP (para irse, si acaso, a un precario terreno prestado, incluso sin árboles, armadito con jaulas y por tanto contrario a su filosofía y aparte lejano hasta el quinto pino del Estado de México), se vería en la obligación de salirse del privilegiado lugar boscoso, céntrico y con servicios que ocupa desde hace casi 50 años, y todo porque con-tra-vi-nien-do las puntuales disposiciones señaladas en el Testamento Público Abierto y publicado del legítimo propietario de ese terreno, tanto el Patronato de la Fundación que lleva su nombre como la Junta de Asistencia Privada de CDMX (ente que personalmente entendía como de manejo impecable) optaron por la venta del predio, claro, ante la billetiza ofrecida para continuar con desarrollos habitacionales de alto perfil y razón por la que la última voluntad de Don Antonio Haghenbeck y de la Lama pasó a valer gorro. En eso andábamos…

Especial

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Cuando coincidentemente sobrevino asunto similar con el destino de los bienes terrenales de Don Manuel Rozada Cuéllar, consignados también, vía testamento, para que se continuara su legado: esa hermosa y muy generosa labor de dar refugio a miles de perros y gatos sin hogar, enfermos, viejos, rescatados de antirrábicos o simplemente desechados, pero, según denunció el pasado 13 de mayo su sobrina Marilú ante las cámaras del noticiero estelar de Televisa, hay pleito con el albacea de la herencia que les está negando fondos para la demandante operación diaria del sitio. No domino el asunto, pero aún así estoy pasando aceite porque conocí a Don Manuel y su exquisita forma, harto preocupona, de velar por los animales más desvalidos. Y…

Sobre el descarado trinquete que para hacerse del dinero del Fideicomiso… perdón… de la “administración” del Acuario Veracruz armó el gobierno del Estado, sólo puedo agregar que lo que será en adelante el Aquarium del Puerto de Veracruz (como si no le hubiera costado tantos años hacerse de un nombre) tendrá los días contados en cuanto a la formalidad que lo llevó al éxito. Y es que aunque ahora estoy firme contra el cautiverio y poco más para criaturas marinas, no dejo de reconocer la impresionante labor de ese lugar que conocí prácticamente desde que estaba en obra y de la mano de su principal impulsor, el ingeniero Luis Kasuga (QEPD). Continué visitándolo cada que pude, recibiendo cátedra sobre su operación interna. Una vez, por parte del ingeniero Dagoberto Facundo Gil, amabilísimo y didáctico personaje, en aquel entonces al frente del Departamento de Mantenimiento Eléctrico. Abandoné las visitas cuando inició la construcción de un delfinario, al resultarme irracional mantener cetáceos confinados cuando con sólo levantar los ojos hacia el mar, jarochos y turistas los podían disfrutar en plena libertad. Dado lo anterior…

Duele profundamente la abusiva, sucia, tramposa y ventajosa intervención del gobernador Cuitláhuac García, que sin más oportunidad tomó por su cuenta el lugar echando por tierra casi 30 años de esfuerzo, tenacidad, experiencia y un buen manejo que consolidaron al Acuario como una de las mejores instalaciones del ramo a nivel latinoamericano. Reiniciará actividades con populacheras ofertas de gratuidad que lo llevarán a la decadencia… a la ruina. Al tiempo, porque además, seguramente operará sin presupuesto y con personal 90 por ciento leal; 10 por ciento experto. Ojalá me equivoque.