Opinión

Piedad y ultimátum

Me pregunto cómo podemos darle carpetazo a todas las tragedias que ocurren a diario. Me refiero a estos que somos, que no vivimos en Ukrania martirizada por Vladimir Putin. No nos encontrábamos en el centro comercial de Kremenchuk, donde la gente fue sorprendida por misiles rusos ni tampoco emigramos a la buena de los dioses, urgidos por la necesidad. Ayer nos enteramos del infierno que vivieron los migrantes en el tráiler de San Antonio. 53 muertos van. 27 de ellos mexicanos. Se “cocieron” en una olla de aluminio, sin agua, sin oxígeno, sin manera de avisar lo que les estaba sucediendo. En Kremenchuk, una ciudad al centro de Ukrania, las armas de Putin atacaron a mansalva y mataron a varios civiles. El viernes un grupo de migrantes trató de entrar por la fuerza en el enclave español de Melilla, al norte de Marruecos. Más de 23 murieron en el intento. Los que lograron traspasar han sido inculpados por la Fiscalía del tribunal de primera instancia de la ciudad marroquí de Nador. Imagínese haber nacido en la región Oeste de Sudán que muy pronto se enfrentará a una crisis alimentaria y que transita por brutales episodios de violencia.

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Rusia bombardeó un Centro Comercial en Ucrania/

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Sí, en México “no cantamos mal las rancheras”. El crimen organizado (CO) se ha apropiado de múltiples plazas del país. Hay ajusticiamientos, balaceras, asesinatos. Mueren niños, sacerdotes, gente que se hallaba en el lugar equivocado en un momento desafortunado. Ayer mismo, mientras se llevaba a cabo la vacunación de niños en Puebla, hubo disparos y dos menores resultaron heridos.

Recuerdo una película terrible y divertida, Little Murders (1971), dirigida por Alan Arkin, que debutaba como director. Sus actores fueron Eliott Gould, Donald Sutherland, Marcia Rodd, entre otros. Arkin concibió una comedia dentro del género negro. Vi la cinta años después y recuerdo que los habitantes de Nueva York debían evadir las balas que cruzaban, a diestra y siniestra, las calles de Nueva York. El personaje encarnado por Elliot Gould había sido rescatado de una golpiza callejera por una joven, Patsy (Marcia Rodd). Leo esto en Google, porque no me acuerdo de mucho. En México, el país entero, está sitiado por el CO. ¿En qué momento correremos a nuestras casas, de ventanas tapiadas, para escabullirnos de los tiroteos, si es que lo logramos?

No tengo idea de cómo controlar a los narcos, cómo evitar que las rencillas de un cártel contra otro no nos lleven entre las patas. No sé cómo se impide que las mafias cobren derecho de piso en pequeños establecimientos comerciales. Para eso gobierna un presidente de la república, por el que no voté pero muchísimos sí lo hicieron. Él y su equipo de seguridad deben abocarse al problema. Les tocó este momento histórico y no otro. No importa lo que diga al respecto el Papa Francisco desde el Vaticano. La violencia narca debe acometerse desde una estrategia, no desde una mirada cristiana ni pusilánime.

Ante la inoperancia del ejército, de la Guardia Nacional y del señor presidente, el dirigente del PRI, Alejandro Moreno, propuso que los mexicanos obtengan armas para defenderse de la violencia. AMLO pregona “abrazos, no balazos”, y Alejandro Moreno, que debería abandonar la dirigencia del Partido Revolucionario Institucional, convoca a que los mexicanos se armen como custodios de sí mismos. Se ha cruzado el puente del sentido común rumbo a lo desconocido. Por un lado, un presidente que militariza al país no sabemos con qué fines y el dirigente del otrora partido triunfante que plantea que tomemos, cada quien, el resguardo contra el narco. Me resulta inquietante que nos vayamos a la cama todas las noches, con el cansancio a cuestas y tocados por un halo de esquizofrenia. Mientras, que el mundo dé vueltas, uno o una o une se va a dormir.

Entretanto, la OTAN se vuelve más europea, el virus del SARS-COV-2, en alguna de sus mutaciones, hace de las suyas, el Supremo de los Estados Unidos anula el precedente judicial que por más de cuarenta años ha permitido en ese país abortar con apoyo médico, en México asesinan a otro periodista, Antonio de la Cruz, el número doce en los últimos seis meses, y todo lo demás que pasa y nos conmueve hasta cierto punto, nos vuelve poco ajenos a la realidad, a lo que acontece con los otros. Recuerdo ahora a un compañero de la preparatoria, que en el recreo se daba de cabezazos contra las paredes. No lo hacía para que lo viéramos los demás, ese era su genuino sentir y su manera de expresarlo. Tomar su ejemplo sería una barbaridad, pero necesitamos experimentar compasión por tantos martirios y homicidios y, este el punto más importante, manifestarnos ante la impunidad, no empistolados Me refiero a exigir al gobierno una vida que no se vea amenazada por el crimen organizado.

Uno de los derechos de los ciudadanos y ciudadanas de una democracia es el derecho a la paz, entendido no desde una perspectiva estrictamente jurídica, según el jurista italiano Norberto Bobbio sino en función de la realidad histórica en que surgen los derechos. En este sentido, es obvio que tanto los desaparecidos en México, como todo aquellos que han sido asesinados o amenazados por el crimen organizado tienen derecho, aún los muertos, a la justicia. Los mexicanos poseemos el derecho a que el Gobierno nos proteja. Es deber, por lo tanto, del presidente de los Estados Unidos Mexicanos crear estrategias contra la intimidación y el peligro constante de las mafias, mismas que se rigen, cada vez más, por su propia ley.

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