Opinión

Prepararse para lo peor, esperando lo mejor

Por ser suscriptor a The Economist, la semana pasada tuve la oportunidad de presenciar por videoconferencia una entrevista que le hizo Edward Carr, Editor adjunto de esta revista al Dr. Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, de los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos y asesor de la Casa Blanca en ciencia médica, desde el período de Ronald Reagan a la fecha.

Anthony Fauci es uno de los gigantes de la medicina. Todo médico que haya estudiado en el Harrison (libro de medicina interna), en sus últimas 10 ediciones, que prácticamente son todos los estudiantes de medicina de los últimos 30 años, saben quien es Fauci, pues ha sido uno de los editores del libro y fue el Editor en Jefe de las ediciones 14 y 17. Es un médico infectólogo, nieto de inmigrantes italianos a Brooklyn, hacia finales del siglo XIX. Ha sido un personaje muy importante en diversas pandemias, empezando por la de VIH/SIDA y las que le han seguido y, por supuesto, ha jugado un papel muy importante en la pandemia de COVID-19 por SARS-CoV-2.

En la entrevista cuenta como fue que al principio de enero de 2020 se pensó que SARS-CoV-2 podría ser parecido al SARS-CoV-1 que, si bien produjo cerca de 800 muertes en 8 mil enfermos, no sería muy contagioso. Sin embargo, para el final de la segunda semana del año, se percató del problema gigante que venía encima, ya que el nuevo SARS-CoV-2 se comportaba diferente. Tenía una gran transmisibilidad y al menos el 50 a 60% de quienes transmitían la enfermedad eran asintomáticos. Una verdadera pesadilla en términos de una enfermedad altamente transmisible.

Narra en la entrevista como a los 20 días de enero de 2020, juntó a todo el grupo del Instituto que dirige para abocarse, a partir de ese momento, al diseño de potenciales vacunas para la enfermedad. Gracias a eso y aprovechando la tecnología previamente desarrollada para generación de vacunas, en un tiempo record de once meses se logró tener vacunas listas para empezar a administrarse.

Buena parte de la entrevista fue sobre la parte social y politización de la enfermedad. Fauci hizo mucho hincapié en lo importante que ha sido la ciencia, sin la cual nada de lo que ha pasado hubiera sido posible y el número de muertos se contaría ahora al menos por cinco veces más que los actuales (o sea, cerca de 100 millones tomando en cuenta los 18.2 millones de muertes comentadas en el editorial de la semana pasada). Pero, habló de cómo, desafortunadamente la ciencia es transgiversada por los medios sociales, que generan información falsa y confunden a la población, que de por sí, no tiene muchos elementos para juzgar datos científicos. Particularmente en Estados Unidos surgieron noticias falsas que refuerzan las creencias no basadas en la ciencia, de que las vacunas hacen más daño que el mismo COVID y, peor aún, propuestas sin ningún dato científico, de que tratamientos no probados funcionan, que pueden traer consecuencias negativas. Las redes sociales en este aspecto son vía importante para la diseminación de información inapropiada.

Habló de la preocupación de la nueva ola de ómicron versión BA2 y lo que dijo al final lo tomé para el título de este editorial. Dijo que con seguridad habrá más pandemias en el futuro y que para combatirlas la mejor manera es basarse en el conocimiento científico: prepararse para lo peor, esperando lo mejor. 

Foto: Especial

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