Opinión

Un recuerdo de Jesús Reyes Heroles en su centenario

En marzo de 1946, cuando Jesús Reyes Heroles -a los 25 años de edad- publicó un artículo en tres entregas en el periódico el Nacional con el título “La nueva Ley Electoral, un caso de evolución política”, no imaginó que tres décadas después, como Secretario de Gobernación en el gobierno del presidente José López Portillo, conduciría él mismo una de las reformas políticas y electorales más importantes en la historia moderna de nuestro país.

praxisrevista.com

praxisrevista.com

Pasó casi inadvertido el centenario del nacimiento de este gran político, historiador y estudioso del liberalismo mexicano, que nació en 1921 y murió relativamente joven en 1985, con 64 años de edad, dejándonos como legado una obra escrita de gran calado y una de las trayectorias públicas más brillantes como el hombre de Estado y el republicano que fue, en el más estricto sentido de ambas expresiones. Hace unos días, en un artículo para El Universal, Gerardo Estrada nos recordó está efeméride que lamentablemente no figuró en el nuevo calendario cívico del sexenio. Me sumo a su oportuno recordatorio con esta entrega.

En aquel año de 1946 Reyes Heroles ya se había graduado como licenciado en leyes en la facultad de Derecho de la UNAM, y recién había regresado de Argentina, donde realizó una especialización el Colegio Libre de Estudios Superiores de Buenos Aires. Sus artículos se publicaron al calor de la campaña electoral que llevó a Miguel Alemán a la presidencia, luego de que poco antes se había aprobado una nueva ley electoral en el país, misma que hoy nos parecería tímida, débil y elemental, pero que es en todo caso un antecedente notable en el largo camino que aún le faltaba por recorrer a nuestra democracia.

Una nueva ley electoral que enmarcó el triunfo del primer presidente civil del país tras la Revolución, y que a su vez entronizó al PRI en el poder por las próximas cinco décadas, pero que, pese a todo, sentó los primeros cimientos normativos de lo que evolucionó con los años y a la largo de muchas reformas a ley, hasta llegar a la ciudadanización del IFE y del actual INE.

Reseño aquí la primera de las tres partes de aquel artículo en el que el joven Reyes Heroles se refería desde entonces a la necesidad de acompañar los cambios sociales que prometía la Revolución Mexicana con un entarimado jurídico y político para organizar en el país elecciones libres y competidas.

“En nuestro país se nota la falta de correspondencia entre la evolución social que la nación ha tenido, (misma) que nos ha llevado a un efectivo régimen de garantías sociales (…) y la pobreza de nuestra evolución política”. Afirmaba en el párrafo inicial de su artículo.

Entre las causas de esta falta de correspondencia entre un país con programas sociales de avanzada, pero sin reglas para administrar en democracia a la competencia política, Reyes Heroles señalaba la “sobre-estimación popular a la capacidad de acción (…) del Estado”:

“Un confiar excesivo en las actividades estatales, ignorando sus limitaciones naturales, ha conducido (…) a un plácido alejamiento de la cosa pública, a un dejar que el Estado resuelva absolutamente todos los problemas. (…) Esta apatía general frente a los problemas políticos nacionales se tradujo, en (el) desentendimiento absoluto de los asuntos electorales. (…) un fenómeno que hizo exclamar a Benito Juárez ´En México las elecciones las hace el gobierno o no hay elecciones´. La frase pinta gráficamente una dolorosa situación de apartamiento y desinterés nacional por los problemas políticos”.

Explica también como, a causa de lo anterior, “el proceso histórico latinoamericano, y en especial el mexicano, ha obedecido más al impulso de los hombres, individualidades avasalladoras o minorías pujantes de fuerte dogmatismo intelectual, rodeando a un guía o a un caudillo, que a lógica evolución institucional (de la política)”.

“En México han sido los hombres quienes determinan las instituciones y no éstas las que moldean a los hombres”, y por tanto, nos dice, la organización de la política depende “más de un hombre que de una institución”.

Hace entonces en esta primera de tres entregas de su artículo un recuento del siglo XIX -sus luchas fratricidas, sus caudillos incesantes, las invasiones extranjeras-, todo lo cual condicionó las reformas liberales y debilitó los primeros cimientos de la república democrática y el auténtico Estado de Derecho al que aspiraba el país. Todo esto hasta la llegada del porfiriato: “uno de los cargos más serios formulados a la dictadura de Díaz lo lanzó Justo Sierra cuando contundentemente afirmó que el porfirismo había frenado la evolución política del pueblo mexicano”:

La Revolución Mexicana, afirma, de nuevo terminó por priorizar su programa social frente a su programa original de reformas políticas. Por ello, concluye: “(no es acorde) nuestra eleva estructura social con nuestra estacionada y atrasada estructura política”. De esta manera el joven Reyes Heroles miraba con simpatía y esperanza la nueva ley electoral aprobada para las elecciones presidenciales de 1946, cuyo objetivo era, nos dice, el de “acelerar el progreso político nacional”.