Opinión

Regresar al origen

Persiste la alarma por la reforma educativa que impulsa la SEP. Se propone desplazar el objetivo de la actividad educativa de los problemas nacionales, a los problemas de la comunidad.

Nivel básico

Nivel básico

Es un movimiento regresivo, un intento ingenuo de volver a nuestros orígenes comunitarios y renegar de la sociedad moderna y globalizada.

Pero sobre todo es un proyecto político: se trae al campo educativo la pugna entre las elites neoliberales y el pueblo bueno, pugna que inventó el presidente de la república; ficción que ha dividido a la sociedad mexicana.

La SEP politiza la educación al afirmar que ésta no es una actividad neutral, digna, noble, al servicio de todos, sino obra de determinadas fuerzas políticas. Por eso se acusa a la educación actual de ser neoliberal y el proyecto SEP pretende crear la educación al servicio del pueblo.

Lejos de una visión abstracta, cosmopolita o nacional, la reforma nos ofrece desde la comunidad una visión concreta y particular del mundo. Lo que reina en la escuela es el pensamiento abstracto, descontextualizado, en la comunidad, en cambio, domina el pensamiento concreto y contextualizado.

La SEP parece renunciar al pensamiento racional, lógico, sistemático y revalora las dimensiones emocionales, morales e identitarias. Postula que un concepto científico vale tanto como cualquier saber comunitario, por irracional que sea: supersticiones, creencias religiosas, pensamiento mágico o tradiciones populares.

El punto de partida, dice el Marco curricular no es la unidad sino la diversidad. Incorporar la diversidad cultural, sexual, racial, etc. en el currículum nacional es, a mi juicio, una idea correcta. Pero la SEP no propone eso. Lo que propone es, partir de la diversidad, pero no avanzar hacia una integración con lo nacional.

El proyecto se estanca en la diversidad y si hay algo “nacional” se construirá con la suma de los intereses de cada comunidad. Dice textualmente: “el plan de estudios, los programas educativos, los libros de texto y otros materiales de la educación básica estructuran sus contenidos, teniendo como finalidad el interés de las comunidades que componen la sociedad”

Pero: ¿quién definirá cuáles son los intereses de cada comunidad? Es comprensible que éstos no sean únicos y uniformes; con frecuencia serán contradictorios como lo plantea el presidente, una cosa son los intereses de los empresarios y otra los intereses del pueblo.

De tomarse en serio, la educación comunitaria que pregona la SEP debería partir de un diagnóstico previo de cada comunidad y de la introducción de ciertos cambios en ella que le permitan desempeñar el papel de ámbito de aprendizaje o lugar que facilite y no obstaculice el desarrollo de niños y adolescentes.

Queda la duda de quien hará el diagnóstico de la comunidad. ¿El maestro? ¿A qué hora? ¿Acaso ya le quitaron las cargas administrativas que tiene? ¿Posee el maestro conocimientos y habilidades para hacerlo? ¿Recibirá el maestro una formación para hacerlo? ¿Habrá estímulos para esta nueva tarea?

Finalmente: esa nueva relación escuela-comunidad exige, mínimo, un acuerdo previo de la escuela con la autoridad local, del barrio o del municipio; de otra manera, las autoridades reaccionarán con asombro y alarma cuando vean que la comunidad está siendo invadida por una multitud de niños y maestros que no sólo quieren conocer la comunidad, sino que pretenden, para colmo, transformarla.