Opinión

Para qué sirve el derecho

Imagine usted esto: una niña está con su padre en una tienda, cuando están saliendo toma un dulce, y en ese momento, le dice su papá que debe pagar para poder llevárselo. Tal vez la niña no entienda del todo lo que sucede, pero capta que, para poder llevarse algo que le gusta de ese lugar, debe entregar algo a cambio.

Ahí ya está el sentido del derecho: no se puede tomar lo que uno quiere sin verificar la ausencia de un daño para otra persona.

Desde luego de ahí a las definiciones de las mentes más sesudas, hay un buen trecho. Pero eso no nos importa, usted y yo no nos encontramos en una clase sino en una corta reflexión acerca del derecho y su razón de ser en nuestra sociedad.

Parece que existen dos opciones: la primera consiste en afirmar que el derecho tiene como función el conservar el orden social; la segunda postula que la misión del derecho es subvertir ese orden.

Vayamos por partes. Nuestra sociedad encuentra una cierta manera de acomodarse, como todas; contiene en su interior no solo personas, ricas y complejas en su individualidad, sino también grupos en los que todos los humanos nos congregamos, ya sea porque compartamos gustos musicales, en razón de nuestro trabajo, o por el lugar en el cual vivimos.

Estos grupos interactúan de diversas formas, intercambian bienes, servicios, ideas. Además, quienes los integramos formamos parte de más de uno. Por ejemplo, ¿dónde vive usted? ¿qué deporte le gusta? ¿qué música escucha? Así, debe existir una manera que permita a esos conjuntos de integrantes compartidos vivir en paz.

Sin la existencia de un orden, el intercambio es imposible, los grupos se encierran en sí mismos y se proclama la guerra entre ellos.

Ahora bien, pasemos a una observación de mayor detalle. Le propongo que aceptemos que es necesario un mecanismo que permita el intercambio y la convivencia entre los grupos a los que pertenecemos y aquellos que nos son ajenos, bien, pero, ¿ese orden le parece justo?

Si su respuesta es que no, que el orden social en que vivimos es tal que requiere ajustes, porque desconoce la dignidad de algunas personas, o porque permite que un grupo excluyente tome decisiones por personas que no lo integran, o por alguna otra razón, se presenta otra pregunta: ¿cómo debe lograrse el cambio?

Se podría responder que con la educación, el paso del tiempo, la llegada de nuevas generaciones. Y entonces, en este enfoque más sutil, el derecho debería ser tal que permita la evolución de las sociedades, sin apurarlas.

Habrá quien afirme que el orden en que vivimos es opresivo. Que ignora los derechos de amplias mayorías, evitando satisfacer demandas justas, de una manera que no debe permitirse más.

Para quien piensa así, el cambio a largo plazo es poco menos que una quimera; primero, porque supone que el futuro será mejor que el presente, cosa de la que no hay ninguna seguridad; y segundo, porque aún asumiendo que la justicia podría llegar con el tiempo, el paso de los años la torna ya en injusticia.

Así, el derecho es visto como la herramienta para cambiar, de forma rápida y desde la tribuna parlamentaria o la toga judicial, una realidad que se considera oprobiosa, injusta en grado tal que no se puede esperar al efecto cívico de las aulas para que se corrija.

El derecho, entonces, no debe permitir el cambio de la sociedad. Debe ser el impulsor de esa mutación en el orden.

Usted, que tal vez es una ingeniera o un profesor de primaria, tiene ideas acerca de la sociedad y del derecho. De la justicia y la injusticia, en suma, de la manera en que se acomoda como persona en la sociedad, los grupos a los que pertenece y la manera en que es tratada tanto por las autoridades como por los demás humanos.

Ahí está su idea del derecho, la que empezó a nacer cuando le enseñaron en la tienda que para tomar algo, hay que dar algo a cambio.

Cuartoscuro

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