Opinión

Las trampas de la presidencia

Las mañaneras resultan cada vez más un oficio eclesiástico, el señor presidente su sube al púlpito, mientras sus acólitos lo observan complacidos y hacen lo suyo cuando les toca. Se lo saben muy bien. Mientras tanto el primer mandatario de México tiene en la mente a su país, un país grandísimo que, como dijo el gran Ramón López Velarde:

Patria: tu superficie es el maíz,

Tus minas el palacio del Rey de Oros,

Y tu cielo, las garzas en desliz

Y el relámpago verde los verde de los loros

El niño Dios te escrituró un establo

y los veneros de petróleo el diablo.

El presidente Andrés Manuel López Obrador en una imagen de archivo (Cuartoscuro)

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Él tiene todo eso muy presente, especialmente los veneros del diablo, que defiende a costa de lo que sea. ¡Viva Pemex! A los loros y a las garzas no sé que tanto cuidado les dedique, porque la ecología y los barruntos de un planeta amenazado por los seres humanos le parece una moda. Lo relevante es la moral y acabar con la corrupción de una vez por todas, por decreto presidencial. La ética no es asunto que le interese atender. Si Delfina Gómez, secretaria nada menos y nada más que de Educación Pública, cuando fungía como presidenta municipal de Texcoco, asunto traído a colación por El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, llevó a cabo retenciones salariales de los trabajadores de ese municipio para beneficiar a Morena, su partido político, y pagar parte de una multa exigida por el INE, que se encuentra facultado para fiscalizar los recursos públicos y privados que recibe un partido político, entonces se trata de diezmos, señoras y señores, no de robo, qué va. López Obrador confía plenamente en ella. En cambio, pontifica que el ex presidente Zedillo, bajo cuya presidencia, por cierto, se creó el IFE, padre del INE, haya ganado un dineral en Citigroup es un hecho “completamente inmoral” (Citigroup es la mayor empresa de servicios financieros del mundo, con sede en Nueva York).

Volviendo a Delfina, tan diligente, ¿será por la multa impuesta por el INE a Morena, que ahora nuestro jefe de gobierno quiere aporrear a esa institución? ¿Allí está el detalle?, como diría Cantinflas?

No es sólo el INE sino cualquier otra institución autónoma que no asuma las decisiones presidenciales sin chistar, las que se encuentran en el mira del habitante de Palacio. En el caso de la revocación de mandato, al Instituto Nacional Electoral le corresponde organizar dicha empresa, en la que los mexicanos votaremos porque Andrés Manuel López Obrador continúe o no con su presidencia. Aquí sí nos topamos con el detalle. Que el INE lleve a cabo el ejercicio, pero sin un quinto, a ver cómo se las arregla, que los consejeros se bajen el sueldo, que no coman los perros que se utilizan en la vigilancia, que nadie ahí tenga seguro médico pagado por el erario de la nación de las garzas y de los loros. Ayer mismo especificó Ricardo Becerra, economista y especialista en temas electorales:

“Como institución del Estado (…) el INE hizo ajustes a su presupuesto en tres ocasiones y propició una compresión de sus programas institucionales y sus gastos por más de 1.5 mil millones de pesos. (…) Ni la Cámara de diputados ni el gobierno Federal han reconocido esos esfuerzos” (Crónica, Opinión 19 de mayo).

Nos enfrentamos entonces a una trampa, dentro otra trampa, que es el sentido obtuso de la revocación de mandato: “Mise en abime”, es decir, imbricar una narración dentro de otra en literatura. Y, en este caso, significa un engaño dentro de otro engaño, porque nadie, ni la oposición, votará porque el presidente deje su gobierno. De todas formas, supongo yo, pocos votarán y esos, que en su minoría refrendarán la presidencia de López Obrador, se convertirán en mayoría. ¿Para qué, más poder, para alargar su presidencia? No sé, yo únicamente me lo pregunto.