21 may 2025 - 10:39 PMLogo La Crónica
Destino C

Porque a veces volver a lo esencial no es retroceder, sino gritarle al mundo que aún hay fuego en el pecho

Tenemos que hablar de “Ahí Vamos”: el grito emocional más emblemático de Gustavo Cerati

Tenemos que hablar de "Ahí Vamos": el grito emocional más emblemático de Gustavo Cerati

Un volcán vestido de negro: el renacimiento de Cerati

Hay discos que no se escuchan, se sobreviven. Y “Ahí Vamos”, ese grito existencial emanado por Gustavo Adrián Cerati Clark en el 2006, es una bomba que aún retumba en los oídos de quienes entendimos que el arte no siempre viene en forma de caricia. A veces, es un puñetazo directo al alma que irónicamente duele, pero la sana.

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Después de años de búsquedas sónicas, electrónica de laboratorio y un aura casi celestial en su carrera como solista, Cerati regresó a lo que muchos pedían a gritos: el rock crudo, el riff afilado, la distorsión que se arrastra por el suelo como un animal hambriento con “fuerza natural”. Aunque seamos honestos, el 10 del rock argentino no le debía nada a nadie.

“Me reencontré con la guitarra eléctrica como si fuera una ex a la que no podés dejar de amar”, declaró alguna vez en una entrevista para la revista Rolling Stone. Y esa frase, sencilla, pero honesta, define el espíritu de este álbum: un reencuentro feroz, pasional, sucio y brillante.

Hijo pródigo del caos: un poco de historia ceratiana

Hablar de Cerati es como intentar contar un eclipse con palabras: todo lo que digas va a ser poco. Desde su reinado indiscutido con Soda Stereo hasta su delicado caminar por la experimentación en solitario, Gustavo fue siempre un buscador, un pescador y un agricultor. Pero no uno de fórmulas, sino de emociones. Fue un arquitecto del sonido emocional.

Para el año 2006, llevaba ya una carrera sólida como solista con álbumes insignia como “Bocanada” en 1999 y “Siempre es hoy” en 2002, discos cargados de texturas electrónicas, loops hipnóticos y un aire casi etéreo. Pero algo latía debajo, algo primitivo, algo que pedía volumen, distorsión, músculo. Así nació “Ahí Vamos”, un disco que no vino a pedir permiso, sino a desestructurar para avanzar.

Lo grabó en Buenos Aires y Nueva York, rodeado de músicos de confianza como Richard Coleman, Fernando Nalé y Leandro Fresco. Y aunque muchos creían que el rock estaba enterrado bajo capas de beats y autotune, Cerati demostró que la electricidad emocional aún tenía sentido.

Cuatro canciones como banderas para una estampida emocional

Si bien, para quienes somos profundos fanáticos del argentino, no es nuevo saber que este disco está lleno de himnos, abordaremos solo algunos de ellos:

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Crimen

La calma tensa de un tango moderno. “Crimen” no es solo una canción, es un lamento elegante, un disparo de melancolía con traje de gala. Esta canción, dolorosa y desarmada, le habla desde la vulnerabilidad al momento más íntimo en el que se le dice a quien se fue: “no estás y el tormento duele tanto, que podría morir en ello”.

El track 12 ganó un Grammy Latino y el pedestal que lo convirtió en una de las canciones más coreadas en la carrera del cantautor. La frase “otro crimen quedará sin resolver”, suena como una profecía que aún nos quema, pues afirma la postura del victimario como el asesino perfecto, ese del que, aunque conoces su historial, no te atreverías a denunciar nunca. El síndrome de estocolmo más puro.

“Mi ego va a estallar, ahí donde no estás”, en definitiva y desde mi perspectiva, esta es la frase más poderosa de la canción. ¿Te has visto alguna vez recostado en tu cama, preguntándote cuántas heridas tienes que sanar y lo cansado que tienes el corazón, la mente y el cuerpo? Heridas sociales, emocionales, las físicas provocadas por tu propio abandono y que, además, tienes que resolver por algo que tú ni siquiera querías soltar. De ahí viene la frustración del duelo no lineal, ese que te lleva como brisa y a veces como tornado.

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Adiós

Históricamente, no hay canción más dulce y más demoledora al mismo tiempo. “Poder decir adiós es crecer”, ¡pero qué paradójicamente incendiario! La frase, que de hecho fue escrita por Benito Cerati, hijo mayor del rockstar, es, probablemente, una de las frases más tatuadas del rock en español. Pero más allá de la frase, hay una vulnerabilidad tan desnuda en la voz de Gustavo que dan ganas de abrazarlo a través del tiempo.

“No es soberbia, es amor”, así de fácil. En esta canción Gustavo y Benito empatizan con el proceso, abrazan el duelo y reconfortan lamiendo la herida en una etapa donde ya no sangra, pero aún arde con el viento.

Me quedo aquí

Esta canción ocupa el puesto seis del “Ahí vamos”, y, quizá por coincidencia (aunque con Gustavo nunca se sabía), fue colocada ahí debido a que este número generalmente se asocia con la armonía, el equilibrio, la familia, el amor, la responsabilidad y la belleza.

Me quedo aquí, es una canción poderosa, incendiaria y de amor desnudo. ¿Alguna vez te has acercado a alguien a quien amas con la suficiente humildad para pedirle que no se vaya luego de haberlo herido? Entonces entenderás por qué “el misterio es contradicción”.

“Terco como soy, me quedo aquí”, esta frase no viene desde la obsesión y mucho menos del tan popular “migajerismo” del que tanto se habla hoy en día; viene desde la lucha, la real, esa que solo el amor verdadero detona y exige.

Actualmente, me atrevo a decir que el romanticismo comenzó a morir cuando muchos asumieron que para amar mejor había que amar menos, y, con mucho respeto para aquellos quienes lo compartan, me encantaría compartirles una frase que he llevado como bandera desde hace muchos años: “en esta vida y para todo, mejor intensos que tibios”. Los errores los cometen solo los que lo intentan y “Me quedo aquí” habla de tomarlos, confrontarlos y domesticarlos.

Lago en el cielo

Lago es por mucho una de mis canciones favoritas. Interioriza, conecta con la emoción, le habla al anhelo y le ofrece, musicalmente hablando, un viaje revolcado en misticismo y suavidad.

Esta canción no se escucha, se nada. Es un incendio azul en el alma o un relámpago que llueve hacia adentro. Cerati, fue éter emocional y arquitecto de tormentas suaves, no escribió una canción: sembró una visión.

Este tema no se limita a hablarnos de amor: lo invoca como un espejismo líquido suspendido en el aire. El “lago en el cielo” no es un lugar, es un deseo suspendido entre lo imposible y lo sagrado. Una frontera luminosa donde los amantes, aún rotos, buscan flotar sin hundirse, sin caer, sin arder del todo.

Todo en la canción es un duelo de elementos. “Vamos despacio para encontrarnos” no es solo una invitación, es una plegaria. Como si el tiempo fuera una bestia que corre desbocada y solo el amor pudiera domesticarla. Como si la única forma de no perdernos fuera caminar a la velocidad del corazón herido y, en algún momento, encontrar a quien nos acompañe.

Y luego, las marcas. Esas huellas que no se ven pero se sienten al cerrar los ojos. Cada cicatriz es un poema que alguien escribió con las manos temblando, y Cerati las honra como reliquias. No hay rencor, hay aceptación: esas señales son la prueba de que se amó, de que se vivió, de que el cuerpo fue altar y campo de batalla.

El tiempo no corre: se deshace. “Es arena en mis manos”, confiesa, con una mezcla de urgencia y entrega. Hay algo en esa imagen que nos estruja: todo lo que importa se escapa mientras intentamos sostenerlo. Pero aun así, elegimos amar. Aun sabiendo que es frágil. Aun sabiendo que duele.

“Sos el paisaje más soñado y sacudiste las más sólidas tristezas y respondiste cada vez que te he llamado”, qué honor cuando el amor por alguien representa tanto.

Lo que pocos saben (y no se atreven a preguntar)

  • El disco originalmente iba a tener otro nombre. En las primeras etapas del proyecto, Cerati lo llamaba “Y lo que quiero es que pises sin el suelo”. Por suerte, eligió el implacable “Ahí Vamos”, que suena como una orden, una promesa y una amenaza a la vez.
  • El arte del disco fue diseñado por Alejandro Ros, también diseñador del arte de “Bocanada”. La portada lo muestra con los ojos cerrados y el pelo al viento, como si estuviera volando o a punto de estallar. Un símbolo de entrega total.
  • Gustavo lo grabó casi todo de pie. Quería sentir el cuerpo, mover la guitarra, habitar cada nota como si fuera la última. Esa energía física se siente en cada track, como si te estuviera gritando en vivo desde un escenario invisible.
  • No era su idea complacer a nadie. En una entrevista dijo: “No hice este disco para los fans de Soda, lo hice para mí. Pero si les gusta, mejor”. Y sí: nos gustó. Nos voló la cabeza.

“Ahí Vamos” como espejo generacional

Este no es un disco solo para fans de Cerati. Es un manifiesto de fuego para toda una generación que necesitaba recordar que el rock no había muerto, solo estaba dormido. Es un álbum que te acompaña en rupturas, despertares, noches de furia y mañanas de claridad.

Cerati logró algo que pocos pueden: ser clásico y moderno al mismo tiempo, crudo y poético, salvaje y delicado. “Ahí Vamos” no envejece porque está hecho con las fibras más íntimas de lo humano: el deseo, la pérdida, el renacer.

¿Y después qué?

Después de este disco vinieron más giras, más himnos, más noches inmensas. En 2010, mientras tocaba en Caracas, Gustavo sufrió el ACV que lo mantendría en coma hasta su muerte en 2014. Pero no vamos a hablar del final. Porque Cerati no terminó, Cerati sigue vibrando cada vez que alguien grita “Ahí vamos” con los ojos cerrados y el corazón latiendo fuerte.

Gustavo Cerati y el arte de incendiarse con elegancia

Ahí Vamos no es sólo un disco, es una herida que canta. Es ese momento en que te das cuenta de que vivir duele, pero también vibra. Es Cerati en su forma más desnuda y poderosa. Y aunque haya partido, nos dejó el mapa para encontrarnos en el caos: una guitarra, un verso y esa forma suya de decirlo todo sin apenas levantar la voz.