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Escuinapa: una presa de oropel y un pueblo que decae entre promesas incumplidas

El 18 de diciembre del año pasado, en temporada de posadas, AMLO viajó a Sinaloa, develó la placa inaugural y activó el interruptor de una presa fantasmal. Pese a su ubicación estratégica, Escuinapa se desmorona al ritmo de las imposiciones políticas.

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Del “nuevo Cancún” prometido en 2009, hoy en Escuinapa tenemos más problemas: explican a Crónica Juana Elizabeth, profesora de la localidad e integrante de la Red Ecologista de Escuinapa (REDES) y el arquitecto Ernesto Rivera

Del “nuevo Cancún” prometido en 2009, hoy en Escuinapa tenemos más problemas: explican Juana Elizabeth,  integrante de la Red Ecologista de Escuinapa (REDES) y el arquitecto Ernesto Rivera

No es el pueblo “refundido e incomunicado” descrito por el presidente Andrés Manuel López Obrador para justificar el retiro -¿o fracaso?- de proyectos turísticos y sociales. Escuinapa se ubica a unos 50 minutos del aeropuerto de Mazatlán y su antesala, a 20 kilómetros de distancia, es el pueblo mágico de El Rosario, antigua comarca minera aludida por Julio Verne, cuna de Lola Beltrán y sede de uno de los retablos de oro más impresionantes en el mundo.

Pese a su ubicación estratégica y accesible, pese a su cercanía con el mar, con la zona de marismas nacionales y 200 mil hectáreas idóneas para la producción pesquera, Escuinapa se ha ido desmoronando al ritmo de las promesas incumplidas de gobiernos de todos colores, de las imposiciones políticas y de las tretas oficiales para el desvío de recursos.

Pareciera aquel pueblo de Macondo delineado por Gabriel García Márquez, distraído y burlado con imanes e inventos extraños traídos por el gitano Melquiades.

De aquella “perla camaronera del Pacífico”, llamada así entre los años de 1970 y 1980 por el nivel de producción: unas mil 700 toneladas al año, ya queda poco. Hoy su producción anual de camarón no llega ni a 200 toneladas, aunque todavía es una de las principales fuentes de empleo, además de la siembra del chile picoso y de la industria del mango.

“Durante décadas hemos sido relegados. Se pedía apoyo para los turisteros, para los paseos en lancha, para los dueños de pequeñas fondas y la respuesta del gobierno federal siempre era la misma: ya les estamos dando millones de pesos para el Centro Integralmente Planeado de Playa Espíritu (CIP), no hay más dinero. Se canceló el proyecto y, ¿quién le dijo algo a todos los que aguantaron?”, pregunta Juana Elizabeth Rodríguez, profesora de la localidad e integrante de la Red Ecologista de Escuinapa (REDES).

“La 4T deshace todo y también nos deja a la deriva. Los políticos nos quedan debiendo, y mucho. Se condonaron por años los impuestos a la Federación porque vendría la bonanza, ¿dónde está y quién nos responde? Vino el cuento de las rifas y era el momento de que el municipio se negara al cambio de suelo o lo condicionara al pago de todo lo pendiente, pero no peleó, porque eran del mismo partido. El pueblo jamás ha tenido beneficios”.

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“La rifa hacía inviable la posibilidad de un desarrollo turístico planeado. Y si el premio se lo sacaba alguien con pocos recursos, ¿qué iba a hacer con el terreno?”, explica Arturo Santamaría Gómez, doctor en Sociología por la UNAM e investigador de la Universidad de Escuinapa.

De acuerdo con las constancias administrativas en el Ayuntamiento, cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador empujó la ocurrencia de los cachitos de lotería, el municipio accedió al cambio de uso de suelo hasta para 400 lotes frente a la playa. Lo hizo sin chistar y sin pago de por medio.

-¿El Escuinapa de 2009, cuando se prometió el “nuevo Cancún”, es el mismo de 2024? -se pregunta a la profesora.

-Estamos peor. Tenemos más problemas: un desarrollo urbano caótico, sin servicios básicos; escasez de agua al límite, el turismo se estancó y la pesca va en declive. Nuestro ecosistema está maltratado, sí, pero pesa mucho la incompetencia de las autoridades: construyeron una carretera en lo que conocemos como Valle de la Urraca, en Nayarit, y tapó el flujo del Río de las Cañas, que nutría el agua necesaria para el desarrollo del camarón. Llevamos años exigiendo un puente para restituir el paso del agua y recuperar un poco la actividad pesquera.

No le es ajeno el desdén con el cual AMLO se ha referido a Escuinapa.

“El presidente ha dicho que somos un pueblo refundido y, como tal nos trata: él y los anteriores. Viene el CIP y nos lo imponen; se quita, y nos lo imponen; viene la lotería, y nos la imponen; se rifan lotes y nos lo imponen”.

-Sólo arbitrariedades y caprichos de los gobernantes…

-Sí, nunca hay diálogo: haremos esto, ¿qué proponen? Estamos en el trópico y en la zona de marismas nacionales, pero no se le ha encauzado. ¿A quién se le tiene que hablar? Si es el presidente, si son secretarios de estado, si son diputados federales o locales es lo mismo, no entienden. Si no les hablas de votos o de negocios que a ellos les interesen, te ignoran. ¿Quieren que nuestra pesca, que las actividades productivas y que todo Escuinapa colapsen?

ANHELOS. -¿Le gusta aquí? -preguntó el arquitecto Ernesto Rivera Valdez, cara a cara, a López Obrador, en una de las visitas del mandatario a esta zona, al inicio de su gobierno.

-Sí me gusta, desde Nayarit hasta acá -respondió el tabasqueño conforme al relato del propio empresario. Aquella vez él y otros escuinapenses intentaron convencer al presidente de apoyar un proyecto local de ecoturismo, amigable con el medio ambiente, un sueño latente hasta ahora. Desde Palacio se optó por la lotería.

Ernesto Rivera se autodescribe como “arquimanguero”. Estudió arquitectura en la UNAM y trabajó junto al renombrado Pedro Ramírez Vázquez: su servicio social lo realizó en el diseño del Palacio Legislativo de San Lázaro. Hoy es cabeza de “Productos Rivera”, creada por su padre, y la cual exporta mango deshidratado a Estados Unidos, Canadá y Europa, y lo distribuye en todo el territorio nacional.

“Desde los años 60´s un grupo de doctores e innovadores de la región, entre ellos mi padre, idearon nuevas formas de fruticultura como el mango, apostaron por pequeñas huertas sobre la superficie de Escuinapa. No se equivocaron: el clima y la tierra eran las adecuadas. En 1970 salió la primera exportación de varios huertos de aquí, con mucho miedo, porque se hizo en un torton con lona, sin refrigeración, con rejas de madera, con una etiqueta pegada con engrudo que decía Rivera”.

-¿Y tuvo éxito?

-Sí, se logró pasar a Estados Unidos con ayuda de un amigo al norte del estado que ya mandaba naranja y que tenía una cámara de fumigación. El torton llegó a Guasave, se fumigó y atravesó todo el desierto de Sonora, era un riesgo, pero llegó. ¿Cómo no vamos a tener respeto por esta tierra y por los que nos antecedieron? Son los que también soñaron con un desarrollo turístico y con la presa Santa María.

MONTAJE. El funcionamiento de una presa para el riego de miles de hectáreas de producción agrícola, la generación de energía eléctrica y el abastecimiento de agua a la población, ha sido uno de los anhelos añejos en Escuinapa, El Rosario y la franja sur de Sinaloa. Un anhelo, hasta ahora, frustrado…

Como parte de su reiterada campaña para la compra de cachitos de lotería del sorteo de cientos de terrenos frente a la playa -la cual se extendió por más de año y medio-, López Obrador se comprometió a destinar todo lo recaudado a la construcción de la presa Santa María, ubicada en el cauce del Río Baluarte, el cual cruza el municipio de El Rosario. Marcó como plazo para la inauguración el mes de diciembre de 2023.

Aunque en múltiples ocasiones ha criticado la práctica política de inaugurar obras incompletas, López Obrador hizo lo mismo, conforme a los testimonios recolectados por estas tierras: se ajustó a la fecha estipulada y ordenó un montaje para el estreno.

El 18 de diciembre del año pasado, en plena temporada de posadas navideñas, viajó a Sinaloa, develó la placa inaugural y, de manera simbólica, activó el interruptor de una presa fantasmal… Carecía de módulos para el riego y de turbinas para la generación de energía eléctrica. Hoy la situación continúa igual, a casi cuatro meses de aquellas hurras ficticias.

“Dios quiera nos lleguen a resolver, porque la presa beneficiará a  más de 700 mil personas, desde Mazatlán hasta Escuinapa. La diferencia cuando se tiene agua es del cielo a la tierra. Antes era un sueño, ahora se ha convertido en una necesidad imperiosa, para aumentar la productividad de granos y hortalizas, pero sobre todo para la población”, dice Rivera.

-¿Siguen confiando en las autoridades? Se han topado una y otra vez con promesas al aire…

-Autoridades van y vienen. Y, como decía mi padre, dan bandazos. Nosotros lo que ilusionamos es una mejoría en la vida de nuestra comunidad y de la región.

-Se dijo que todo lo recaudado en los cachitos sería para la presa…

-Fue prácticamente nulo. Trataron de rifar y no pudieron, porque no les dieron los números. No pegó. A los poquitos que ganaron se les ha tenido que enmendar. Sé que avanza el proceso. Lo importante es que no se detenga lo de la presa, porque ha habido muchos sacrificios: la comunidad de Santa María tuvo que moverse por completo; debieron dejar su iglesia y su cementerio, y aunque les hayan dado condiciones más favorables, no deja de ser un ombligo enterrado.

A pesar de los fiascos gubernamentales, no cesan las inquietudes y esperanzas en esta región sureña donde el uso de la bicicleta es tradición ancestral, considerada origen de la gastronomía sinaloense: tamales barbones, tacos dorados de camarón, pescado zarandeado y tixtihuil (atole de camarón con maíz)…

“No sé hizo lo de Calderón, tampoco se dio la famosa rifa, ahora buscamos la oportunidad de desarrollar un turismo ecológico similar al de la reserva de Costa Rica: no con torres, sino con cabañas, no con explosión demográfica sino con recorridos para ver aves, ideado para quien busque el relax, un paseo en lancha, un paseo por Teacapán y la Isla de Pájaros, para comer pescado y camarón, y disfrutar el manglar. Ojalá, ojalá”…