Opinión

Y la ganadora del debate es…

No siempre se puede decir que el que calla, otorga. Pero el mutis de Claudia Sheinbaum ante las insistentes acusaciones de Xóchitl Gálvez contribuyó a desdibujar la imagen hierática que quiso mostrar en el debate anterior. La sonrisa sardónica le ayudó poco. La instrucción que traía para defender al presidente que la hizo candidata, se convirtió en estorbo. La candidata opositora conectó buenos golpes, aunque esa perseverante tarea les quitó centralidad a sus propuestas.

Cada quien tendrá su balance del debate de anoche entre los candidatos presidenciales. Si el mejor debatiente es el más agresivo y que mejor evidencia trapos sucios de su rival, el saldo habría sido favorable a Xóchitl Gálvez. Si el debate ha de juzgarse por la fidelidad a hechos y datos, la perdedora sería Sheinbaum que reiteró una mentira tras otra. Si, como sería deseable en una cultura de la deliberación pública, el mejor debate es el de quien presentó iniciativas más claras y viables, quizá el resultado de este encuentro tendría que promediarse entre los tres.

Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum/

Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum/

Archivo

Jorge Álvarez Máynez no se enzarzó en el pleito de las candidatas y tuvo, así, mayor margen para las propuestas. La insistencia para reivindicar logros en Jalisco y Nuevo León, gobernados por Movimiento Ciudadano, a ratos le impedía ofrecer una perspectiva nacional. Pero más allá de las propuestas, Máynez confirmó las suspicacias de quienes han considerado que su candidatura tiene el propósito fundamental de restarle votos al frente de oposición. A la candidata de Morena la llamaba “doctora Sheinbaum”, con enfática deferencia. A Xóchitl Gálvez se refería, igual que Sheinbaum, como “la candidata del prian”.

Gálvez etiquetó a su rival como “la candidata de las mentiras”. Sheinbaum confirmó ese mote en al menos una decena de temas. Aseguró, y no es cierto, que con el actual gobierno la deuda pública no creció. Además, la deuda del gobierno que ella encabezó en la Ciudad de México también aumentó.

La candidata de Morena dijo, entre otras cosas, que el Aeropuerto Felipe Ángeles está lleno (¡), que los precios de las gasolinas no han aumentado, que en la CdMx no hubo reconstrucción de viviendas después del terremoto de 2017. Hay evidencias para desmentir cada una de esas afirmaciones.

Xóchitl Gálvez dejó ir sin réplica algunas de esas falsedades porque tenía preparadas otras imputaciones. Acusó a Sheinbaum de que una empresa suya se benefició con apoyos del gobierno durante la pandemia, cuando un millón y medio de empresas tuvo que cerrar. Le recordó a la candidata oficial el dinero que su entonces esposo recibió del empresario Carlos Ahumada, los recursos que según se ha dicho depositaron miembros de su familia en paraísos fiscales, la casa en Tlalpan de la que se hizo propietaria merced a un procedimiento heterodoxo. “Es una empresa de 30 trabajadores que tenía mi papa y él ya falleció”, “ya lo aclaré”, “mi familia siempre ha pagado impuestos” replicó a regañadientes pero sin desmentir, la candidata de Morena.

Gálvez se mostró agresiva —quizá demasiado para quienes esperaban mirar un debate y no una reyerta— cuando le ofreció a Sheinbaum una muestra de agua contaminada recogida en la CdMx (“la cientifica le da a los habitantes de la ciudad agua con heces fecales”). Incómoda con esas acusaciones, Sheinbaum cambió su guión y comenzó a llamar “la corrupta” a la candidata del frente opositor. Cuando le achacó que en la alcaldía Miguel Hidalgo, durante su gestión, se construyeron edificios irregulares, a Gálvez le bastó recordar que las autorizaciones las entrega el gobierno de la Ciudad de México (que encabezaba López Obrador).

Empeñada en descalificar a su oponente, Gálvez le llamó “narcocandidata”. No justificó ese apodo, que fue resultado de su disgusto más que de una definición previa. Al comienzo, Gálvez había mostrado la camiseta que algunos fanáticos de Morena difundieron con una imagen de la Santa Muerte y la exhortación para no descalificar a López Obrador. Esa ilustración da cuenta de la descomposición moral y del mal gusto que se han extendido en el partido oficial, pero no es evidencia de compromiso con los narcos.

Sheinbaum falló al querer justificar la reciente reforma que entrega al gobierno fondos de Afores privadas y que Gálvez había denunciado con un robo. Es para “que te puedas ir pensionado con tu mismo salario si ganas el salario medio del IMSS” dijo frente a la cámara, intentando hacer campaña con esa decisión pero sin explicar cómo funcionará esa enorme bolsa de recursos que ha sido propiedad de trabajadores que ahorraron para su jubilación.

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Ordenada y sistemática al comienzo, la candidata de Morena seguía sus notas pero resintió las impugnaciones de Gálvez a las que no pudo simplemente ignorar. En sus alocuciones de más fondo había un enorme hueco que su rival dejó sin señalar. Sheinbaum, igual que su mentor, subraya obsesivamente el “fracaso del neoliberalismo” pero se olvida de que llevamos seis años bajo un gobierno que, pretendidamente, es de otro signo. Hace tiempo que dejó de ser verosímil el reclamo a gobiernos de otros decenios sin hacer un balance del pasado reciente, en la etapa gobernada por el actual presidente.

Las evasivas de Sheinbaum pesarán más que sus propuestas. Ante la insistencia de Gálvez para que respondiera a los señalamientos sobre los negocios de los hijos de López Obrador solamente dijo “no creo que valga la pena”.

La candidata de oposición se esforzó para señalar incongruencias en la capacidad de Sheinbaum para superar la pobreza de los mexicanos, impulsar el desarrollo y defender el medio ambiente. “Se te cayó el Colegio Rébsamen, se te cayó el Metro, el tren interurbano… No vas a ser presidenta, se te caería el país”, le espetó, en un intento de difícil eficacia en vista de la polarización de los ciudadanos. Si el voto de la mayoría ya está definido, es poco lo que puede modificar un encuentro como el de este domingo. Pero aún faltan cinco semanas para la elección y está pendiente el tercer debate.