Opinión

Crónica de un viaje a las entrañas de Malolandia

Crónica de un viaje a las entrañas de Malolandia

Crónica de un viaje a las entrañas de Malolandia

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Hace unos días decidí conocer a los habitantes de una tierra de la que había leído mucho pero que necesitaba visitar de primera mano. A mí desde ninguna mañanera me iban a decir cómo eran esos seres que los “chairos” se empeñaban en deformar grotescamente, actuando como zombies sin criterio propio bajo los dictados de un Mesías Tropical que los tiene hipnotizados y los domina con la mente, según explican, en envidiables tratados, los reputados intelectuales de Malolandia.

Antes de emprender el viaje se me fueron acumulando las preguntas: ¿Realmente los habitantes de esa sufridísima comarca eran tan malos como los tuits que escupían fuego como el dragón decapitado por San Jorge desde cuentas propias o alentadas por el panismo? ¿Era posible que su sufrimiento alcanzara límites tan desgarradores que convertían en cataratas de lágrimas a sus muros de Facebook? ¿Sus niveles de razonamiento y capacidad persuasiva eran tan incomprendidos porque el “gran polarizador” tenía dominada a la opinión pública a cambio de algunos puñados de croquetas?

Bien abrigado, unos buenos googles, un cubrebocas N 95, un termo de café y un gel antiviral del que periódicamente eché mano, me di a la tarea de recorrer algunos parajes de ese lugar. No por obvia, debo omitir esta primera observación: Malolandia existe, mis valedores, como diría el gran Tomás Mojarro. Transcribo algunas notas de mi libreta.

Campamento fantasma en Malolandia

Caminé por una plancha histórica que tenía unas casitas de campaña con cuadros de la Virgen Morena. Desde tiempos remotos, algunos malolandeses la utilizaban como símbolo del pensamiento reaccionario pese a que la propia guadalupana protestaba desde el cielo por el mal uso que algunos de sus feligreses hacían de ella. Un tercio de aquella plancha se encontraba ocupado por el campamento fantasma. ¿Por qué fantasma? Quiso la casualidad que durante mi caminata pudiera observar a lo lejos como una cuadrilla de empleados del servicio de limpia se diera a la tarea de levantar el campamento:

–Pero qué barbaridad –le dije a uno de ellos– ¿Es de demócratas y republicanos hacer esto señor basurero?

No hubo necesidad de obtener respuesta. ¡Las casas estaban vacías! Se trataba de un campamento fantasma financiado por el generoso empresario Claudio Zeta González, cuyo retrato podrán apreciar quienes tienen la fortuna de contar con la versión impresa. Ya había yo leído de las casas vacías con las que hacía negocio el vociferante líder de una organización, también fantasmal, llamada Frena que a través de su líder sableaba al citado empresario y a otros demócratas aglutinados en una agrupación política cuyos personajes pusieron todos los huevos, la mayoría de buitre, en una canasta llamada Va por Malolandia.

Minutos después, de los hoteles que rodean a la citada plancha, salieron personajes con los extinguidores de sus cuartos y dispararon su contenido contra el personal de limpieza que era resguardado por policías. Después, con altavoz en mano, una desagradable señora arengaba a tres o cuatro pelados pero fue demasiado para mí. En ese momento pensé que lo mejor sería alejarme unos metros del lugar.

Infodemia en Malolandia

El viento soplaba recio y del camión de la basura volaron las páginas de algunos diarios. Atrapé bajo mis pies una nota titulada: “Presidente muy grave, tiene embolia cerebral”. Eran las ocho columnas de cierto pasquín llamado Punto por Punto, la firmaba un tal Bermúdez, más no el perro merecedor de todos mis respetos. De ella alcancé a leer: “Pues que siempre no tiene Covid-19 aunque si se encuentra grave de salud el presidente Andrés Manuel López Obrador, toda vez que sufrió una embolia cerebral cuando regresaba de su reciente gira de trabajo, situación que le obligó a ser trasladado de emergencia por sus acompañantes al Hospital Central Militar. Por tal motivo, no sale en público ni en fotografías ni mucho menos ha utilizado sus redes sociales y la información se ha guardado celosamente entre su gabinete y médicos que le atienden. El diagnóstico ya fue filtrado y ahí se transcribe que derivado de la embolia o «ictus», AMLO tiene parálisis facial, tampoco puede mover el brazo ni la pierna derecha, por lo que tiene dificultad para hablar, caminar e incluso para ver. Los informantes aseguran que Andrés Manuel ya había sufrido tres infartos en lo que va de este mes.” Qué creativos son estos cabrones de Malolandia, me dije después de leer las últimas líneas de la columna de marras: “Habrá que esperar las reacciones de mañana viernes de la Bolsa Mexicana de Valores y sobre todo de la paridad del peso-dólar, así como del gabinete de seguridad nacional. Hoy estamos en Alerta ROJA porque el Presidente «está enfermo» y resuenan los tambores de guerra.”

Un amable trabajador de limpieza me dio las gracias por evitar que volara la basura y tras leer el título de la nota sostenida con sus guantes de carnasa, me dijo divertido: “Estos cabrones de plano piensan que uno es pendejo o qué. Por eso les vamos a dar palo en el 2021, concluyó socarrón alzando su escoba de vara.”

Comedor de tacos de Malolandia

Caminé por varias horas en calles casi desiertas. En los escaparates de un par de librerías sobresalía el betseller del momento: “Un daño irremediable”. En la portada, onda Alarma!, se veía a un ojeroso y malhumorado subsecretario de salud y en letras rojas se destacaba una morbosa probadita del contenido, inoportunamente retractilado con película en la que suele vivir más el bicho. Lo firmaba una dentista avalada por la “comunidad” científica de Malolandia. Pobres bosques, pensé al calcular las páginas del mamotreto, qué culpa tienen. Sentí escalofrío, abrí mi termo y le di un sorbo a mi café. Comenzaba a clarear cuando la tripa me crujió.

Afortunadamente se acababa de instalar un puesto de tacos de mixiote y pedí tres para aplacar la solitaria.

A la sana distancia, alzando con timidez su cubrebocas vi nada más y nada menos que a Ricky Riquín filmando un spot. Doy fe de que además de no saber cómo se come un taco, el suyo era de utilería. Pagué la cuenta, me froté las manos con gel, me volví a poner el cubrebocas y regresé a mi casa.

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Letras al pie

La imagen que acompaña a este texto se titula “Teenager” (2009), se trata de un pastel de 41x28 cm del talentoso artista plástico Carlos Pérez Bucio que próximamente será entrevistado en Perro Mundo.

dgfuentes@gmail.com