Opinión
Carmen Aristegui y Loret de Mola
David Gutiérrez Fuentes

Carmen Aristegui y Loret de Mola

La semana anterior, si consideramos su inicio a partir del lunes y no del domingo, estalló un asunto que acumulaba pólvora desde la antepasada: las tensas relaciones entre el presidente y algunos periodistas. Me voy a enfocar en dos que son muy diferentes pese a lo que digan los odiadores de siempre: Carmen Aristegui y Loret de Mola.

Carmen Aristegui y Loret de Mola

Descripción de la imagen

Carmen Aristegui

A Carmen Aristegui la empecé a dejar de escuchar de manera intermitente desde antes de la “restructuración” de las mesas de debate, cuando muchos pensaron que en atención al derecho de información de un segmento de público que ha ido perdiendo, emprendía el cambio, incluso antes que el presidente la metiera en el mismo paquete de los lópez dórigas o los loretes considerándola como un ejemplo a seguir.

Hace dos años, después de una carta y varias críticas en su buzón de voz, la periodista pretendió darle un giro a su programa que no funcionó. Por redes y conversaciones, algunos amigos consideramos que ese espacio se estaba agotando y se mimetizaba cada vez más con muchos de los que hay en el cuadrante de la radio.

Es decir, desde hace más de dos años la audiencia que salió a las calles cuando fue censurada mediante distintas modalidades, primero en W Radio y luego en MVS, empezó a dejarla de oír. Algo similar puede decirse de periodistas que la apoyaron desde sus espacios en ambos contextos: la dejaron de tomar como referencia.

Recuerdo que cuando los integrantes de la mesa de los lunes eran Sergio Aguayo, Denisse Dreser y Lorenzo Meyer yo consideraba que “si hubiera un equipo de nado sincronizado entre los debatientes de los lunes en Aristegui Noticias perderían por culpa de Lorenzo Meyer.” Algo similar nos sucede a muchos con el programa de Once TV: Primer Plano.

Pero qué está sucediendo con Aristegui Noticias. La primera razón es la audiencia de las propias mañaneras que comienzan a la misma hora. Otra más podemos encontrarla en la alianza de su marca con Radio Centro que casi coincide con el cambio de régimen. Antes de que el presidente le colocara la etiqueta de conservadora, comenzó el inicio de la crisis de radioescuchas que enfrenta la periodista en relación con otros momentos en los que no tenía rivales.

Otra es la falta de autocrítica. Si existen señales de que el público que le era fiel se está mudando a otros espacios se hacen los ajustes que se tengan que hacer para equilibrar los contenidos, tampoco se trata de que su programa se convierta en uno que le aplaude permanentemente al presidente como éste quisiera. De hecho, la primera competencia, y eso no es más que un decir porque los horarios eran distintos, la tuvo la propia periodista en la Octava durante los meses en los que Julio Astillero le abrió el espacio a un abanico de periodistas cuyos programas podían fácilmente ser recuperados en las redes sociales. Algo que en el caso de Aristegui Noticias es verdaderamente tortuoso hasta la actualidad.

Para ser sincero, Julio Astillero y Los Periodistas fueron competencia directa de Carmen Aristigui junto con otros de menor audiencia pero de alta calidad informativa como Rompe Viento TV, y ninguno es complaciente con AMLO. De hecho la comunicadora le pidió a Ernesto Ledesma, uno de los conductores de Momentum no invitar a Lorenzo Meyer ni a Fabrizio Mejía a su programa. Porque, en efecto, lo consideraba su competencia. Si pensamos en cuestión de contenidos, gestión de la información y la opinión, ninguna de esas emisiones tiene que ver con lo que ahora es el programa de Carmen Aristegui más allá de los lamentables balcones presidenciales.

Loret de Mola

Este caso es absolutamente diferente, no son lo mismo Carmen Aristegui y Loret de Mola, enemigo público número uno de AMLO que recibe millonarios ingresos por trabajos mal hechos. Ese patológico aunque bien pagado odio al presidente viralizó la etiqueta «Todos somos Loret» entre un segmento de odiadores incapaces de entender que el México que quiere reforma eléctrica y una distribución más equitativa de los ingresos públicos tiene cada vez menos espacios de información a pesar de ser mayoría. Ahí está el verdadero punto.