Opinión
Luis Garzón: minibiografía autorizada
David Gutiérrez Fuentes

Luis Garzón: minibiografía autorizada

Conozco a Luis Garzón desde que René Avilés Fabila lo invitó a colaborar en el suplemento cultural El Búho. Desde hace como dos meses lo entrevisté y al repasar la entrevista me di cuenta de que lo que tenía entre manos era una minibiografía del artista plástico que comparto con ustedes.

Especial

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Origen es destino… empedrado

Desciendo de una familia de profesionistas por el lado paterno metidos en la cultura y la política que con frecuencia van ligadas. Mi bisabuelo fue director de la Orquesta de la ciudad de Oaxaca en tiempos de Porfirio Díaz, en los veinte mi abuelo fue gobernador interino y rector de la Universidad de su estado, Veracruz, entre sus hijos hubo un político, una periodista y un sobrino que en épocas más recientes fue también rector de la Universidad Veracruzana. Eso influyó directamente en mi formación. Fuimos seis hermanos, de catorce hijos que tuvo mi padre, soy el segundo de mi madre, mujer jovial, alegre pero víctima de arterioesclerosis, enfermedad que la inválido por nueve años hasta su muerte. Mi padre, abogado de profesión hijo de un político prominente y ahijado de don Adolfo Ruiz Cortines no pudo incursionar en el sector público por tener un carácter explosivo aunque también era bonachón. Su labor estuvo inclinada a la atención de su despacho jurídico.

La influencia de Alberto Híjar

Estando mi madre enferma mi padre se alejó de la casa. Nunca nos dejó de apoyar económicamente, pero estableció otra relación familiar y nos dejó “sueltos”. De sus seis hijos cinco se hicieron profesionistas y yo, cuando terminé la secundaria tenía muy claro que quería estudiar artes plásticas. Me acerqué a mi padre para que me ayudara a cumplir mi deseo y él, aferrado a que eso era para drogadictos, homosexuales y degenerados, nunca me brindó su apoyo al grado de que me dijo, bueno, si no quieres estudiar ponte a trabajar. Tuve la suerte de trabajar en un espacio donde el responsable era Alberto Híjar, crítico de arte, hombre de izquierda, quien me brindó su apoyo y amistad. Ahí conocí a mucha gente del medio literario y artístico como el estridentista Germán List Arzubide y a personajes prominentes de nuestra cultura. Desde luego que en ese ambiente me aferré más al tema de las artes plásticas.

Alberto Híjar fue acusado y encarcelado por “conspiración contra el gobierno”, delito que fue desvirtuado poco después. Era la época en la que Porfirio Muñoz Ledo fungía como secretario del trabajo y se creó Conacurt (Consejo Nacional para la Cultura de los Trabajadores). Ahí conocí al poeta Dionicio Morales, Abigael Bohórquez, a Héctor García y a otro grupo nutrido de gente de la cultura. Antes de ser detenido, Alberto Híjar me había invitado a participar en una escuela preparatoria y me conminó a integrarme al grupo del maestro pintor oaxaqueño Arnulfo Aquino. Se organizaron una serie de actividades culturales y con ellos participé en el mural de la EPA (Escuela Preparatoria Activa).

La formación de izquierda

La EPA tenía un fundamento teórico marxista, que en esos tiempos eran el pan de cada día y aproveché para retomar los estudios. Desde joven estuve contra la situación política de México y a favor de los movimientos que la combatían. En el plano electoral siempre apoyé las posibilidades de cambio, primero con Cuauhtémoc Cárdenas y cuando ganó López Obrador la presidencia obviamente yo soñaba con que fuera él el presidente. Es decir, no he cambiado, sigo siendo el mismo. Creo en el cambio, creo que es algo que no se da de un día para otro porque los cambios radicales en política como la Revolución, sólo se dan con movimientos violentos y no es lo mejor que uno quisiera. Los cambios también pueden ser pacíficos, la gente egoísta se puede dar cuenta de que si acepta que la distribución económica sea más equitativa la situación del país será mejor para ellos también. Los que tienen todo quizá tendrían un poco menos pero eso nos daría una situación mucho más estable y tendríamos una sociedad relativamente más sana como sucede en algunos países de Europa.

Yo siempre he sido bastante relajado. Aunque no les doy la vuelta, tampoco me gustan los conflictos. Es decir no dejo pasar las cosas, pero tampoco ando en busca de problemas. Siempre he tratado de ser una especie de mediador entre personas o situaciones de conflicto. Por eso soy partidario del cambio pacífico de conciencia en beneficio de una transformación política para todos.

Un curioso accidente de caballo

Durante mi periodo de estudiante en la EPA me casé, tuve una hija y al terminar la preparatoria busqué un trabajo fijo para poder resolver mi situación económica y familiar. Poco después vino mi hijo. Trabajé muchos años como burócrata en la Secretaría del Trabajo. Tras sufrir la caída de un caballo, me llegó como una ráfaga un pensamiento: podía haber muerto en ese accidente, yo, que quería ser artista plástico y aún no lo conseguía. Como pude me paré. Incapacitado por el accidente me dediqué a buscar el Taller de la Gráfica Popular. Me integré al taller primero como alumno y después de dos años, a invitación del maestro José Sánchez que era el impresor del taller y con el apoyo de los demás incluido el de su director Jesús Álvarez Amaya, que no había dejado entrar a nadie desde hacía varios años, me permitieron hacerme miembro. Ya como integrante activo participé en varias de sus actividades. Ahí conocí al actor y entonces director del Salón de la Plástica Mexicana, Carlos Bracho, porque él iba a visitar a Álvarez Amaya y comprar obra y en una de sus visitas me invitó a ser parte del Salón.

El Caracol Púrpura

Tres años antes de salir del Taller de la Gráfica Popular, concluí mi actividad burocrática y me pensioné. Cuando vi en el horizonte la posibilidad de dedicarme de tiempo completo a las artes plásticas me clavé todavía más en el taller. Un buen día Bárbara me dijo que el maestro Amaya le había solicitado la renuncia y yo ya tenía muchos conflictos con él, así que también decidí retirarme porque el impresor que era mi amigo ya había fallecido, ya nada me retenía ahí. Entonces Bárbara me preguntó, en esa época me hablaba de usted, “oiga por qué no ponemos un taller, usted en la cuestión técnica y de apoyo a los maestros y yo en la cuestión administrativa”. Y así, casi de un día para otro, nació el taller de gráfica Caracol Púrpura.

Cuando mi hijo tenía como dos años me divorcié, así que pasé cerca de quince años como soltero, sin mucho apuro ni muchos sueños pero con mucha suerte porque pude ingresar al Taller de la Gráfica Popular y conocer a Bárbara. Cuando salimos ella también tuvo conflictos en su relación marital. Después de inaugurar el Caracol Púrpura y ya tras cierto tiempo de que el taller tenía una actividad fructífera nos acercamos más y establecimos esta relación y esta empresa que ya tiene veintidós años.

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Letras al pie

En el taller de Luis Garzón y Bárbara Huerta se han formado muchos artistas y maestros impresores, además de que en él han confiado su trabajo artistas como José Luis Cuevas, Gerardo Cantú, Guillermo Ceniceros, Leonel Maciel, Nicolás Moreno, Octavio Bajonero, Carlos García, Carmen Parra, Martha Chapa, Inda Sáenz, Rocío Caballero, Cynthia Martínez, Amador Montes y Julio Chico, entre una larga lista. La imagen que ilustra este texto es un autorretrato del biografiado.