Opinión
Perros 3: Trufa
David Gutiérrez Fuentes

Perros 3: Trufa

Sigo con estas divagaciones sobre perros, que no tienen orden ni siquiera secuencial porque antes de Perros 1 y 2, que en algún momento escribí, le dediqué textos a mis bóxeras y en múltiples líneas las huellas de estos cuadrúpedos que coevolucionaron con nuestra especie y quizá con otras anteriores de cazadores recolectores, se cuelan por mi teclado. Para este domingo de rélax le abrí la cancha a Trufa, nuestra cóckera, inteligentísima y consentida, que el miércoles pasado me sacó un susto.

El can Trufa

El can Trufa

Antes del susto

Henry, un cuyo de una de las primas de mis hijas, nos fue encargado por algunos días. Lo devolvimos pero desde entonces la menor de ellas cada que podía me pedía que le comprara uno de esos roedores. En algún momento de distracción de hace diez u once años me lanzó un reto al que le dije posiblemente que sí: “¿Si me aprendo las tablas de multiplicar me regalas un cuyo?” Se aprendió las tablas y no dejó de insistirme sobre el cuyo hasta que venturosamente unos vecinos súper animaleros nos dijeron que su perra Wendy, una cóckera que tiene trece años con ellos, estaba preñada. Nos ofrecieron uno de los cachorros y con esa peluda moneda de cambio convencí a mi hija que conoció, escogió, cargó y bautizó a nuestra chorejona desde antes de su destete.

Inteligencia social

“Los perros eran empleados para cazar y luchar, y como un sistema de alarma contra las bestias salvajes y los intrusos. Con el paso de las generaciones, las dos especies coevolucionaron para comunicarse bien entre sí. Los perros que estaban más atentos a las necesidades y sentimientos de sus compañeros humanos recibían cuidados y comida adicional, y tenían más probabilidades de sobrevivir.

Perros 3: Trufa

Descripción de la imagen

“Simultáneamente, los perros aprendieron a manipular a la gente para sus propias necesidades. Un vínculo de 15.000 años ha producido una comprensión y afecto mucho mayores entre humanos y perros que entre humanos y cualquier otro animal.”

Con estas palabras basadas en el libro de Brian Hare: The Genius of Dogs: How Dogs Are Smarter Than You Think, Yuval Noah Harari nos describe parte de la historia de un vínculo milenario basado en la inteligencia social.

A diferencia de nuestros perros medianos, decidimos que Trufa tendría permitido estar dentro de casa y cuando quisiera salir al patio o al jardín podría hacerlo. Como buena cóckera se adaptó a sus hermanas grandes y salvo un pleito en el que midió fuerza con una bóxera, se ganó el respeto de la manada y estableció la dominancia, que sólo en ciertos momentos de peligro depositaba en la bóxera.

Además del instinto de caza nato por su raza, el temperamento de la cóckera no es el de un perro zalamero. Le encanta que la acaricien pero su oído, olfato y vista siempre están alertas. Distingue los sonidos de los autos hasta treinta metros de distancia. Esto lo descubrimos cuando sin motivo alguno aparente empezaba a ladrar y minutos después llegaba alguno de nosotros.

Entre las palabras que distingue con claridad son pájaro, tortuga, puerta, ratón, gato, patio, lagartija, jardín, agua. Con cada una de ellas establece relaciones peculiares. Si le digo gato, sale disparada a la ventana que colinda con el jardín donde habitualmente nos visita un lindo gatito que eriza a mi jauría y después se trepa por los árboles dejándola fúrica, con el diente hosco porque un tigrillo osó penetrar sus territorios. Si le decimos pájaro y estamos de paseo alza la vista para buscarlo. Nos ayudó varias veces a sacar ratones intrusos y si por casualidad presumimos una nueva visita después de la frase “Tuti (apelativo de su nombre que también reconoce) ratón”, se dirige a la cocina y al cuarto de servicio a olfatear rincones con aguda propiedad para iniciar el proceso de expulsión o bien descartar posibles visitas. Aunque no es agresiva con los niños, se lleva mejor con los adolescentes o los adultos. Le encanta jugar con su pelota y tiene una habilidad para atraparla al vuelo al igual que los trocitos de comida que a veces le compartimos.

Nada en alberca y no teme revolcarse con las olas del mar. En ese sentido se parece mucho a Braco 1, mi primer cócker, aunque ella, a menos que sea invitada a chapotear, permanece fuera del agua.

Glotonería

Aunque mantiene su peso, es una perra que conserva el hambre de todos los canes y en ciertos descuidos agandalla. Hace como cuatro años, traje medio kilo de cecina de Yecapixtla que dejé en una bolsa del mandado sobre una silla de la cocina. A la mañana siguiente no quiso comer, algo rarísimo en ella y no paraba de beber agua. Al medio día descubrimos que estaba empachada de cecina. Por esos descuidos nos ha sacado sustos que han ameritado visitas al veterinario. La del miércoles pasado se encuentra en ese rango.

El susto

En el espacio de la casa que tiene destinado para hacer sus necesidades el miércoles pasado Trufa orinó con sangre. Tan pronto llegué de la calle la llevé al veterinario. Esa señal para mí es triste porque una de mis bóxeras orinó así antes de ser diagnosticada con una enfermedad incurable que le quitó el apetito y nos privó de su compañía en dos semanas. El veterinario le recetó antibióticos y le mandó exámenes de sangre, un ultrasonido y más tarde otro de orina. Aunque todavía falta un resultado, al parecer la afección del perro no es grave y tampoco tuvo que ver con una rebanada de pastel que se zampó por otro descuido de una cena que tuvimos el martes. No ha perdido el apetito, ni su templado humor y mucho menos su instinto protector.

Salud canina

El mejor regalo de navidad que tuve es saber que mi cóckera seguirá dando lata, aunque todavía falta un resultado. Me encantan los animales, pero desde que mis ancestros se dejaron manipular por los primeros perros, éstos son como mis hermanos.