Opinión

La prioridad sigue siendo la lucha contra la pobreza

A la denominada pobreza estructural, situación característica de grupos de población donde la pobreza se ha perpetuado durante generaciones, se añade actualmente un grupo diferente, los llamados "nuevos pobres".

Se trata de familias que no eran pobres hasta hace pocos años y para muchas de las cuales los progresos laboriosamente conseguidos por las generaciones anteriores se están perdiendo. Son sectores de las clases medias de los países que han entrado en fuerte crisis ante diversos embates. Entre ellos se hallan pequeños comerciantes e industriales que han debido cerrar sus empresas; personal despedido del sector público; profesionales cuyas oportunidades e ingresos se han deteriorado fuertemente; empleados públicos que han perdido parte significativa del valor real de sus ingresos; muchos de los informales que, como se ha señalado, presentan una situación inestable y de bajos ingresos, y jubilados cuyas rentas se han reducido fuertemente en términos reales. Son sectores en fuerte conflicto interno.

Por un lado, tienen diversos atributos propios de las clases medias: cultura, educación, en algunos casos viviendas heredadas, y aspiraciones propias de ese sector social, pero, por otra parte, el nivel de sus ingresos y su inestabilidad laboral los colocan por debajo del umbral de la pobreza.

La amplitud de estos sectores parece ser considerable. En Venezuela se estima que la clase media se redujo a una proporción limitada en los últimos 15 años. En Argentina, por lo que "los nuevos pobres que eran prácticamente inexistentes en 1974, pasaron del 4,2% en 1980 al 18,4% en 1990", y el proceso se ha seguido acentuando.

Realidades semejantes se observan en Brasil, México y otros países.

La unidad familiar está siendo redescubierta actualmente por las ciencias sociales. Junto a sus fundamentales funciones espirituales y afectivas, numerosas investigaciones han destacado las funciones clave que cumple en diversos aspectos del desarrollo. Se sabe ahora que buena parte del rendimiento educativo de los niños está fuertemente influido por las características de la familia. El grado de organicidad de la familia, el capital educativo de los padres, la posibilidad e interés de los padres en dedicar horas al seguimiento de los estudios de los niños y el nivel de hacinamiento de la vivienda muestran una clara correlación con el rendimiento educativo.

La organicidad de la familia y los modelos de relación entre los padres, y entre ellos y los hijos, inciden asimismo en aspectos clave como el desarrollo de la inteligencia emocional y de la capacidad crítica y creativa. La integridad de la familia incide asimismo en la salud.

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Estudios realizados en indican que los niños nacidos fuera del matrimonio tienen una tasa de mortalidad infantil mucho mayor y que los niños que no viven con sus dos padres presentan mayores alteraciones del desarrollo psicomotor.

Debemos resaltar el peso de la familia en las actitudes hacia la cultura y el arte, por lo que esta unidad eje de la historia humana y, como se advierte ahora, fundamental para el desarrollo, está atravesando graves problemas en la Región por el embate de la pobreza.

Los indicadores disponibles dan cuenta de diversos procesos de debilitamiento. Crece el número de familias incompletas que tienen al frente madres pobres y solas, que se estima superior a 20%. Se observa una resistencia a formar familias. Ante las incertidumbres económicas, se detecta una clara correlación entre el descenso del salario real y la disminución del número de matrimonios, aumentan los nacimientos ilegítimos y aumenta el número de madres adolescentes, que difícilmente van a conformar familias orgánicas.

La familia humilde se encuentra cada vez con más dificultades para proporcionar una infancia normal a los hijos. Está aumentando significativamente el número de niños menores de 14 años que trabajan. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en América Latina hay más de 17 millones de niños trabajadores, candidatos naturales a la deserción y a la repetición escolar. Aumenta también cuantiosamente el número de niños que viven en la calle, en la más absoluta miseria y sometidos a toda clase de riesgos. Son una expresión límite de la incapacidad del núcleo familiar para contenerlos apropiadamente y del fracaso de toda la sociedad en esta función básica. A todo ello se suma el ascenso de la violencia doméstica en la Región. Las estimaciones van de que el 50% de las mujeres de la región sufren violencia psicológica en sus hogares y al 35% violencia física. Uno de los factores implicados es el tremendo estrés socioeconómico que están experimentando numerosas familias ante el avance de la pobreza.

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Cuartoscuro

Luis David Fernández

Economista