Opinión

La próxima oposición

A partir de ahora que por fin tenemos certeza de los nombres de las dos candidatas y un candidato que participarán en las próximas elecciones presidenciales, muchas páginas se impregnarán de tinta con análisis sobre las posibilidades de triunfo de cada una y uno de ellos, de las intrigas al interior de sus equipos, de las especulaciones sobre quiénes formarían parte de sus gabinetes en caso de ganar, de las estrategias que desplegarán durante la campaña, entre muchos otros asuntos. De igual manera, los espacios televisivos, radiofónicos y digitales, estarán repletos de propaganda y spots que buscarán mover los sentimientos y convencer a partir de las emociones por encima de las propuestas.

Al cierre de las precampañas, el escenario en el que existe coincidencia es que Claudia Sheinbaum arranca como la favorita y detrás de ella aparecen Xóchitl Gálvez y Jorge Álvarez Máynez. Se pueden debatir diversas cuestiones como el tamaño de la ventaja de la puntera, las posibilidades de una remontada o el rendimiento que tendrá el candidato de Movimiento Ciudadano, pero lo indiscutible es que la candidata oficialista arrancará la campaña como la jugadora a vencer. En menos de cinco meses tendremos la respuesta a cada una de estas variables y conoceremos el nombre de la persona que habrá de gobernarnos por los próximos seis años – a menos de que en su camino se atraviese la revocación de mandato – y el tipo de proyecto político a partir del cual se trazará el futuro de México.

Xóchitl, Shienbaum y Máynez

Xóchitl, Shienbaum y Máynez

Fotos Cuartoscuro

Junto con todo lo anterior, el 2 de junio conoceremos cuáles serán los partidos políticos que estarán en la oposición y los nombres de quienes tendrán la responsabilidad de representar a las minorías. En cualquier democracia verdadera, el elemento opositor es tan importante como el gubernamental, pues en su existencia y pleno desarrollo estriban condiciones de la mayor relevancia, como el contrapeso al gobierno, la generación de opciones políticas y la posibilidad de la alternancia. Hace seis años, doce y veinticuatro años, México vivió una alternancia gracias a que el sistema político permitió y la realidad alentó la existencia de una oposición vigorosa que logró la hazaña de vencer al poder. Tras la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia de la República, pareciera que la oposición desperdició tiempo, esfuerzo, recursos e imaginación en lamerse las heridas y encerrarse en la negación. Hoy, la ventaja de Claudia Sheinbaum no solo es producto de la popularidad del presidente o de la operación político-electoral que se ha echado a andar desde el gobierno, sino también de la complacencia opositora que apenas hace unos cuantos meses decidió despertar.

Como cualquier contienda electoral, la de este año dará como resultado un gobierno y una oposición. No me detengo a reflexionar sobre lo que sería la oposición si Gálvez o Álvarez Máynez ganan, pues me queda claro que Morena, sus partidos aliados y quienes allí militan saben bien de qué se trata esta posición en el tablero político. Me preocupa, en cambio, lo que será del PAN, el PRI, el PRD y MC ante la posibilidad y probabilidad de encontrar en su destino electoral el incómodo papel que en los últimos cinco años no han sabido jugar. Es claro que ningún partido compite aspirando a ser opositor, pero en su estrategia electoral y planteamiento político es necesario asumir que esto es posible y se debe de estar preparado para ello. Sheinbaum, Monreal, Batres, Fernández Noroña y Delgado no piensan en ello, pero saben perfectamente lo que tendrán que hacer en caso de ser derrotados. ¿Xóchitl, Marko, Alito, Zambrano, Dante, Álvarez Máynez y Samuel comprenden el papel que les tocaría jugar en caso de no obtener el triunfo? Es probable que no.

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Insisto: quien participa en una contienda electoral no lo hace pensando en convertirse en oposición, pero considerar la posibilidad de ello y estar preparado es una responsabilidad política fundamental. Si la llamada Cuarta Transformación prorroga su mandato por seis años más, es indispensable que la próxima oposición esté a la altura a partir del primer minuto del próximo sexenio y no hasta el preludio del siguiente proceso electoral, pues la defensa de nuestra democracia, la subsistencia de muchas instituciones y la protección de nuestros derechos y libertades serán su principal responsabilidad.

Profesor de la UNAM y consultor político

Twitter: @JoaquinNarro

Correo electrónico: joaquin.narro@gmail.com