
Mientras muchos mexicanos se echan el chapuzón primaveral, una tensión más seria salpica la relación entre México y Estados Unidos. En medio de declaraciones encendidas y amenazas de aranceles por parte del presidente Donald Trump, se revivió un tema poco conocido pero crucial: el Tratado de Aguas de 1944.
Según este acuerdo, firmado hace más de 80 años, México debe entregar anualmente 431.7 millones de metros cúbicos de agua del Río Bravo a Estados Unidos, mientras que ellos nos entregan mil 850 millones de metros cúbicos del Río Colorado. Hasta ahí, todo parejo.
Pero este tratado opera en ciclos de cinco años, y permite ciertos ajustes en caso de sequías extremas, según se estableció en el Acta 234, firmada en 1969. Dicho acuerdo contempla que en caso de no poderse cumplir con el pago en un ciclo de déficit hídrico, se sumará al ciclo siguiente, no pudiendo acumularse en dos ciclos seguidos y que además el cobro debe hacerse al final del ciclo, no a estas alturas.
¿Qué pasa ahora? Que México acumula un adeudo que asciende a 1,504 millones de metros cúbicos de agua para octubre de 2025, y Estados Unidos ya presiona con amenazas comerciales. Pero antes de sacar conclusiones, hay que entender el contexto: desde hace tres años, México enfrenta una sequía histórica. Las presas internacionales Falcón y Amistad tienen un promedio de agua de 16.3%: 20% y 12% respectivamente.
El problema es que, si México cumple con el pago del agua, varios de sus propios distritos de riego, en especial en Chihuahua, se quedarían secos en pleno ciclo primavera-verano. Es como estar entre la espada y la presa vacía.
Esto no sólo afectaría la producción agrícola mexicana, también provocaría un daño en la seguridad alimentaria y en la economía de ambas naciones, igual que pasaría en los distritos de riego de Estados Unidos. En otras palabras: si uno se queda sin agua, ambas naciones perdemos.
¡No se puede obligar a lo imposible!
Además, aunque el Servicio Meteorológico Nacional de ambos países ha reconocido la sequía como “extraordinaria”, en México no hubo declaratoria oficial, en parte porque el gobierno federal eliminó el FONDEN, y con él, el respaldo legal para emitir ese tipo de declaraciones.
Lo más preocupante para los mexicanos es que, en un intento por evitar el aumento de aranceles a toda costa, el Gobierno de México anunció el pago inmediato de la deuda hídrica. Este compromiso ya encendió las alertas en estados como Coahuila, donde la Presa La Amistad —ubicada en el Río Bravo— pasó de extraer 18 mil litros por segundo a 120 mil, amenazando con pasar de 12% a 10%, niveles críticos. Al mismo tiempo, la disputa por el Río Colorado amenaza con dejar sin agua a Tijuana. Esta crisis confirma lo que venimos arrastrando desde hace años: necesitamos una política hídrica agresiva y de largo plazo. Urge tecnificar el riego, recolectar agua de lluvia y dejar de depender de acuíferos sobreexplotados.
Este no es sólo un tema de diplomacia o comercio exterior, es un tema de futuro: el agua que cuidemos hoy es la que evitará conflictos mañana.
Cantarito
El adeudo de México bajo el Tratado de Aguas de 1944 asciende a 1,504 millones de metros cúbicos de agua para octubre de 2025. Para darnos una idea, eso equivale a más de 64 millones de tinacos de 25 mil litros o a llenar 640 veces el Estadio Azteca.
Aunque Donald Trump amenazó con aplicar sanciones comerciales si no se paga, el tratado no establece castigos económicos ni aranceles por incumplimiento. Más que amenazas, lo que se necesita es cooperación, porque el agua no entiende de fronteras, pero sí de voluntad política.
*Secretario general de la Asociación Mexicana para la correcta Hidratación, AC