
El ideario del Gran Israel está en la base misma de la fundación del Estado está arraigado en pasajes bíblicos de la tradición religiosa judía y en reivindicaciones históricas. Más que nadie, algunos grupos extremistas israelíes justifican así la ocupación de los territorios palestinos y la anexión de partes del Líbano y Siria, pues los consideran Eretz Israel que tendría que abarcar a las antiguas Judea y Samaria (territorios palestinos) Galilea (Líbano) y hasta la ciudad de Damasco (Siria).
Figuras tan meediáticas del actual gobierno israelí, como el ministro Bezalel Smotrich, ejemplifican esta postura. En una entrevista con el canal público europeo Arte, afirmó que Israel se expandiría “poco a poco” hasta ocupar finalmente la totalidad de los territorios palestinos y más allá: “está escrito que el futuro de Jerusalem es expandirse hasta Damasco” (Middle East Monitor, 22/10/24). Otro ejemplo es Amichai Chikli, ministro de Asuntos de la Diáspora de Israel, quien publicó en su cuenta de X que, a pesar de tener bandera e instituciones políticas, el Líbano “no cumple la definición de país” y extendió esta opinión a Siria e Irak, lo que justificaría un “recálculo de la línea fronteriza del norte de Israel” pues “las fronteras son impuestas por el poder militar”.
Desde los primeros proyectos de un Estado judío a finales del siglo XIX, se esgrimieron argumentos religiosos relacionados con esto, pero en el contexto del sionismo moderno es útil recordar el llamado Plan Yinon, que fue un artículo titulado “Una estrategia para Israel en la década de 1980”, escrito por Oded Yinon, un periodista israelí y exasesor del Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel, que tuvo una gran influencia sobre la extrema derecha israelí y la política exterior del gobierno.
El plan argumenta que la región de Medio Oriente —Siria, Líbano, Palestina, Egipto, Turquía, Irak, la península arábiga—, está habitada por una gran diversidad de grupos étnicos y religiosos, lo que representa una oportunidad para debilitar a los Estados nación surgidos tras la caída del Imperio Otomano y aprovechar esta debilidad para ampliar el territorio israelí. El artículo también señala que esto era particularmente evidente en el Líbano y Siria, donde los enfrentamientos entre sunitas, chiitas, cristianos y drusos eran frecuentes.
Esta estrategia tenía precedentes. Documentos publicados en la década de 1980 por el New York Times, tras la apertura del archivo histórico israelí, revelaron una relación histórica entre grupos sionistas y la Falange libanesa cristiana desde 1948, cuando los falangistas pidieron ayuda israelí para organizar una insurrección con el fin de derrocar al gobierno libanés. Sin embargo, en esa época, la ayuda se limitó al envío de fondos para apoyar al partido cristiano (NYT, 03/07/83). Fue hasta la Guerra civil libanesa (1975-1990), que Israel apoyó ostensiblemente a la Falange, militar y económicamente, interviniendo en Líbano por primera vez en 1978.
Israel a partir de la guerra con Gaza, ha ocupado (como ya lo había hecho en 1982) parte del sur del Líbano desde su incursión terrestre contra Hezbolá, iniciada el 1 de octubre de 2024. A pesar de un acuerdo de alto al fuego que estipulaba la retirada del ejército israelí antes del 26 de enero, ésta no se concretó. Israel se niega a retirarse del Líbano, argumentando la amenaza que representa para su seguridad el grupo chiita, y ha ocupado de facto la franja de territorio libanés que se extiende desde la frontera eeentre esos países hasta el río Litani, una zona rica en recursos hídricos que abarca aproximadamente 850 kilómetros cuadrados. Una gran proporción si se recuerdda que líbano cuenta con 10 mil 500 kilómetros cuadrados”.
Una situación similar se observa en Siria. Tras el derrocamiento del régimen de Bashar al-Asad, Israel inició una serie de bombardeos en todo el país, dirigidos no contra las milicias, sino contra la infraestructura militar siria, dejando al país desprotegido ante intervenciones extranjeras.
Además, Israel ha ocupado militarmente la denominada zona de seguridad, establecida entre Siria e Israel tras la guerra de 1973, y ha mantenido reuniones con supuestos líderes drusos para persuadirlos de unirse a Israel. Esto, con el objetivo de unificar la región de mayoría drusa en el sur de Siria, que Israel dividió al apropiarse de los Altos del Golán. A cambio, ha prometido a la comunidad drusa la creación de una zona autónoma bajo control israelí, en consonancia con las directrices del Plan Yinon (BBC, 14/03/25).
Recientemente, se han producido enfrentamientos entre milicias sunitas que fueron opositoras al régimen de Al-Asad y comunidades drusas en contacto con autoridades israelíes. Estos enfrentamientos dejaron varios heridos, que fueron trasladados por el ejército israelí a hospitales en Tel Aviv. En este contexto, el primer ministro Nejamin Netanyahu ha declarado a Israel como defensor de los drusos (The Guardian, 02/05/25), en una nueva construcción ideologica de su régimen.
La anexión de territorios libaneses y sirios se traduce en una expansión para Israel de casi 60 mil hectáreas, para apropiarse de una de las zonas más fértiles y ricas en agua, desde las planicies del sur de Siria hasta las granjas de Shebaa.
En otro frente, el futuro de los territorios palestinos se presenta cada vez más incierto. Por un lado, la prolongada incursión israelí en la Franja de Gaza, que ha causado más de 60 mil muertes y ha dejado el territorio prácticamente inhabitable, ha entrado en una segunda fase con la denominada Operación Gedeón, que Israel planea ejecutar, según diversas fuentes, después de la visita de Donald Trump a la región, programada para el 13 al 16 de mayo de 2025.
Según el periódico The Times of Israel, la nueva estrategia contempla varios componentes, entre ellos, el aumento de las acciones militares y el desplazamiento de la población, con el desalojo completo de la ciudad de Rafah, que antes del acuerdo de alto al fuego de enero, era la zona más habitable y de seguridad y con los bombardeos e incursiones de Israel, se encuentra destruida. También se busca controlar la ayuda humanitaria mediante grupos paramilitares de empresas privadas, con el objetivo, según el gobierno israelí, de evitar que Hamás acceda a ella. Y en último lugar, iniciar la campaña de desplazamiento forzado de palestinos a otros países. Estas acciones indicarían la intención de Israel de ocupar Gaza de forma permanente.
En Cisjordania, el avance israelí continúa de manera gradual y con menor cobertura mediática, pero hasta la fecha ha provocado el desplazamiento de más de 40 mil personas, la muerte de 700, miles de presos y la aprobación de la construcción de nuevos asentamientos israelíes en territorio palestino. Además, las fuerzas de seguridad israelíes no han detenido las agresiones de los colonos que incendian, desstruyen cultivos y atacan comunidades palestinas para obligarlas a abandonar sus tierras.
En su discurso por el Día de la Independencia, el primer ministro Netanyahu declaró que el objetivo de la guerra en Gaza trascendía la recuperación de los rehenes en manos de Hamás, tomados een la brutal agresión de Hamas el 7 de octubre de 2023, apuntando a un fin mayor. Desde entonces muchas de las acciones del gobierno israelí aparecen como una estrategia para ocupar más territorio, como sucedió en 1967 luego de la Guerra de Seis Días, utilizando las crisis para alcanzar la extensión de lo que llaman la Tierra de Israel.
*Seminario Universitario de las Culturas del Medio Oriente. UNAM