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A partir de los 60 años, aproximadamente, la eficacia del sistema inmunológico disminuye progresivamente, fenómeno conocido como inmunosenescencia

Vacunarse después de los 60: salud, protección y calidad de vida

Vacunas. La vacunación en esta etapa de la vida permite prevenir muchas de estas enfermedades y sus consecuencias.

La vacunación es una de las intervenciones de salud pública más efectivas, económicas y seguras para prevenir enfermedades infecciosas. Sin embargo, su relevancia para la salud suele asociarse exclusivamente con la infancia. Son muy pocos los adultos mayores que reconocen la utilidad de la vacunación para protegerse de múltiples enfermedades e infecciones que, a su edad, pueden ser más severas, debilitantes e incluso mortales.

A partir de los 60 años, aproximadamente, la eficacia del sistema inmunológico disminuye progresivamente, fenómeno conocido como inmunosenescencia. Este proceso no solo aumenta la susceptibilidad a infecciones, sino que también disminuye la capacidad del cuerpo de responder frente a ellas. Las enfermedades infecciosas comunes, como la influenza, el herpes zóster o la neumonía, pueden convertirse en amenazas mayores para las personas mayores, provocando hospitalizaciones, complicaciones crónicas, discapacidad o pérdida de autonomía.

La vacunación en esta etapa de la vida permite prevenir muchas de estas enfermedades y sus consecuencias. Por ejemplo, la vacuna contra la influenza estacional, aplicada anualmente, reduce entre un 40% y un 60% el riesgo de hospitalización en personas mayores de 65 años. Además, se ha observado que quienes se vacunan contra la influenza tienen menos probabilidades de sufrir infartos o accidentes cerebrovasculares en caso de enfermar. Por otro lado, la vacunación contra la COVID-19 ha sido fundamental para reducir la mortalidad en adultos mayores: diversos estudios han documentado una disminución de hasta el 90% en hospitalizaciones y muertes tras el esquema completo y los refuerzos disponibles. A pesar de que muchas personas mayores ya cursaron esta enfermedad, la vacunación sigue siendo crucial para prevenir reinfecciones graves y proteger contra nuevas variantes.

En México, el Programa Universal de Vacunación contempla vacunas específicas para adultos mayores, entre ellas las que protegen contra influenza, neumococo, tétanos y difteria, así como la vacuna contra la COVID-19. Estas se aplican de manera gratuita en centros de salud públicos y han demostrado ser efectivas para reducir la carga de enfermedad en esta población. Además, existen otras vacunas que, si bien no forman parte del esquema básico, pueden ser recomendadas por el personal de salud según el estado clínico de cada persona. Tal es el caso de la vacuna contra el herpes zóster, hepatitis A y B, meningococo o virus sincitial respiratorio, entre otras.

La evidencia muestra que las personas adultas mayores no solo están más expuestas a complicaciones por enfermedades infecciosas, sino que también enfrentan una recuperación más lenta y costosa. Enfermedades prevenibles pueden desencadenar secuelas físicas, deterioro funcional e incluso dependencia. La vacunación contribuye a mantener la autonomía, reducir la carga sobre los cuidadores y sobre el sistema de salud, y contribuir a prolongar los años de vida saludable.

A pesar de esto, los datos más recientes muestran una baja cobertura de vacunación en personas mayores. Según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) 2022, menos del 50% de las personas mayores reportaron haber recibido la vacuna contra la influenza o el neumococo. En el caso del tétanos, solo uno de cada dos adultos mayores cuenta con esquemas actualizados. Esto se debe, entre otras razones, a la falta de información, dificultades para acceder a los servicios de salud, o la falsa creencia de que a esa edad ya no es necesario vacunarse.

Además del beneficio individual, la vacunación tiene un efecto protector comunitario. Las personas mayores suelen estar en contacto frecuente con niñas, niños, personas inmunodeprimidas o con enfermedades crónicas. Al vacunarse, no solo se cuidan a sí mismas, sino que también contribuyen a reducir la transmisión de enfermedades y a proteger a quienes no pueden recibir ciertas vacunas por razones médicas.

Vacunarse en la vejez no es solo un acto de autocuidado, sino también de responsabilidad social. En un país donde la población adulta mayor crece rápidamente, la promoción de la vacunación debe ser una prioridad en las políticas de salud. Informar, facilitar el acceso y crear conciencia son pasos fundamentales para garantizar un envejecimiento más saludable, activo y digno.

Así, es determinante recordar que invertir en prevención es invertir en calidad de vida y que cada peso invertido tiene el potencial de multiplicarse al disminuir la carga económica a los sitemas de salud. Para los adultos mayores, pocas intervenciones preventivas ofrecen tanto por tan poco como una vacuna.

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