
El cambio climático y los fenómenos meteorológicos pueden explicar el porqué de la intensificación de lluvias que ha acontecido en las últimas semanas en la Ciudad de México, pero más puntualmente se atribuye al fenómeno de La Niña, que ocurrió a finales del año pasado y que persistió hasta marzo, afirmó el maestro Carlos Vargas Cabrera, co-director académico del Programa de Investigación para la Sustentabilidad de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
El fenómeno tiene que ver con el enfriamiento de las aguas en el Océano Pacífico seguido de un periodo de altas temperaturas y de una variación climática extrema que dificulta predecir si habrá una sequía muy fuerte o una alta precipitación, lo cual deja una gran incertidumbre sobre cómo se va a dar esta variación y cómo va a repercutir, todo ello exacerbado por el cambio climático.
“Después de que finaliza La Niña, sobre todo en los trópicos se incremente la temperatura, se crean sistemas de baja presión y se comienzan a formar depresiones tropicales y luego tormentas que cambian y evolucionan a ciclones; eso es lo que predice el fenómeno de La Niña, que va a ser una etapa de alta generación de ciclones”, advirtió el maestro en Ciencias en entrevista.
Estos sistemas acaban por impactar a la Ciudad de México, pues su condición geográfica rodeada por altas sierras montañosas produce el encierro de humedad que favorece la formación de nubes y una alta precipitación y provoca estragos en la cuenca de México, porque lamentablemente la ciudad aún no está preparada para el desalojo de estos grandes volúmenes de agua de lluvia que caen sobre la urbe.
La capital del país se asentó sobre un sistema lacustre, en el que las sociedades prehispánicas aprovechaban la abundancia de agua y la canalizaban de manera eficiente, pero ahora han cambiado las condiciones por los asentamientos humanos, y las lluvias, cada vez más abundantes, provocan estragos en las calles y hogares de la ciudad.
Una de las propuestas que ha presentado el Programa de Investigación para la Sustentabilidad es la rehabilitación de varios cuerpos de agua que existen en la zona metropolitana para que puedan cumplir con esa vocación reguladora de picos de lluvia; el lago Tláhuac-Xico, localizado entre la alcaldía Tláhuac en la Ciudad de México y el municipio de Valle de Chalco, el lago de los Reyes Aztecas o las Ciénegas son algunos de ellos.
Los grandes volúmenes de líquido pueden canalizarse a estos cuerpos acuáticos. El maestro Vargas Cabrera consideró que también habría que intervenir los lagos de Xochimilco y de Texcoco para que la lluvia se canalice hacia esas extensiones de agua; mencionó el lago de Zumpango, que se está secando y que requiere del recurso.
“Paradójicamente, donde se requiere el agua, no llega, y donde está haciendo daño, en la ciudad, llega en abundancia; no se está preparado para conducir estos volúmenes a donde hacen falta y donde pueden producir beneficios en lugar de estar creando impactos a la población y a la infraestructura urbana”.
PROPUESTAS.
El maestro Carlos Vargas explicó que desde el Programa de Investigación para la Sustentabilidad se ha trabajado para generar estas propuestas, “por eso la línea de investigación se llama agua y territorio, porque las acciones de gestión del bien hídrico tienen que ir acopladas con la gestión del territorio”.
¿Dónde se puede capturar esta agua? ¿Dónde se puede acumular? ¿Cómo se puede conducir? ¿Qué pendientes aprovechar? ¿Qué materiales utilizar incluso para la infiltración y recarga del acuífero? ¿En dónde resulta perjudicial acumular líquido? Son algunas de las interrogantes con las que trabajan los investigadores del programa, que en un principio se llamó Programa de Investigación Sierra Nevada.
En el año de 2011 se generó un plan hídrico para la subcuenca de los ríos Amecameca y La Compañía, que de igual forma ha sufrido inundaciones por alta precipitación y por el mal manejo; porque en temporada de sequía se carece de lluvia y en temporada de precipitación ocasiona daños por inundaciones y materiales y altos costos energéticos para desalojar estas aguas.
Dicho plan fue aprobado por instancias gubernamentales, y establecieron que lo viable es retener agua en las partes montañosas, realizar obras de reforestación, almacenamiento, contención del líquido. Y en la parte baja, rehabilitar y acondicionar los cuerpos acuáticos que aún quedan para que tengan la capacidad de recibir estos altos volúmenes.
Si bien nadie lo puso en marcha, las propuestas siguen estando vigentes y son bastante sólidas, robustas y analizadas con la participación no sólo de especialistas, sino de las comunidades, que han generado documentos donde expresan sus necesidades de tratamiento, de abasto, de rehabilitación de extensiones de agua y de reforestación, concluyó el especialista en sustentabilidad hídrica.