
A menudo cuando una especie afecta nuestro modo de vida o causa un efecto negativo en nuestro bienestar nuestras respuestas suelen reducirse, de manera razonable, a una aberración y a combatir el conflicto.
Un ejemplo de ello es la manera en que solemos reaccionar ante organismos que pueden causar enfermedades en nosotros. Ante este escenario iniciamos una batalla con fármacos, vacunas, y nos sumimos en el objetivo de erradicarlos y sobrevivir; sin embargo, cuando estamos inmersos en estos conflictos difícilmente nos percatamos de que, muchos de estos organismos, lejos de querer atacarnos están tratando de sobrevivir y resolver problemáticas asociadas a sus formas y estilos de vida.
Tal es el caso de las enfermedades conocidas como larvas migrans, un síndrome causado por la migración de larvas de nematodos (gusanos redondos) a través de los tejidos del cuerpo humano y de otras especies consideradas como hospederos accidentales o no naturales de estos parásitos.
Algunos de estos parásitos se encuentran dentro del género Baylisascaris, del cual se conocen diez especies distintas y de las cuales seis se reportan en América. La mayoría de estos gusanos tienen ciclos de vida similares entre sí que involucran hospederos carnívoros definitivos y específicos con los cuales suelen convivir de una manera que se puede considerar “amigable”. Esta convivencia es el resultado de interacciones cercanas e ininterrumpidas por millones de años, tiempo tras lo cual el cuerpo del hospedero infectado aprende a defenderse, y el parásito aprende a tomar sus recursos sin causar un daño muy grande en el hospedero. Un ejemplo de esta interacción es el nematodo Baylisascaris procyonisque parasita al mapache común (Procyon lotor), su huésped definitivo. El ciclo de vida de B. procyonis es de transmisión directa e inicia con la ingesta de heces contaminadas con sus huevos dentro de las poblaciones de mapaches.
Después de la ingesta de los huevos, su ciclo de vida continua en el intestino delgado de los mapaches, donde los huevos eclosionan y se desarrollan en larvas, para luego finalmente convertirse en adultos. Posteriormente, los gusanos adultos machos y hembras se aparean y culmina el ciclo con una nueva deposición de los huevos.

Sin embargo, muy de vez en cuando estos huevos son ingeridos por otras especies como los humanos y otras especies (por ejemplo, aves y roedores) conocidas como hospederos accidentales, los cuales no poseen las condiciones óptimas en el intestino y el cuerpo para poder llevar a cabo el ciclo de vida completo de este nematodo. En cambio, en estos hospederos solo ocurre el desarrollo inicial de los huevos a larvas, pero se detiene en esta fase y nunca logra alcanzar la etapa adulta.
Esto sucede debido a que el ambiente es desconocido para el parásito y carece de los recursos necesarios para nutrirse y continuar su desarrollo y sobrevivencia. Esta carencia y pausa en su desarrollo obliga a las larvas a emprender un viaje para encontrar el regreso a “casa”, o en el peor de los casos para encontrar un lugar con condiciones similares como las que encuentran en el tracto digestivo de los mapaches.
En los humanos, este viaje comienza una vez que las larvas eclosionan de los huevos dentro del tracto gastrointestinal, y de ahí rápidamente penetran la mucosa intestinal y migran por la sangre hacia el hígado, los pulmones u otros tejidos sin saber que están perdidos y que no encontrarán el camino a casa. La consecuencia de este andar errante, además de la muerte del parásito, suelen ser distintos padecimientos asociados al lugar del cuerpo donde alcancen a llegar.
Entre estos padecimientos están la larva migrans visceral que afecta hígado, pulmones o corazón, larva migrans ocular cuando llega al ojo o larva migrans neuronal cuando alcanza a llegar al cerebro. Lamentablemente, estos padecimientos pueden resultar en enfermedades fatales o trastornos neurológicos con consecuencias graves.
La buena noticia es que a pesar de que este parásito se ha reportado en mapaches en México, Estados Unidos, Costa Rica, Europa y Asia, no todos los mapaches están infectados y los casos suelen ser muy esporádicos en los humanos alrededor del mundo, contando con poco más de 40 casos reportados históricamente. Entonces he aquí la historia de una enfermedad que es el reflejo de un viaje de un parásito perdido en un hospedero equivocado y que intenta encontrar un nuevo lugar donde poder establecerse, crecer y reproducirse.
Pero otra buena noticia es que existen formas de ayudar a este parásito a que no se pierda y se mantenga entre las poblaciones de mapaches, evitando que llegue a nosotros y afecte nuestra salud. Entre estas medidas preventivas se resalta primordialmente el evitar el contacto con heces de mapache, no tener mapaches como mascotas y procurar una higiene adecuada, sobre todo en áreas donde hay mapaches silvestres.
1 Red de Biología y Conservación de Vertebrados, INECOL A.C.
2 Red de Estudios Moleculares Avanzados, INECOL A.C.