
En 2015, durante la COP21 en París, 195 países y la Unión Europea firmaron un acuerdo histórico para combatir el cambio climático: el Acuerdo de París.
Diez años después, y a nueve de su entrada en vigor, vale la pena preguntarnos: ¿cómo va México en este compromiso? ¿Qué panorama nos espera rumbo a la COP30? Y sobre todo, ¿el agua será por fin una prioridad en la nueva actualización de las metas climáticas?
Del 16 al 26 de junio de este año, se llevó a cabo en Bonn, Alemania, la conferencia SB62, una reunión preparatoria para la COP30, que se celebrará en noviembre en Brasil. Ahí se discutieron avances, retos y nuevas metas en la lucha contra el cambio climático.
Una de las noticias que generó cierto optimismo fue que la trayectoria del calentamiento global ha bajado de una proyección de 5 °C a una de 3 °C. Aunque aún estamos lejos de la meta ideal de 1.5 °C, al menos vamos en camino.
Además, Simon Stiell, secretario ejecutivo de ONU Cambio Climático, recordó que esperan recibir nuevas y más ambiciosas metas climáticas —las llamadas NDC— antes de septiembre. Y es aquí donde México deberá mostrar si cumplió con lo prometido... y qué tanto está dispuesto a hacer de aquí en adelante.
Pero, ¿qué son exactamente las NDC?
Las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (o NDC, por sus siglas en inglés) son los compromisos voluntarios que cada país presenta para reducir sus emisiones contaminantes y adaptarse a los efectos del cambio climático. Son parte del Acuerdo de París y deben actualizarse cada cinco años. En teoría, cada actualización debería ser más ambiciosa que la anterior.
Cuando México presentó su primera NDC en 2016, se reconoció como un país altamente vulnerable a los efectos del cambio climático. Sin embargo, en aquel entonces, el enfoque principal estuvo en la reducción de gases de efecto invernadero, principalmente en sectores como el transporte, la energía, la agricultura y la ganadería.
Fue hasta 2022, en la actualización más reciente, cuando México incluyó un componente clave: la adaptación, con un eje dedicado a la gestión integrada de los recursos hídricos.
En dicho eje, el Gobierno de México se compromete a:
1) Implementar acciones para el uso sostenible de los recursos hídricos;
2) Promover los servicios ambientales hidrológicos, mediante la conservación, protección y restauración en las cuencas;
3) Aumentar el tratamiento de aguas residuales industriales y urbanas;
4) Garantizar el acceso al agua en cantidad y calidad para uso y consumo humano.
Aunque eso fue un avance importante, varias organizaciones civiles y académicos han señalado que el tema del agua aún no está del todo integrado. Y tienen razón. En un país donde cada vez hay más sequías, conflictos por el agua y comunidades sin acceso al líquido más básico, no basta con una mención simbólica.
Algunas de las medidas concretas que destacan y deberían incluirse como parte de las metas climáticas de México: restaurar cuencas y ecosistemas como estrategia de adaptación; garantizar el acceso al agua como derecho humano; establecer sistemas públicos de monitoreo hídrico; fomentar la participación comunitaria; y destinar financiamiento climático a proyectos de agua.
La COP30 está a la vuelta de la esquina y con ella, la oportunidad para que México no sólo rinda cuentas, sino también se comprometa con acciones y presupuesto a una agenda climática más integral, justa y realista. Porque hablar de justicia climática sin hablar del agua, es simplemente evadir el corazón del problema.
Hoy más que nunca, necesitamos que las autoridades reconozcan la crisis hídrica que atraviesa el país y escuchen tanto a expertos como a la sociedad civil. Como bien dijo la ONU: “Sin agua no hay resiliencia”.
*Secretario general de la Asociación Mexicana para la correcta Hidratación, AC