
En 2020, al inicio de la pandemia, distintas universidades mexicanas emprendieron el desarrollo de una vacuna contra COVID. Algunos recibieron apoyo gubernamental –a través de la Cancillería– para iniciar, pero las autoridades decidieron poner todos los huevos en una sola canasta, en el proyecto Patria y al que ni siquiera otorgaría los recursos suficientes para culminar. Actualmente, no se ve en el horizonte que esa vacuna esté lista.
Junto con éste, el único proyecto que perduró fue el gestado en la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), llamado Quivax y que, con tan sólo una fracción del monto que ha sido invertido en Patria, sigue avanzando. Recientemente, recibió la patente en México, lo cual abre la posibilidad a que obtenga nuevo financiamiento privado, no sólo para el diseño de vacunas contra COVID, que seguirán siendo necesarias, sino para otros proyectos vacunales, explica en entrevista Teresa García Gasca, investigadora que forma parte del proyecto en la UAQ.
Tras recibir ese financiamiento semilla de la Cancillería, así como de otros fondos e incluso una colecta realizada en la universidad, se obtuvieron 13 millones de pesos –Patria, fue financiada con mil millones, en tanto que la de AstraZeneca, la más baratas entre las utilizadas en la emergencia, fue del doble. México perdió en las últimas décadas la infraestructura y conocimiento que tenía para hacer vacunas, como se expuso constantemente el sexenio pasado. Quivax y los esfuerzos que hacen universidades, industria e instituciones de salud nacionales, tras la pandemia, buscan reconstruir ese ecosistema.
Es por ello, que la resiliencia y continuidad de Quivax es relevante para el país, enfatiza la ex rectora de la UAQ, quien explica el trabajo obtenido hasta ahora. “Hemos obtenido cuatro prototipos de vacuna proteínica: proteínas quiméricas recombinantes, que producimos a través de bacterias, cuyos estudios preclínicos en animales de experimentación y de granja, nos han dado muy buenos resultados con respecto a la generación de anticuerpos neutralizantes, es decir, anticuerpos que realmente ataquen a la presencia del virus y que no sean inespecíficos”. También trabajan en un quinto prototipo, añade, consistente en ácidos nucleicos, pero para continuar requieren más recursos y financiamiento.
“La patente servirá para generar alianzas y colaboraciones de trabajo”, dice la científica, así como para buscar más recursos, sobre todo de capital privado. “Lo que se protege en la patente es la secuencia de aminoácidos, la secuencia de la proteína, pero justamente nos sirve de muestra y de aval, por decirlo de alguna manera, para poder buscar otras fuentes de financiamiento en este momento, que es parte importante de lo que tenemos que hacer”.
“MUTACIÓN”.
La científica señala que la patente otorga certeza al trabajo de investigación y de que su plataforma para generar su vacuna quimérica es novedosa con potencial. “Pero sobre todo nos da la certeza de seguir trabajando con esta misma plataforma para la producción de vacunas, no solamente para COVID, sino para cualquier otro tipo de infección, que estén basadas justamente en la generación de secuencias quiméricas, que es la secuencia que nosotros utilizamos para Quivax”.
Los ajustes y aprendizaje en el desarrollo de esta plataforma han hecho “mutar” el proyecto, así como mutan los virus y las bacterias como parte de su proceso evolutivo. Esta “mutación” consiste en el desarrollo de la plataforma que pueda ser empleada para COVID u otro padecimiento. Eso permite que el potencial del proyecto vaya más allá de la infección de la enfermedad que comenzó hace cerca de un lustro y cambió el mundo (aunque sólo brevemente).
“La patente nos da la certeza justamente de un trabajo bien fundamentado, firme que puede seguir adelante, no sólo con el desarrollo de una vacuna en particular, sino de una plataforma vacunal que nos permita, eso sí, contar en un futuro con vacunas con potencial comercial para diferentes enfermedades, ya sea en humanos o de interés veterinario”.
Aunque cambie de plataforma vacunal, explica García Gasca, al utilizar las secuencias patentadas y que han mostrado tener éxito en sus ensayos, permitirán avanzar en el desarrollo de vacunas. “En particular la vacuna contra COVID, si bien ha pasado el tiempo y ha dejado de ser la enfermedad tan letal que fue al principio, será importante contar con mejores vacunas para la población de aquí en adelante, porque COVID llegó y se va a quedar aquí por mucho tiempo, no sabemos cuánto. Entonces, será importante continuar”.

“PATRIA” A MEDIAS.
La vacuna financiada por el gobierno mexicano, apunta la científica, sigue siendo la más avanzada, sin embargo, se ha estancado por falta de financiamiento: no se puede apoyar a medias. “Mucha gente pregunta por qué la vacuna Patria no ha avanzado, la respuesta es por falta de recursos. El apoyo a medias no sirve de nada, al contrario. Entonces, es importante justamente contar con esos recursos económicos que son muy fuertes y que propiamente las universidades no tenemos”.
Teresa García enfatiza que se necesita un cambio de paradigma, de forma de pensar y de ver las cosas en cómo se resuelven los problemas en este país a través de la generación de conocimiento. Para ello, es vital tener una verdadera vinculación de universidades con el gobierno en todos los niveles, para que puedan participar en la resolución de problemas a través de la generación del conocimiento, activo fundamental de estas instituciones.
“No solamente nos dedicamos a formar profesionistas, que claro que es una cuestión súper importante, pero al hacerlo generamos conocimiento y éste no se aprovecha correctamente como estrategia nacional. Ahí tenemos un área de oportunidad muy importante en México, hay mucho talento en muchos grupos de trabajo, no solamente en el desarrollo de vacunas, sino en el desarrollo de muchos tipos de estrategias para la salud que se están desaprovechando por falta de apoyos y de esta integración”.