
Un análisis con técnicas modernas de una sustancia pegajosa descubierta en una vasija de cobre hallada hace décadas en un antiguo santuario griego ha constatado que probablemente sea miel antigua.
La miel era una sustancia importante en el mundo antiguo; a veces se dejaba en santuarios como ofrendas a los dioses o se enterraba junto a los muertos. En 1954, se descubrió uno de estos santuarios griegos subterráneos, que data de alrededor del año 520 a. C., en Paestum, Italia, a aproximadamente una hora y media en coche de Pompeya. En su interior se encontraban varias vasijas de bronce que contenían un residuo pegajoso.
En aquel entonces, los arqueólogos asumieron que se trataba de miel, originalmente ofrecida en panales. Posteriormente, tres equipos diferentes analizaron el residuo a lo largo de 30 años, pero no lograron confirmar la presencia de miel, concluyendo en cambio que los frascos contenían algún tipo de grasa animal o vegetal contaminada con polen y partes de insectos.
Pero cuando el residuo llegó al Museo Ashmolean para una exposición, un equipo de investigadores dirigido por Luciana da Costa Carvalho y James McCullagh tuvo la oportunidad de reexaminar la misteriosa sustancia y recopilar nueva evidencia científica. Los resultados se publican en el Journal of the American Chemical Society.
Los investigadores analizaron muestras del residuo utilizando diversas técnicas analíticas modernas para determinar su composición molecular. Descubrieron que:
- El antiguo residuo tenía una huella química casi idéntica a la de la cera de abejas y la miel modernas, con un nivel de acidez más alto, consistente con los cambios tras un almacenamiento prolongado.
- La composición química del residuo era más compleja que la de la cera de abejas degradada por calor, lo que sugería la presencia de miel u otras sustancias.
- En el lugar donde el residuo había entrado en contacto con el frasco de bronce, se encontró azúcar degradado mezclado con cobre. Los azúcares hexosa, un grupo común de azúcares presentes en la miel, se detectaron en concentraciones más altas en el residuo antiguo que en la cera de abejas moderna.
También se identificaron proteínas de jalea real (se sabe que son secretadas por la abeja melífera occidental) en el residuo.
Estos resultados sugieren que la sustancia antigua es lo que queda de la miel antigua. Sin embargo, los investigadores no descartan la posibilidad de que también estén presentes otros productos apícolas.
“Los residuos antiguos no son solo rastros de lo que la gente comía u ofrecía a los dioses; son ecosistemas químicos complejos”, explica da Costa Carvalho en un comunicado. “Estudiarlos revela cómo esas sustancias cambiaron con el tiempo, lo que abre la puerta a futuros estudios sobre la actividad microbiana antigua y sus posibles aplicaciones”