
Las dietas hipercalóricas, particularmente aquellas “ricas” en grasas o sacarosa, afectan la función cognitiva y los mecanismos neurobiológicos subyacentes, de acuerdo con investigaciones realizadas en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Los estudios son dirigidas por la doctora Kioko Rubí Guzmán Ramos, investigadora de la Unidad Lerma de la UAM, el cual contribuye a evidenciar los efectos diferenciales que las dietas de este tipo tienen sobre la cognición, al tiempo que proponen mecanismos neurobiológicos específicos que pueden ser blanco de intervenciones para mitigar el deterioro cognitivo asociado a contextos metabólicos adversos.
La especialista explica que, hay evidencia de la importante correlación que existe entre la salud cerebral y la salud metabólica y que “tener obesidad o diabetes tipo 2 o incluso la combinación de estas, es un factor de riesgo para desarrollar deterioro cognitivo”. Además, esta condición se ha relacionado a nivel celular, entre “la patología que subyace a la demencia tipo Alzheimer y mecanismos que se parecen a la diabetes tipo 2, por ejemplo, resistencia a la insulina y pobre regulación de glucosa”.
La experta expuso en entrevista que hasta ahora se ha difundido una gran cantidad información sobre las consecuencias de la exposición a un ambiente obesogénico, que ha dado lugar, a una alta prevalencia de enfermedades como diabetes tipo dos y su resulta en padecimientos como pie diabético, pérdida de visión, entre otros, pero “considero que poco se ha difundido el hecho de que también se pueden tener complicaciones en el sistema nervioso central”.
PÉRDIDA DE MEMORIA.
El deterioro cognitivo puede manifestarse a distintos niveles y uno de ellos es la memoria, que afecta directamente la calidad de vida, pues “las personas ya no manejan la información de manera adecuada” al perder “esa flexibilidad mental, que les permitía ubicar en dónde está el auto, recordar el nombre adecuado de una cosa o les impide poder decir una palabra, aunque “la tenga en la punta de la lengua”.
Explicó que mediante modelos murinos han podido documentar que la exposición crónica a estos regímenes dietéticos no solo induce alteraciones metabólicas significativas, como intolerancia a la glucosa y ganancia de peso, sino también la modificación profunda de la actividad neuroquímica y la plasticidad sináptica en regiones críticas como el hipocampo y la amígdala, alteraciones que se manifiestan en cambios en la memoria emocional, espacial y de reconocimiento, además de estar asociadas con disfunciones en la neurotransmisión dopaminérgica (relacionada con la motivación, el aprendizaje y las emociones) y noradrenérgica (involucrada en la atención, la concentración y el estado de alerta).
En uno de sus estudios, la doctora Guzmán Ramos y su grupo de investigación han observado que los animales expuestos desde etapas tempranas a una dieta alta en grasas, mostraron una inesperada mejora en la consolidación de memorias aversivas (recuerdos asociados a experiencias negativas) acompañada de una mayor liberación de glutamato y noradrenalina durante tareas de aprendizaje emocional.
En otro trabajo, demostraron que una dieta rica en sacarosa deteriora la memoria espacial y la potenciación a largo plazo en el hipocampo, efectos que pueden ser revertidos mediante la estimulación farmacológica de los sistemas catecolaminérgicos (involucrados en la respuesta al estrés y en la regulación de la presión arterial y el ritmo cardíaco).
Como grupo de investigación “estamos explorando esta relación entre daño metabólico y daño nervioso central a través de dos líneas”; una consiste en evaluar molecularmente, en un modelo animal, cuáles son las alteraciones que subyacen a ese deterioro cognitivo; en otra línea se busca evaluar en personas con diabetes para ver “si es posible que identifiquemos marcadores moleculares que circulen en sangre, pero que nos indiquen si hay algún daño central”, aunado a aplicar pruebas psicológicas.
Añadió que lo que nosotros vamos encontrando a partir del modelo animal, como la afectación del sistema de catecolaminas de dopamina y de norepinefrina, “lo hemos tratado abordar tanto farmacológicamente como con otras estrategias no farmacológicas”; esto resulta importante porque se podría implementar en los pacientes humanos, ya que tienen mucho que ver con las recomendaciones de cambio de estilo de vida para el mejor control de ciertas enfermedades.
Un ejemplo puede ser el ejercicio, pues “nosotros estudiamos cómo en el animal el ejercicio regula esas alteraciones que la dieta desajustó y en el humano se puede trasladar esta información”.
Otra vía consiste en un modelo que llaman enriquecimiento ambiental, que tiene que ver con una estimulación mental constante; es decir, con prácticas tan sencillas como el resolver sudoku o que al manejar un auto en lugar de basarse únicamente en el Waze, tratar de repasar las rutas, incrementar la lectura; “incluso la interacción social es parte del enriquecimiento ambiental que se aplica en humanos, junto a estrategias muy puntuales de estimulación mental”, dijo Guzmán Ramos.
Uno de los hallazgos relevantes de estos estudios es que si bien cuando se habla de deterioro cognitivo se hace referencia a personas mayores, “lo que nosotros hemos visto, es que estas condiciones de disfunción metabólica pueden generar un deterioro cognitivo que llamamos leve, el cual se da sin que haya una enfermedad tan grave e irreversible como el Alzheimer”.
Esto significa que no es que de pronto la persona tiene demencia, sino son síntomas sutiles, que generalmente no se les pone atención, se desdeñan o refieren a ese mito de que estas disfunciones son naturales por el avance de edad.
Por lo tanto, dado que la población mexicana cada vez más joven se diagnóstica con diabetes -y baste considerar la prevalencia de obesidad infantil-, las consecuencias pueden presentarse a edades más tempranas.
La investigadora enfatizó que las afecciones “no se van a presentar de pronto como demencia o una neurodegeneración, sino primero se manifiesta en cambios en la comunicación de las neuronas”.
En ese sentido el grupo de investigación ha encontrado que “la dopamina es muy importante dentro de estas primeras desregulaciones porque no es necesario perder neuronas para tener esta sintomatología de deterioro cognitivo”, lo que resulta relevante porque, de acuerdo con estos estudios, “hay puntos en los cuales es reversible”.
Por ejemplo, en un modelo de síndrome metabólico, que es una disfunción metabólica reversible a diferencia de la diabetes tipo 2, “nosotros logramos, en animales, revertir el daño cognitivo a través de incrementar los niveles de dopamina”.
La investigadora apuntó que uno de los propósitos es no ver siempre las vías clásicas, como el tratamiento farmacológico para el Alzheimer, “sino ir abriendo alternativas, farmacológicas y no farmacológicas para poder, en los casos que sea posible, revertir el daño en el cerebro derivadas de la disfunción metabólica o tratar de prevenir que se dé el daño en lo que se vuelve a regular el metabolismo”.
Subrayó la recomendación de incrementar la actividad física, que puede ser hacer ejercicio, pero “puede ser desde hacer el quehacer, ir caminando al mercado, subir escaleras, utilizar la bicicleta, pues tan solo ese incremento en la actividad es benéfico”.
El estudio se titula “Análisis genómico del enriquecimiento ambiental como estrategia no farmacológica para el rescate de la disfunción cognitiva inducida por el consumo de dietas hipercalóricas”.