Academia

La transformación del sistema educativo requiere más que estructuras normativas: necesita convicción institucional, acompañamiento público y voluntad de reconocer que el aprendizaje ocurre más allá de las aulas

Entre Bolonia y México: el Marco Nacional de Cualificaciones y la propuesta académica de la UAM

Voces de la UAM En el ámbito internacional, el Proceso de Bolonia ha sido una referencia importante. Desde su puesta en marcha en 1999, esta reforma transformó el panorama de la educación superior en Europa.

En México, persiste una brecha entre los saberes que las personas adquieren a lo largo de su vida y las estructuras formales que les otorgan valor académico. La experiencia profesional, el conocimiento generado en entornos comunitarios o laborales, y las trayectorias educativas no convencionales con frecuencia quedan fuera del reconocimiento institucional. Esta desconexión limita la movilidad académica, reduce la eficacia de las trayectorias formativas y pone en evidencia la rigidez del sistema educativo ante la diversidad de experiencias reales de aprendizaje.

En respuesta a esta tensión, han surgido en años recientes herramientas normativas que buscan construir un modelo más flexible, coherente y justo. Destacan dos instrumentos clave: el Marco Nacional de Cualificaciones (MNC) y el Sistema Nacional de Asignación, Acumulación y Transferencia de Créditos Académicos (SNAATCA). Ambos permiten clasificar, organizar y valorar formalmente conocimientos y habilidades adquiridas dentro y fuera del sistema escolarizado. Publicado en el Diario Oficial de la Federación en 2024, el MNC establece niveles de cualificación articulados con la Clasificación Internacional Normalizada de la Educación (CINE), para facilitar comparaciones y alineaciones con referentes internacionales.

El SNAATCA complementa este marco al ofrecer criterios para asignar créditos académicos según el tiempo, esfuerzo y tipo de actividades involucradas en el aprendizaje. Su finalidad es generar trayectorias formativas que integren diversas fuentes de conocimiento y reconozcan competencias obtenidas en entornos múltiples, con base en metodologías transparentes y transferibles.

En el ámbito internacional, el Proceso de Bolonia ha sido una referencia importante. Desde su puesta en marcha en 1999, esta reforma transformó el panorama de la educación superior en Europa al promover la armonización de sistemas, la movilidad entre instituciones y el reconocimiento mutuo de titulaciones. Su herramienta más conocida, el Sistema Europeo de Créditos Transferibles (ECTS), permitió atribuir valor estructurado a los programas académicos y fomentar una circulación más ágil del conocimiento (Navarro, 2014).

No obstante, los efectos del modelo europeo no han sido homogéneos. En su análisis Dos décadas del Proceso de Bolonia, Roberto Rodríguez (2018) señala que, pese a los avances, persisten desigualdades estructurales en acceso, permanencia y aprovechamiento. La creación de estructuras no garantiza por sí sola la equidad; se requieren políticas integrales que combinen flexibilidad normativa con justicia social.

En este contexto, instituciones como la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), que ha incorporado en su Reglamento de Estudios Superiores (2024) mecanismos para la revalidación de asignaturas, la movilidad estudiantil, la doble titulación y la titulación por experiencia profesional, aportan modelos concretos que responden a las demandas de un sistema educativo más flexible, equitativo y orientado al reconocimiento de trayectorias diversas.

También ha establecido rutas para la reincorporación de estudiantes con trayectorias interrumpidas, adaptándose a una realidad educativa menos lineal y más diversa.

Además, la UAM avanza en la implementación de microcredenciales, instrumentos que permiten certificar aprendizajes específicos, habilidades técnicas o competencias adquiridas fuera de programas tradicionales. Estas prácticas permiten ampliar el acceso, reducir barreras formales y consolidar una cultura de reconocimiento más acorde con los desafíos del presente. Con estas acciones la Casa abierta al tiempo contribuye a la consolidación del Sistema Nacional de Educación Superior.

El debate de fondo no es técnico; es cultural, político y ético. Reconocer saberes implica revisar qué valoramos como conocimiento legítimo, quién lo valida, y con qué consecuencias. Certificar aprendizajes diversos no significa bajar estándares, sino democratizar oportunidades. En un país con enormes desigualdades, esto puede marcar una diferencia sustancial en términos de movilidad, inclusión y desarrollo.

La transformación del sistema educativo requiere más que estructuras normativas: necesita convicción institucional, acompañamiento público y voluntad de reconocer que el aprendizaje ocurre más allá de las aulas. México está trazando ese camino con sus propios marcos y avances. La experiencia europea deja aprendizajes importantes, pero el reto es construir un modelo propio que conecte políticas, prácticas y principios en torno a un derecho efectivo al conocimiento.

*Universidad Autónoma Metropolitana (UAM)

Tendencias