
El abandono de perros domésticos es un problema global que ha generado un aumento en las poblaciones de perros ferales, con serias consecuencias ecológicas y sanitarias. Un perro feral es aquel que ha nacido y crecido sin contacto humano o que ha perdido completamente su socialización con los humanos. Suelen vivir en manadas y buscan refugio en lugares alejados de la presencia humana, como bosques, terrenos baldíos o construcciones abandonadas. Para comunicarse entre ellos y mantener el orden dentro del grupo, utilizan un complejo lenguaje corporal, sonidos y señales químicas como las feromonas las cuales son sustancias químicas que los animales liberan al ambiente para enviar mensajes a otros individuos de su especie.
Esto les permite coordinar actividades como la caza o la defensa del territorio. Aunque generalmente prefieren evitar el enfrentamiento, si se sienten amenazados o acorralados, pueden reaccionar de forma agresiva. Se reproducen sin control, lo que provoca el nacimiento de camadas sin supervisión y contribuye al problema de la sobrepoblación feral en algunas zonas. Su necesidad por sobrevivir hace que se adapten a la vida silvestre, y se alimenten de basura, carroña y depreden fauna tanto silvestre como doméstica. Esta situación impacta negativamente en los ecosistemas y facilita la propagación de diversas enfermedades infecciosas, muchas de ellas con potencial zoonótico, es decir, que pueden transmitirse a los seres humanos.
Los perros ferales pueden representar un riesgo para la salud pública y ambiental, ya que pueden actuar como reservorios de enfermedades. Esto significa que pueden portar agentes infecciosos como virus, bacterias o parásitos, los que puede sobrevivir y reproducirse de manera continua sin necesariamente enfermar. También pueden actuar como vectores, transmitiendo estos agentes infecciosos a través del contacto directo, mordeduras o al contaminar el entorno.
Si un perro infectado entra en contacto con el medio ambiente, puede depositar agentes infecciosos en fuentes de agua, restos de alimentos, suelos o madrigueras que luego son utilizadas por otros animales. De esta manera, se favorece la propagación de enfermedades infecciosas, afectando tanto a la fauna silvestre como a los animales domésticos e incluso a los seres humanos. Una de las enfermedades bacterianas es la leptospirosis, causada por bacterias del género Leptospira spp. Estas pueden sobrevivir en condiciones de alta humedad y temperaturas entre 20° a 30° C. La leptospirosis se transmite por contacto con agua o suelo contaminados y puede afectar a mamíferos domésticos, silvestres y humanos, especialmente en entornos agrícolas o cercanos a cuerpos de agua dulce. Las ratas (Rattus spp.), ganado (Bos taurus) y perros (Canis lupus familiaris) actúan como reservorios de diferentes cepas de la bacteria. Los perros también pueden ser portadores, es decir, tienen al agente infeccioso y lo puede transmitir a otros animales, pero no necesariamente es donde el agente infeccioso se reproduce.
Un ejemplo de esto son las bacterias como Ehrlichia canis, Hepatozoon canis y bacterias del grupo de la fiebre maculosa (Rickettsia spp.), las cuales se transmiten por vectores y causan enfermedades desde subclínicas hasta graves. En la transmisión de estas bacterias, las garrapatas (Rhipicephalus sanguineus) y pulgas (Ctenocephalides felis, C. canis), ácaros como Androlaelaps auricularium entre otros más, desempeñan un papel como vectores. Los perros ferales al habitar en el territorio de la fauna silvestre incrementan el riesgo de que los mamíferos silvestres sean afectados por los diferentes vectores y desarrollen las enfermedades asociadas, en consecuencia, pueden debilitar sus poblaciones y alterar el equilibrio ecológico.
Los perros también son dispersores de parásitos nemátodos como Toxocara spp. y Ancylostoma spp., que afectan a otros carnívoros como zorros (Vulpes vulpes) y mapaches (Procyon lotor), al dispersar los huevos de los parásitos a través de sus heces contaminan el suelo, los vegetales y el agua. Los felinos silvestres y domésticos como el gato doméstico (Felis catus), el león (Panthera leo) y el lince (Lynx spp.), también pueden ser afectados por la ingestión de presas infectadas y perpetuar el ciclo de transmisión.
Los perros ferales pueden ser reservorios de virus que afectan la salud animal. Un ejemplo es el parvovirus canino tipo 2, el cual afecta a perros jóvenes entre las 6 semanas y los 6 meses de edad, los que son más susceptibles al parvovirus canino debido a que su sistema inmunológico aún no está completamente desarrollado. Este virus se transmite a través del contacto con heces de animales enfermos. El agente infeccioso es altamente resistente a condiciones adversas, como temperaturas frías y superficies porosas, donde encuentra protección. Se ha detectado susceptibilidad, es decir, son más propensos a enfermarse, al parvovirus canino tipo 2 en felinos (Felidae), cánidos (Canidae), mapaches (Procyonidae), tejones (Musteliade) y osos (Ursidae). Otros virus que amenaza a la fauna silvestre es el que origina el moquillo canino (Morbilivirus), latamente contagioso y a menudo mortal que afecta a perros y otros carnívoros silvestres. Ha causado epidemias en especies amenazadas, como los leones africanos (Panthera leo) en el Parque Nacional del Serengeti en Tanzania y los tigres de Amur (Panthera tigris altaica) en Rusia. Su transmisión ocurre principalmente por contacto directo con perros domésticos infectados, inhalación de aerosoles contaminados con secreciones respiratorias, consumo de agua o alimentos contaminados y contacto con superficies infectadas. La expansión de linajes emergentes del virus ha ampliado su rango de huéspedes, afectando no solo a carnívoros, sino también a otros mamíferos como primates y ungulados. En algunos ecosistemas, el moquillo ha provocado brotes epidémicos que comprometen su estabilidad y ponen en riesgo poblaciones vulnerables, especialmente aquellas en peligro de extinción.
Los perros ferales representan una amenaza para la fauna silvestre y la salud pública, actuando como vectores clave en la transmisión de virus, bacterias y parásitos. Su movilidad entre entornos urbanos y silvestres, su alimentación de carroña y presas vivas, y su contacto con diversas fuentes de infección facilitan la diseminación de patógenos entre la fauna silvestre, doméstica y los humanos.
La transmisión de enfermedades puede desencadenar efectos en cascada dentro de los ecosistemas. Por ejemplo, en África, la reducción de poblaciones de leones afectados por el moquillo canino ha alterado la dinámica entre depredadores y presas. Situaciones similares ocurren en América, donde la infección con parvovirus canino tipo 2 ha disminuido la población de lobos y zorros, generando cambios en la población de herbívoros y pequeños mamíferos.
Para proteger la biodiversidad en ecosistemas vulnerables, y evitar la pérdida de especies clave y el desequilibro en las cadenas tróficas, es importante controlar la población de perros ferales, lo cual disminuirá la presión sobre la fauna silvestre y reducirá la propagación de enfermedades que afectan tanto a animales como a seres humanos. La responsabilidad colectiva y la acción oportuna son esenciales para mitigar este problema y preservar el equilibrio ecológico. Esto implica la implementación de políticas de control poblacional, la promoción de programas de educación ambiental y la participación de la sociedad en la denuncia y prevención del abandono de animales de compañía.
La presencia de perros ferales amenaza la biodiversidad y la salud pública al alterar ecosistemas y propagar enfermedades infecciosas. Su control es esencial para reducir el impacto negativo en la fauna silvestre y prevenir riesgos sanitarios. Solo con esfuerzos coordinados se podrá preservar el equilibrio ecológico y proteger la salud humana y animal.
Therya ixmana 4(2):123-124
https://mastozoologiamexicana.com
1Departamento de Producción Agrícola y Animal. Universidad Autónoma
Metropolitana Unidad Xochimilco. Ciudad de México, México.
2Programa de Doctorado en Ciencias de la Producción y de la Salud Animal. Universidad Nacional Autónoma de México. Ciudad de México, México. lajoesalcedo@gmail.com
3Programa de Doctorado en Ciencias Agropecuarias. Universidad Autónoma Metropolitana. Ciudad de México, México. georginacruzgtz@gmail.com