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En la actualidad, “se percibe la imagen o idea de que nuestras sociedades tienen una población excedente que es inútil o peligrosa”, dice el antropólogo en el X Encuentro Libertad por el Saber

Se busca devaluar la vida de los migrantes mediante la “basurización”: Claudio Lomnitz

X Encuentro Libertad por el Saber En la sesión también participaron Rihan Yeh (UC), Gabrielle Oliveira (Harvard) y José Moya (Barnard College). (ECN)

La migración tiene una imagen asociada a un población sobrante, aunque no se relaciona mucho con la realidad de la migración internacional, porque la mayor parte de los migrantes internacionales cuentan con trabajos de todo tipo, si bien existe una especie de población sobrante, “una población que, por su gran volumen, excede cualquier capacidad de asimilación económica”, aseguró Claudio Lomnitz, al participar en la mesa “Temas contemporáneos en la migración internacional”, como parte del X Encuentro Libertad por el Saber, que organiza El Colegio Nacional.

“Esta imagen de una población sobrante, inútil y amenazante es tan potente que, en ocasiones, adquiere tintes etnocidas, aun cuando se expresa más bien en un registro jurídico, que busca trazar una línea clara entre los que tienen derechos políticos y sociales plenos y los que no: la certificación legal de una estancia, la ciudadanía o residencia legal, los antecedentes penales del migrante sirven como por partes de procesos de certificación que ayudan a patrullar y hacer valer las diferencias entre tipos de sujetos políticos”, resaltó.

Por otra parte, dijo que se percibe la imagen de que nuestras sociedades tienen una población excedente que es inútil o peligrosa, la cual se extiende mucho más allá de la cuestión migratoria y que se suele expresar devaluando la vida, mediante un proceso al que llamó: “basurización, o sea convertir a alguien en basura”.

Esta imagen de exceso de una población que es procesada como basura toca a muchas sociedades y contamina la figura del migrante, visto fácilmente como un desecho tanto de su propia sociedad, porque es observado como alguien que es expulsado, como de la sociedad a la que pretende llegar, que frecuentemente está tratando, por lo menos aparentemente, de defenderse contra su llegada.

En ese sentido, destacó el antropólogo social, los migrantes transnacionales pasan por un momento muy vulnerable y “la tentación de tratarlos como basura se ha exacerbado, porque proliferan imágenes de una población basura” al interior de cada uno de los países”.

ESTADOS.

Por su parte, José Moya, investigador del Departamento de Historia, del Barnard College, reconoció que los historiadores tienen la tendencia a entender el fenómeno de la migración en relación con las nociones de Estado; hoy en día hay 196 diferentes países en el mundo y todos ocupan o reclaman cada centímetro de tierra y hasta la parte de la antártica, aunque olvidamos que en 1900 nada más había 40 países en el mundo.

“De paso, la mitad estaban en la América, así que los países del nuevo mundo son de los países más antiguos y hace cinco mil años no había ninguna Nación-Estado, ni ninguna entidad política y, sin embargo, la inmigración no es que sea tan antigua como la humanidad, sino que es el origen de la humanidad. Nunca pensamos en esto, en la aparición de nuevas especies en un sistema en que la inmigración es lo inicial, después vienen las mutaciones genéticas y la selección natural, pero la inmigración es el principio de ese proceso”.

Sin ese proceso, no habría nuevas especies y nosotros, como toda la otra especie, somos el producto de eso. Gracias a la inmigración, también, es cómo nos expandimos por todo el planeta, como ninguna otra especie. No hay especie en el mundo que sea tan dispersa por el planeta entero como los Homo sapiens; es más, “las otras dos que están casi tan dispersas como nosotros, las ratas noruegas y la cucaracha alemana, no fue porque ellas emigraron, sino porque vinieron con nosotros”.

“La migración también es el origen de lo que llamamos diversidad étnica, cultural, lingüística, y de lo que llamamos raza, diversidad fenotípica, de colores, de piel: si nos hubiéramos quedado en el mismo lugar, todos seríamos más o menos igual físicamente y todo hablaríamos el mismo idioma. Es solamente la dispersión que crea esta diversidad, pero también la migración pone límites a esta diversidad, porque la migración no solamente crea diferencia, sino también crea el reencuentro, mezclas que ponen un límite a la diversidad humana”, destacó el especialista en Estudios Urbanos.

LA FRONTERA COMO REFUGIO.

Rihan Yeh, catedrática del Departamento de Antropología de la Universidad de California, en San Diego, recordó que desde hace mucho tiempo, la frontera norte de nuestro país ha servido como refugio, cuyos ejemplos se ha dedicado a recopilar prácticamente desde inicios del siglo XXI, como estudiante de antropología en Tijuana, donde se ha encontrado con casos como el de doña Emilia, quien llegó a la ciudad en los 80 tras la muerte de su primer bebé; en el 2003 le explicó su decisión de migrar: “quería yo irme lejos, donde nadie me conociera, donde nadie supiera quién era yo”.

“Con estas palabras, doña Emilia describe a Tijuana como un lugar donde uno puede desaparecer. Al narrar su yo más joven, en el acto de imaginar y desear lo que eventualmente se encontraría en Tijuana, doña Emilia representó el anonimato urbano de esta ciudad fronteriza como algo que le brindaría una soledad anhelada, que le permitiría perderse en su duelo”.

Con unas cuantas palabras, doña Emilia contrastaba un espacio tupido de relaciones sociales, de personas conocidas, de signos de quienes son los demás, con otro espacio que pinta como relativamente vacío: “nadie iba a saber quién era ella”, con lo cual buscaba proyectar un tipo de pantalla entre los dos espacios que yace en el desplazamiento de su acto de hablar, de su yo, el aquí y ahora de su acto de desear, que es distinto del aquí y el ahora de su narración”, describió la investigadora.

“En este ejemplo, doña Emilia moviliza una representación estereotípica de Tijuana, que también es una representación del espacio nacional como un espacio diferenciado en términos de las posibilidades de reconocimiento y ocultamiento que brinda”, y esta misma representación de la ciudad se da en diferentes momentos, se convierte en un espacio propicio para la desaparición, contrastado con otros espacios, donde el reconocimiento se da de manera densa y que, por lo tanto, en estos casos pueden ser espacios riesgosos.

“Estas representaciones de Tijuana dentro del espacio nacional se construyen ya no en una narrativa monológica, como la de doña Emilia, sino más bien en la toma y daca más rápida, fluida y compartida de la conversación. A mediados de los 2010 pasé tiempo con un hombre que había llegado a Tijuana en los 90, cuando quise saber más sobre esa parte de su vida, me contestó con una afirmación oblicua y generalizante: ‘Nadie está aquí porque quieren. Todos se vinieron por problemas’ y con esas palabras proyecta a Tijuana como una ciudad de gente que, como él, tuvieron que huir”, resaltó Rihan Yeh.

Por otro lado, Gabrielle Oliveira, antropóloga de la Escuela de Educación, de la Universidad de Harvard, se refirió a un trabajo de investigación que desarrolló entre distintos estados en México y la ciudad de Nueva York, durante más de 4 años. El objetivo de este trabajo fue comprender cómo las madres migrantes mexicanas crían, y educan a sus hijos que permanecen en México, al mismo tiempo que cuidan a otros hijos en Estados Unidos, ya sea porque nacieron allá o porque fueron llevados después.

A este arreglo lo llamó ‘una constelación trasnacional de cuidado’, en la que la madre se mantiene como figura central como cuidadora principal, sin importar dónde estén sus hijos, si en México o en Nueva York, ni cuánto tiempo haya pasado desde la separación. Las madres son apoyadas por redes de cuidado en México que, en la mayoría de los casos, están compuestas por las abuelas maternas.

El eje central de los estudios de la antropóloga especifican que la migración materna no puede entenderse sólo como abandono ni como cálculo económico, sino como una práctica moral de cuidado, que reorganiza las responsabilidades familiares a través de la distancia, “aunque las mujeres migren por diversas razones, como pobreza, violencia, reunificación familiar o el deseo de ofrecer una vida mejor a sus hijos, a lo largo de esta etnografía descubrí que la educación es el eje desde el cual ellas narran su sacrificio.

“Llamo a esta dinámica de la educación como moneda de amor entre madres e hijos. Para estas mujeres era fundamental diferenciar entre dejar y abandonar, como me explicó una madre mexicana, que vivía en Estados Unidos desde ocho años, y había dejado a su hija: ‘yo no abandoné a Daniela, la dejé. Abandonar significa que te olvidas de la persona, que ya no existe en tu vida, que la borras por completo; dejar a alguien no cambia cuánto te importa, cuánto la quieres, ni el hecho de que soy su mamá”.

De acuerdo con la investigadora brasileña, las mujeres en Nueva York eran migrantes indocumentadas, sin posibilidad de ir y venir entre México y Estados Unidos debido a las políticas migratorias y a los regímenes fronterizos. La maternidad transnacional no es una ausencia, sino una presencia que transforma y se adapta, porque migrar en este contexto también es una forma de cuidar”.

La mesa “Temas contemporáneos en la migración internacional” y todas las del X Encuentro Libertad por el Saber se encuentran disponible en el Canal de YouTube de la institución: elcolegionacionalmx.

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