
Muchos hongos han sido reconocidos globalmente y desde tiempos ancestrales, como valiosos recursos terapéuticos. Contamos con evidencias prehistóricas y documentos que se remontan a más de 4,000 años. En México, su uso en la medicina data de épocas prehispánicas, es una tradición que persiste vigorosa en las comunidades originales y mestizas actuales.
Los hongos comestibles no son solo un deleite culinario; son también nutracéuticos genuinos o alimentos funcionales que, además de su valor nutricional, mejoran la salud y reducen el riesgo de enfermedades. Constituyen una fuente de alimento rica en proteínas (del 10% al 40% de su peso seco, más que la mayoría de las verduras), alta en fibra, y contienen todos los aminoácidos esenciales para la dieta humana. Además, son bajos en grasas y completamente libres de colesterol. Aportan una cantidad significativa de vitaminas del grupo B, C y D, son una de las pocas fuentes no animales de vitamina D2.
Entre sus compuestos bioactivos, destacan los β-glucanos de alto peso molecular, sustancias similares a la quitina, heteropolisacáridos, pectinas, hemicelulosas y poliurónidos, que pueden constituir del 10% al 50% de su peso seco. Estos compuestos son cruciales para la salud: incrementan el bolo fecal, estimulan la motilidad intestinal, aumentan la excreción de ácidos biliares, poseen propiedades antioxidantes, disminuyen los niveles de triglicéridos y colesterol de baja densidad. Los β-glucanos con una estructura de triple hélice son particularmente eficaces como inmunoestimuladores, activando macrófagos y células NK para combatir bacterias, virus y células tumorales. En México, la concepción de los hongos comestibles como agentes terapéuticos es muy antigua, registrada en náhuatl y en castellano desde el siglo XVI en la Historia general de las cosas de la Nueva España (Códice Florentino).
El Huitlacoche (Ustilago maydis), un parásito del maíz es uno de los hongos comestibles y medicinales más populares en comunidades nahuas y otomíes, utilizado principalmente para afecciones de la piel como quemaduras, heridas, raspones, granos, ámpulas y rozaduras, incluso lesiones por fertilizantes o agroquímicos. El polvo de sus esporas se unta directamente sobre el área afectada. También se usa para detener hemorragias nasales y en jarabes contra la tos, catarro, dolor de cabeza y pulmonía. Sus propiedades astringentes se deben a compuestos como la glucacina (antibiótico) y la ustilagotoxina (vasoconstrictor). La oreja de raton (Schizophyllum commune) (Tsul’ te’) se usa por las y los tseltales para dar fuerza a mujeres embarazadas y estimular la lactancia, así como para aliviar la resaca, diarrea, indigestión, dolores y reumatismo. El hongo azul (Lactarius indigo) (Kjogusti o Keshke), un pariente mexicano de los niscalos europeos (Lactarius deliciosus) funciona como purgante, laxante y para tratar gastritis y otros desórdenes gastrointestinales.
Más allá de los hongos comestibles, existe un vasto número de especies valoradas específicamente por sus propiedades medicinales. Aquí algunos ejemplos: 1) Los pedos de lobo, junto con varios hongos con forma de “bola llena de polvo” (Lycoperdon, Bovista, Calvatia, Geastrum, Pisolithus), son reconocidos como agentes astringentes y hemostáticos para cicatrizar heridas leves, quemaduras y rozaduras, además de suavizar la piel y tratar granos, verrugas, llagas e infecciones. Las esporas son aplicadas como polvo o con aceite/crema. 2) Muchos líquenes (asociaciones de hongos y algas) (Usnea, Parmotrema, Xanthoparmelia, Pseudevernia) son utilizados para tratar afecciones respiratorias (tos, tosferina, bronquitis, pulmonía, resfriados), problemas de la piel (heridas, quemaduras, golpes, granos) y afecciones de los riñones, vejiga y tracto urinario. La comunidad Paipai de Santa Catarina y Kumiai de La Huerta (Baja California) los usan para mitigar los efectos de la menopausia y para la diabetes temprana o avanzada. Sus propiedades se atribuyen al ácido úsnico, con actividad antibacteriana, antiviral, antiinflamatoria y espasmolítica. Se consumen en té o se aplican directamente como polvo. 3) Hongos duros y de repisa (Ganoderma, Fomitiporia, Trametes, Pycnoporus) se usan contra hemorragias nasales y otras afecciones de la piel como jiotes, tiñas, granos y verrugas. Contienen polisacáridos, triterpenos, esteroides y glicoproteínas, que les confieren propiedades antibióticas, inmunoestimulantes, anticancerígenas, hipoglucemiantes y antihipertensivas.
La importancia de los hongos medicinales es particularmente significativa en países asiáticos como China, Japón y Corea, donde son populares desde hace siglos, ellos practican la medicina preventiva original de su cultura, de manera convencional e institucional. Para el Reishi (Ganoderma lucidum), lanzado a la fama en México durante la década de los 90s como el Hongo Michoacano (que por cierto no crece silvestre en Michoacán), se ha documentado su uso para reducir la inflamación y como tónico hepático. Sus ácidos triterpénicos de tipo lanostano exhiben propiedades antiinflamatorias. De igual manera, Chaga (Inonotus obliquus), Cola de Pavo (Trametes versicolor), son hongos cuya tradición y uso provienen de Asia, sus extractos purificados son utilizados como productos farmacéuticos por sus efectos inmunoestimulantes, antitumorales, antiinflamatorios y antioxidantes. Se debe destacar aquí a Cordyceps (Ophiocordyceps sinensis), que además de energético y afrodisiaco, contiene cordicepina, un análogo de la adenosina que interfiere con la síntesis de DNA, lo que limita el crecimiento de microorganismos, y posee efectos antiinflamatorios y antitumorales. Melena de León (Hericium erinaceus) y Shiitake (Lentinula edodes) son hongos comestibles muy sabrosos, pero también destacan por sus beneficios al sistema nervioso central o al sistema inmune, respectivamente.
El conteo de especies de hongos medicinales de China asciende a alrededor de 540 especies. Sin embargo, la tradición de México es igualmente milenaria y rica. Se han documentado más de 330 especies de hongos y líquenes con usos terapéuticos actuales, y aunque su empleo no está generalizado en la medicina convencional, estas prácticas y saberes sobrevivieron a los intentos de esterilización cultural y están resurgiendo. El conocimiento tradicional de los pueblos originales mexicanos ha sido estudiado por la micología y la antropología. La transmisión de estos saberes ancestrales se da principalmente de forma oral y por observación directa, de padres y abuelos a hijos. Así que, este valioso patrimonio biocultural se encuentra en peligro de desaparición debido a la compleja transculturalización y a los efectos de las actividades humanas en los recursos naturales. Sin embargo, aunque el conocimiento de algunos recursos terapéuticos se mantiene, incluso si el nombre local se ha olvidado, esta práctica no podrá sobrevivir si el recurso fúngico desaparece. La convergencia intercultural cognitiva en el uso de hongos medicinales, donde diferentes culturas y regiones emplean los mismos tipos de hongos para tratar padecimientos similares, es una evidencia de la eficiencia de sus propiedades, lo que abre una ventana para el descubrimiento de nuevos metabolitos con actividad farmacológica, además de la validación científica del saber tradicional.
La herbolaria es la madre de la medicina, por lo que la investigación científica se debería integrar con el conocimiento tradicional para preservar, revalorizar, difundir y potenciar este inestimable patrimonio micocultural. El consumo frecuente de hongos, cultivados y/o de temporada, impacta de manera positiva tanto en nuestra nutrición como en nuestra salud. Además, el uso de otros hongos medicinales nos ofrecen aún mejores perspectivas en nuestra calidad de vida.
Autor correspondencia: Gerardo Mata