El universo interno en nuestro organismo, ese ecosistema microscópico llamado microbioma es develado día con día. A lo largo de los últimos años, investigadores y científicas de todo el mundo han tomado el camino de investigación no sólo para conocer todos los microorganismos existentes de nuestro cuerpo, sino también de los alimentos y sustancias que, al ingerirlas, nos proveen de estos y sus beneficios para mantener nuestra homeostasis y salud.
En este amplio panorama mucho hemos escuchado y conocido sobre los organismos probióticos y prebióticos que incluso se pueden adquirir en cápsulas en farmacias y en el comercio electrónico. No obstante, más recientemente se ha abierto otra categoría de estudio para investigar aquellos relacionados con biomarcadores vinculados con nuestra salud mental, los científicos los han llamado “psicobióticos”.
Aurea Ramírez Jiménez, investigadora del Tec de Monterrey, estudia algunos de estos organismos y los alimentos o productos donde pueden hallarse. En entrevista, la experta en nutrigenómica explica aspectos de este término y otras áreas de su investigación, la cual fue reconocida recientemente con el “Premio Mujer Tec: Mujeres que hacen historia” en la categoría Ciencias por sus destacadas aportaciones al conocimiento.
ALIMENTOS FUNCIONALES.
Aurea Ramírez es conocida por su trabajo en el desarrollo de alimentos funcionales útiles contra la obesidad infantil y la concentración de triglicéridos en la sangre.
El concepto de “alimento funcional” tiene la misma base que el de “nutracéutico” –que además de ser saludable tiene efectos farmacéuticos intrínsecos–, la diferencia es que los segundos pueden ya encontrarse en extractos o sustancias purificadas a partir de elementos funcionales, en suplementos o encapsulados. “En cambio, los alimentos funcionales son más complejos y se refieren a todo el alimento. Por ejemplo, uno diseñado como el yogurt o uno natural como el frijol, los cuales cuentan con probióticos que ayudan a la salud intestinal”.
La científica combina el desarrollo de esta investigación con conceptos de economía circular y así aprovechar residuos de otros sectores. Como resultado se encuentra su proyecto para aprovechar residuos del mezcal, donde busca ingredientes o compuestos favorables para la microbiota intestinal.
Junto con sus estudiantes ha caracterizado compuestos de estos residuos para diseñar un ingrediente prebiótico, pero que, si se combina con los microorganismos adecuados, tenga también un efecto psicobiótico. “Es decir, que nos ayude a modular ciertos marcadores relacionados con la ansiedad, estrés y depresión”.
PSICOBIÓTICOS.
Desde que se propuso el término “probiótico”, han surgido nuevos caminos para definir y clasificar a los microorganismos benéficos para nuestro organismo, explica la profesora-investigadora del Tec campus Querétaro. Los prebióticos, añade, son aquellos elementos contenidos en alimentos como fibras que permiten la proliferación de los probióticos; también están los “simbióticos”, que al reunirse con un probiótico o prebiótico potencia su efecto.
“Finalmente están los psicobióticos que, si se consumen como parte de tu microbiota intestinal, te ayudan a modular –aunque no de manera directa– el humor, puesto que producen ciertos compuestos que te ayudan a reducir la depresión y la ansiedad”. Estos actúan a través de los biomarcadores en estos padecimientos.
Los componentes se pueden encontrar en algunos alimentos probióticos ya conocidos y se consumen a través fermentados o suplementos, como cepas de lactobacillus – rhamnosus y plantarum– o de bifidobacterium. El área de los psicobióticos no es nueva, pero muchas investigaciones están dirigiendo sus esfuerzos hacia ésta, agrega la académica. En el Tec de Monterrey campus Guadalajara, refirió, Tomás García realiza diversos estudios en el área, en tanto que colegas de otros países ya realizan estudios en modelos animales.
NUTRIGENÓMICA.
Los genes en nuestro organismo no cambian a lo largo de la vida, pero sí su forma de expresión, es decir, se encienden o apagan de acuerdo con el entorno interior o exterior. Es por ello que, dependiendo de nuestra alimentación podemos encender o apagar determinados genes o patrones de genes, lo que puede propiciar con mayor facilidad el desarrollo de obesidad y sus comorbilidades, explica la científica, quien estudia algunos compuestos y nutrientes que, en determinado tipo de dieta, expresan esos genes.
Uno de sus proyectos de investigación ha consistido en el estudio de esta leguminosa de la cual obtuvo una harina para diseñar un alimento funcional en una barra. En un estudio clínico se la proporcionó a mujeres con altos niveles de triglicéridos en la sangre y comprobó que un consumo regular en dos meses disminuyó sus niveles, así como los marcadores genéticos asociados a la obesidad.
Ahora, se encuentran probando cuáles son estos alimentos asociados a la disminución de enfermedades y qué compuestos son responsables del efecto.
ACCESO.
El desarrollo de este tipo de investigación podría parecer complejo, no obstante, es más difícil hacer llegar estos avances a la población en un país expuesto a un ambiente obesogénico. La científica comparte las dificultades para hacer llegar este conocimiento a diferentes sectores de la población y divulgarlo entre las personas, academia y gobierno y, conjuntamente, apliquen el conocimiento.
“No es tan difícil producir estos alimentos en la industria, de hecho, en una colaboración con académicos del IPN y la UAM estudiamos formas más eficientes de producir los alimentos para que mantengan sus propiedades, puesto que, al procesar, muchas veces se pierden... Es un reto, pero si encontramos los espacios, estos productos se pueden poner al alcance de todos”.
Para la científica es vital que la ciencia que desarrollan sea aplicable y de beneficio para la sociedad, bajo un cuidado medioambiental. Para ello, ejemplifica, en su proyecto de bagazo de mezcal existe una divulgación y retroalimentación con los productores, con quienes buscan compartir resultados y llevar a cabo talleres.
Añadió también la importancia de establecer colaboraciones con otras instituciones, como las realizadas con otras universidades y centros públicos de investigación. Sin distinción entre instituciones públicas y privadas, agrega, “todos somos colaboradores, hacemos ciencia y aportamos nuestro granito de arena a la población y, si se tiene un beneficio económico será útil para seguir financiando proyectos que retribuyan a la sociedad”.
Inspiración para más jóvenes
Aurea Jiménez fue una de las 17 académicas y profesionales del Tec quien recibió el Premio Mujer Tec 2023 en marzo pasado. La científica expresó que la distinción es una buena oportunidad para transmitir a las más jóvenes que la ciencia es una vocación que pueden desarrollar.
“Los reconocimientos son una oportunidad para darnos la visibilidad que nos permita acercarnos a la sociedad y dar a conocer qué estamos haciendo. También es una oportunidad para dar un ejemplo a niñas, adolescentes y mujeres que tienen curiosidad por conocer estas áreas de la ciencia y tecnología de alimentos y la nutrigenómica, para que conozcan todas sus posibilidades y hasta donde pueden llegar si se lo proponen”.
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