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¿En qué cuenca vive usted?

En México las cuencas se expanden y se contraen: en 1962 el ingeniero y geógrafo Jorge L. Tamayo delimitó el territorio nacional en 180 cuencas

Vista panorámica de un río y una ciudad
Cuenca del Grijalva. Chiapa de Corzo, Chiapas. Cuenca del Grijalva. Chiapa de Corzo, Chiapas. (Wikimedia Commons)

¿En qué cuenca vive usted? Esta sería una pregunta obligada si acaso los ciudadanos de este país tuviéramos en mente que existe alguna territorialidad denominada como “cuenca hidrológica” o “cuenca hidrográfica”. Pero sólo los conocedores saben, y no a ciencia cierta, en qué cuenca habitan. Pero vayamos por partes. ¿Qué es una cuenca? Una definición sencilla es la que tomó la entonces Secretaría de Recursos Hidráulicos (1990) y que cito: “Cuenca hidrográfica es el territorio cuyas aguas pluviales y fluviales afluyen a una misma corriente principal, lago o mar”.

La cuenca hidrográfica se basa en la morfología del terreno. Hace referencia a una forma “natural” en forma de recipiente (un símil que podemos identificar con facilidad es el de “la cuenca de los ojos”). La cuenca hidrográfica, tomada como una formación natural, tiene elementos sustanciales: sus límites —llamados parteaguas— ubicados en las partes más altas, los principales escurrimientos que dan a un río o cuerpo de agua.

Existen tres tipos de cuencas: las que tienen escurrimiento hacia los ríos y una salida al mar son las más representativas y son llamadas como exorreicas; pero también hay las llamadas cuencas cerradas o cuencas endorreicas, que no tienen ninguna salida natural, pero sí un cuerpo de agua receptor (la cuenca donde se asentó la Ciudad de México era un ejemplo de este tipo de cuencas, luego abierta artificialmente por la mano del ser humano mediante los sistemas artificiales de desagüe); por último, las cuencas arreicas son las que tienen escurrimientos pero no un cuerpo receptor visible.

La cuenca hidrológica ha sido un espacio definido para la gestión del agua en México desde la mitad del siglo XX, aunque en otros países ya había sido tomada como una unidad de manejo del recurso hídrico: en Estados Unidos de Norteamérica en 1922 (Colorado River Compact), en España en 1926 (Confederaciones Hidrográficas), entre otros países. En Francia fue tomada en cuenta en la legislación hasta 1964 (a través de la gestión descentralizada de las grandes cuencas hidrográficas).

Se supone que las cuencas son formaciones naturales, por lo que muchos autores (sobre todo desde las ciencias llamadas “duras” y las ciencias aplicadas, como la ingeniería) defienden la naturalidad de las cuencas como un modelo de reconocimiento de la dinámica natural. Sin embargo, en mi opinión, las cuencas hidrológicas son un constructo humano sobre la naturaleza.

En México las cuencas se encuentran dentro de una región más amplia: las regiones hidrológicas. En 1947 la entonces Secretaría de Recursos Hidráulicos definió 37 regiones hidrológicas en México. En la actualidad, la Comisión Nacional del Agua (Conagua) define tan sólo 13. Este simple dato es parte de mi argumentación para decir que las cuencas (y las regiones hidrológicas) son un constructo humano. No niego la existencia de este fenómeno geográfico denominado como cuenca, sino de que en su definición, límites y concepción se ha determinado más que por su naturalidad, por la actuación del ser humano, por procesos políticos, por procesos administrativos y de interpretación.

En México las cuencas se expanden y se contraen: en 1962 el ingeniero y geógrafo Jorge L. Tamayo delimitó el territorio nacional en 180 cuencas. Trece años después, en 1975, con la elaboración del Plan Nacional Hidráulico de la extinta Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos, se contabilizan 102 cuencas. Para 1998 la Comisión Nacional del Agua (Conagua) delimita 234 cuencas hidrológicas, y entonces empieza el estira y el afloja en las cuencas, que se contraen, se reproducen y se expanden, porque en el año 2000 la Comisión Nacional de la Biodiversidad delimita 1739 cuencas. Tan sólo tres años después, en el 2003, el entonces Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC) define 1718 cuencas. Y, finalmente, en el 2007 el propio INECC y la Conagua logran un consenso para definir 13 regiones hidrológicas en México que contienen 1471 cuencas hidrográficas o 731 cuencas hidrológicas.

¿Confundido el lector? Digamos que si las cuencas fueran formaciones naturales no tendría por qué haber tanta diversidad en su identificación ni tanto lío en su delimitación. Pero, además, ¿qué es eso de cuencas hidrológicas y de cuencas hidrográficas? Veamos la etimología, para comenzar a desenredar esta madeja. La hidrología es la ciencia del agua, cuyas raíces griegas son hydor (agua) y logos (tratado, estudio). Por su parte, hidrografía es trazar dibujos, o hacer mapas, de los lagos, ríos y cuerpos de agua; la raíz griega es hydor (agua) y graphein (escribir o grabar). Y entonces así encontramos una diferenciación importante que no siempre se toma en cuenta: lo hidrográfico se puede representar a simple vista y lo hidrológico se refiere a aquello que incluye el suelo, el clima, la vegetación y el comportamiento del agua.

Cuando se habla de cuenca hidrográfica se hace énfasis en su carácter geográfico; cuando hablamos de cuenca hidrológica se hace tomando en cuenta los ecosistemas y los elementos naturales. Así, mientras la cuenca hidrográfica es una definición geomorfológica, la cuenca hidrológica puede ocuparse como una unidad de gestión del agua. Pero, cuidado, porque en esta clasificación encontramos los acuíferos, que no “respetan” los límites de las cuencas y cuyas fronteras son más difíciles de delimitar.

En la forma de pensar al dividir el espacio geográfico por cuencas lo único que existe son cuencas… Y tenemos un problema de omisión de las escalas, que tampoco es muy reconocido, porque en la literatura hídrica se suelen denominar todas como cuencas. Un ejemplo: existe la mega cuenca Grijalva-Usumacinta, una cuenca transfronteriza que comienza en territorio de Guatemala y continúa en México (Chiapas, una parte de Campeche y Tabasco). Quien viva en las ciudades de Villahermosa (Tab.) o de San Cristóbal de Las Casas (Chis.) puede decir que vive en la cuenca Grijalva-Usumacinta. Sin embargo, hay investigadores que dividen esta gran cuenca en tres cuencas diferenciadas: la del Grijalva, la del Usumacinta y la de Grijalva-Usumacinta; esta última está formada por la confluencia de ríos que desaguan al Golfo de México y que es de sólo unos veinte kilómetros, aproximadamente. Pero aún dentro de estas cuencas, como ya he dicho, hay un asunto relacionado con las escalas. Así que en la subcuenca del Río Amarillo se encuentra la ciudad de San Cristóbal de Las Casas, y algunos autores hacen una subdivisión más, así que hay una minicuenca con el nombre de la misma ciudad. De esta forma, un habitante de San Cristóbal de Las Casas habita en la gran cuenca Grijalva-Usumacinta, pero también en la del Grijalva, también en la del Río Amarillo, y también en la cuenca que tiene el mismo nombre que la ciudad…

Para la Comisión Nacional del Agua existen subcuencas o cuencas de segundo orden y microcuencas o cuencas de tercer orden. La constante en la delimitación de cuencas o subcuencas o microcuencas es el reconocimiento de tres zonas funcionales: la de captación, el área de almacenamiento hídrico y el de la zona de salida o descarga. Generalmente se clasifica el espacio de una cuenca en tres zonas: alta, media y baja, que corresponden a las funciones ya mencionadas.

Así que, ¿en qué cuenca cree el lector que vive?

* Investigador-CIESAS Ciudad de México

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