Academia

A Darwin hay que leerlo y no venerarlo: Antonio Lazcano

“El origen del hombre” cumple 150 años, obra que muestra al naturalista en momentos “copernicanos”, hasta otros victoriano y racista, exponen el biólogo y el jurista Diego Valadés

El colegio nacional

Escultura de Charles Darwin en el Museo de Historia Natural de Londres.

Escultura de Charles Darwin en el Museo de Historia Natural de Londres.

(Alex Soojung-Kim Pang/Flickr)

Tiempo después de su viaje en el Beagle, en una visita a su cuñada en Londres, Darwin recibió a su vez la visita un gran paleoantropólogo de la época, Hugh Falconer, quien le mostró cráneo similar al humano, pero más grande, que ahora sabemos perteneció a un neandertal. Poco se conoce de ese encuentro y mucho menos de su reacción.

Alex Menez, biólogo e historiador de la ciencia en el Museo de Gibraltar, recuperó algunos indicios del momento a través del archivo epistolar de Darwin. “Falconer me trajo el maravilloso cráneo de Gibraltar”, dijo el autor de la teoría de la evolución sobre el fósil conocido con ese nombre, por haber sido hallado en una cueva de dicha región. Tiempo después se registraría como el primer cráneo descubierto de un neandertal (1848).

“No sabemos cuál fue su reacción, puesto que no hay registro de ello, pero lo tuvo en sus manos y jugó con él”, señala el biólogo Antonio Lazcano, conocido mundialmente por sus estudios en origen de la vida. “Uno no puede dejar de preguntarse qué pensó Darwin al tener ahí una prueba clarísima y tangible de la relación que tenemos los humanos con otros primates y homínidos”.

"Copernicano"

Antonio Lazcano
La idea dice que los humanos somos un producto de la evolución de otros grupos animales, es decir, nos iguala en términos de nuestro origen evolutivo con el de otras especies.Antonio Lazcano

En “El origen de las especies” (1859), el naturalista no ahondó en aspectos como el origen de la vida ni el origen del hombre. Este último tema fue abordado en la obra titulada “El origen del hombre” publicada en 1871, que cumple 150 años, la cual tiene varios momentos luminosos, pero también contradicciones, limitaciones e incluso es racista, expusieron Antonio Lazcano y Diego Valadés, miembros de El Colegio Nacional.

Durante la conferencia “150 años de El origen del hombre”, realizada en el marco de los encuentros “Los viernes de la evolución”, comentaron varios de estos contrastes, pero remarcaron la importancia de las ideas que se mantienen vigentes hasta nuestros días.

Esta obra, vista desde la época contemporánea, contiene limitaciones importantes como referirse al origen del hombre y no de la humanidad, añadió el biólogo. “Esto es algo que parece inaceptable, así como los elementos racistas que refiere, donde se leen –con enorme incomodidad¬– comentarios sobre la inferioridad de las razas, tanto en la escala de jerarquías étnicas, como en el uso de raza que, en general, es algo que los biólogos y quienes se dedican a la cultura actualmente, tratamos de evitar muy conscientemente”.

Adicionalmente, agregó Lazcano Araujo, Darwin trata de justificar algunos aspectos del colonialismo. Es así como “vemos la obra de un hombre producto de su tiempo, que presenció la expansión imperialista de la Gran Bretaña, con sociedad de clases muy definida y con una actitud, en el mejor de los casos, paternalista hacia otros grupos étnicos”.

“LUNÁTICO”.

No obstante, el profesor de la Facultad de Ciencias de la UNAM puntualizó que Charles Darwin provenía de un medio familiar social permeado por los “lunáticos” (Sociedad Lunar de Birmingham), a la que perteneció su abuelo Erasmus. El “club de caballeros” tenía interés por la ciencia, así como la convicción de que todos los seres humanos somos creados iguales: su visión era antiesclavista. “Favorecían la idea de la independencia de todas las colonias y aceptaban como normal las posibilidades de la educación para igualar y desarrollar el potencial de todos los humanos. Así que el libro también ofrece una serie de virtudes”, puntualizó el científico mexicano.

Una de ellas, agregó, se encuentra en el capítulo 6, por cuya luminosidad ha sido calificado como “copernicano”, puesto que implica una visión totalmente radical para el momento. “Dice que, finalmente, los humanos somos un producto de la evolución de otros grupos animales, es decir, nos iguala en términos de nuestro origen evolutivo con el de otras especies. Actualmente, hemos abandonado la idea de que los seres humanos representamos un reino aparte, pero lo hacemos precisamente porque Darwin y su generación reconocen que, de ninguna manera, somos una entidad biológicamente distinta al resto de los primates”.

Desde la elaboración de su teoría, Darwin ya adelantaba que el origen del hombre se encontraba en África, debido a su gran diversidad de homínidos.

Desde la elaboración de su teoría, Darwin ya adelantaba que el origen del hombre se encontraba en África, debido a su gran diversidad de homínidos.

PUNTOS DÉBILES.

Durante su participación, el jurista Diego Valadés –quien además tiene un especial interés en la evolución humana– acotó que al igual que el capítulo 6 de “El origen del hombre” muestra ideas muy avanzadas para entonces, el capítulo anterior refleja la parte más débil de su obra, en la que incluso se aventura a hacer “sociología de la evolución”.

En éste se pueden encontrar expresiones lesivas, como que las naciones más civilizadas reemplazan en todas partes a las bárbaras, “lo cual no tiene nada de científico. Esto es parte del contexto victoriano donde además Gran Bretaña era considerado imperio del mundo”.

Hay otros elementos de la sociología política de la época: “En un punto, Darwin refiere que el progreso de las naciones se genera de manera diferenciada en los grupos humanos según un clima tórrido o frío, lo cual contradice lo dicho en el capítulo 6 (…) Cuando dice que la selección natural influye en las naciones civilizadas no está haciendo un estudio del origen del hombre, sino de la política victoriana”.

Este tipo de ideas fueron empleadas como un instrumento por otros pensadores y, sobre todo, dirigentes políticos para argumentar la expansión imperial, la acumulación de riquezas y otras interpretaciones que provocaron la exclusión social hasta el siglo XX, agregó.

Valadés acotó que estos aspectos “rasposos” de su obra, que no generan demérito en su aportación, habrían sido generados por la presión que sentía Darwin por Alfred Russel Wallace, quien había llegado a conclusiones similares a las suyas en torno a su obra cumbre.

Por ello, Antonio Lazcano, Premio Crónica, enfatizó que “a Darwin hay que leerlo y no venerarlo. El mejor homenaje que les podemos hacer a las mujeres y hombres del pasado y de ahora, cuando hacen una propuesta científica o académica, es el de la lectura crítica”.