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Fatiga y dolor de cabeza entre los síntomas persistentes tras COVID

Le siguieron dolores musculares, tos, cambios en el olfato y el gusto, fiebre, escalofríos y congestión nasal, señala investigación

Estudio

El veintiuno por ciento reportó confusión, y la hipertensión fue la condición médica más común reportada por los participantes además de su batalla contra COVID-19.

El veintiuno por ciento reportó confusión, y la hipertensión fue la condición médica más común reportada por los participantes además de su batalla contra COVID-19.

La fatiga y el dolor de cabeza fueron los síntomas más comunes informados por las personas un promedio de más de cuatro meses después de tener COVID-19, informan los investigadores del Medical College of Georgia en la revista “ScienceDirect”. Los dolores musculares, tos, cambios en el olfato y el gusto, fiebre, escalofríos y congestión nasal fueron los siguientes en la larga lista de síntomas persistentes.

“Nuestros resultados respaldan la creciente evidencia de que hay síntomas neuropsiquiátricos crónicos después de las infecciones por COVID-19”, escriben los investigadores en el estudio “Neuropsychiatric sequelae of long COVID-19: Pilot results from the COVID-19 neurological and molecular prospective cohort study in Georgia, USA”.

“Hay muchos síntomas que no sabíamos qué hacer con ellos al principio de la pandemia, pero ahora está claro que hay un síndrome de COVID prolongado y que muchas personas se ven afectadas”, señala la doctora Elizabeth Rutkowski, neuróloga y una de las autoras del estudio.

El estudio publicado informa sobre los hallazgos preliminares de la primera visita de los primeros 200 pacientes inscritos en el Estudio de cohorte prospectivo neurológico y molecular de COVID-19 en Georgia, o CONGA, que fueron reclutados en promedio unos 125 días después de dar positivo por COVID-19.

CONGA se estableció en el Medical College of Georgia a principios de la pandemia en 2020 para examinar la gravedad y la longevidad de los problemas neurológicos y comenzó a inscribir participantes en marzo de 2020 con el objetivo final de reclutar 500 en cinco años.

El ochenta por ciento de los primeros 200 participantes informaron síntomas neurológicos con fatiga, el síntoma más común, informado por el 68,5 %, y el dolor de cabeza le siguió con un 66,5 %. Un poco más de la mitad informó cambios en el olfato (54,5 %) y el gusto (54 %) y casi la mitad de los participantes (47 %) cumplieron los criterios de deterioro cognitivo leve, con un 30 % que demostró problemas de vocabulario y un 32 % con problemas de memoria de trabajo.

El veintiuno por ciento reportó confusión, y la hipertensión fue la condición médica más común reportada por los participantes además de su batalla contra COVID-19.

El veinticinco por ciento cumplió con los criterios de depresión y la diabetes, la obesidad, la apnea del sueño y un historial de depresión se asociaron con aquellos que cumplieron con los criterios. La anemia y el antecedente de depresión se asociaron con el 18% que cumplía con los criterios objetivos de ansiedad.

Si bien los hallazgos hasta la fecha no son sorprendentes y son consistentes con lo que otros investigadores están encontrando, Rutkowski dice que el hecho de que los síntomas informados por los participantes a menudo no coincidieran con lo que indicaban las pruebas objetivas fue sorprendente. Y era bidireccional.

“Por ejemplo, la mayoría de los participantes informaron cambios en el gusto y el olfato, pero las pruebas objetivas de ambos sentidos no siempre se alinearon con lo que informaron. De hecho, un porcentaje más alto de los que no informaron los cambios, en realidad tenían evidencia de deterioro de la función según las medidas objetivas”, escriben los investigadores. “Si bien las razones no son seguras, parte de la discrepancia puede ser un cambio en la calidad de su gusto y olfato en lugar de una capacidad puramente deteriorada”, dice Rutkowski.

“Comen un sándwich de pollo y sabe a humo o velas o alguna otra cosa extraña, pero nuestras tiras de sabor intentan representar sabores específicos como salado y dulce”, dice Rutkowski. Otros, por ejemplo, pueden confiar más en estos sentidos, incluso cuando están preparando la comida, y pueden notar incluso un ligero cambio, añade.

De cualquier manera, sus datos y otros sugieren una pérdida persistente del gusto y el olfato después de la COVID-19, escriben Rutkowski y sus colegas. Muchos informes anteriores se han basado en este tipo de autoinformes, y las discrepancias que están encontrando indican que el enfoque puede no reflejar una disfunción objetiva, escriben los investigadores.