Academia

Hagamos una lectura revolucionaria de los cuerpos más allá de la invención de los sexos: Lu Ciccia

Lu Ciccia, académica del CIEG de la UNAM, propone una nueva visión que cuestione las ideas que tenemos de los roles de género y la sexualidad binaria · La experta en estudios de género publica “La invención de los sexos”

entrevista

Lu Ciccia es doctora en Estudios de Género por la Universidad de Buenos Aires (UBA) y académica del CIEG de la UNAM.

Lu Ciccia es doctora en Estudios de Género por la Universidad de Buenos Aires (UBA) y académica del CIEG de la UNAM.

Isaac Torres

“Me encanta sobre lo que están platicando, me hace mucho sentido”, dice una joven a su salida de la cafetería que no se resistió a hacer el comentario a mitad de la entrevista. La claridad y profundidad de las ideas de Lu Ciccia no han pasado desapercibidas en la cafetería de la Narvarte, como tampoco su firmeza al hablar y dibujar con ademanes su propuesta teórica y académica, a la vez de uso práctico y resonancia social inmediata, como lo ejemplificó la joven, quien nos compartió que imparte talleres de educación sexual y que tomó apunte del libro que enmarca esta entrevista.

Mirémonos en un espejo –literal o metafóricamente– y cuestionemos nuestra identidad de género, nuestra genitalidad, nuestro rol; hagámoslo sin un pensamiento binario determinado por la biología ni por las normas sociales e históricas. ¿Por qué soy (cis) mujer?, ¿por qué soy trans?, ¿por qué soy (cis) varón?, ¿por qué me asumo pansexual?

Para Lu(cía) Ciccia, hacerse estos cuestionamientos y reflexionar es revolucionar y entrar al discurso contemporáneo que desmitifica los dogmas del sexo y los géneros, como nos lo ha enseñado la historia occidental y, más recientemente, esa máxima expresión del capitalismo, llamada patriarcado, expresa la académica.

En entrevista, la investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) de la UNAM expone algunas ideas centrales de su libro “La invención de los sexos” (Siglo XXI Editores), el cual enarbola un marco de referencia para cómo trascender el binarismo y dicha invención de los sexos, los feminismos.

La doctora en Estudios de Género por la Universidad de Buenos Aires, Argentina, recuerda que el sesgo de los sexos en la era contemporánea ha sido actualizado por las distintas disciplinas científicas a lo largo de los siglos XIX y XX hasta volverse paradigmas que incluso influyen de manera significativa, por ejemplo, en la investigación de laboratorio y clínica.

“La actualización de este sesgo amputa la historia que tiene: una forma explícita de subordinar a las cis mujeres al ámbito doméstico. Visibilizar este sesgo desde los estudios de género de la epistemología feminista permite dar cuenta de que esta lectura jerarquizada en realidad opera como un obstáculo para una verdadera comprensión de lo que son las diferencias biológicas, que hoy se observan entre cis varones y cis mujeres, eventualmente en los cerebros, pero también en el resto del cuerpo”. (El prefijo “cis” describe a las personas que continúan identificándose con el género que se les designó al nacer).

La idea es que las diferencias que se observan entre cis varones y cis mujeres, añade, siempre han sido reducidas a eso que llamamos sexo, entendido como una serie de atributos vinculados con la reproducción, “que hoy podemos decir es la composición de los llamados cromosomas sexuales, concentraciones de las llamadas hormonas sexuales, genitalidad externa y, para este discurso positivista, también los cerebros, porque han reducido a estos la mente y al mismo tiempo como eje comparativo para decir que la cis masculinidad es superior que la cis feminidad”.

Definidos por nuestros genitales 

Lu Ciccia es doctora en Estudios de Género por la Universidad de Buenos Aires (UBA) y académica del CIEG de la UNAM.
“Al hablar del género, a partir de un sistema binario, estamos hablando de un marco normativo que prescribe lo que sucede en un cuerpo con base en su genitalidad”

¿DOS CEREBROS?

La reducción de la mente al cerebro fue el paradigma de un discurso androcéntrico –de una masculinidad blanca, por lo que es eminentemente racista–, que parte de la idea que asume el dimorfismo sexual para justificar biológicamente la reducción de la mujer a la tarea doméstica. Para decir que la mujer era inferior mentalmente, era necesario situar la mente en algún lado, refiere la investigadora.

“Si me preguntas cómo contrastar para decir que la mente no es el cerebro, abono una serie de corrientes pos cognitivistas que critican el cognitivismo clásico, el cual sugiere que el cerebro es necesario y suficiente para el aprendizaje. Ahora bien, lo que decimos desde estas corrientes es que el cerebro es necesario, pero no suficiente, porque no somos un cerebro, somos un cuerpo estructuralmente acoplado al contexto, sin contexto no hay mente, somos un acoplamiento sensorio motor, que además interactúa con otras corporalidades y con el contexto, de manera tal que éste hace al sujeto y éste a su vez hace al contexto de manera recíproca.

La académica, quien realizó dos años de investigación en el departamento de Fisiología del Sistema Nervioso de la Facultad de Medicina de Buenos Aires, explica que esta co producción impide localizar la mente en un solo órgano, tejido o en una suerte de dato biológico por más complejo que sea: No hay órgano capaz de contener nuestros estados mentales. “Por ejemplo, en qué estructura del cerebro se ubican los deseos, nunca podremos dar cuenta de nuestros estados mentales a partir de datos biológicos”.

La mente no es el cerebro

Lu Ciccia es doctora en Estudios de Género por la Universidad de Buenos Aires (UBA) y académica del CIEG de la UNAM.
"Mi miente ni se reduce a un órgano ni a todo el organismo, sino un estado complejo que tiene sentido en acoplamiento estructural de mi cuerpo con el mundo y las otras personas y seres vivos"

REVOLUCIÓN.

Para trascender el discurso anacrónico de los sexos, Ciccia propone en su libro hacer una “lectura revolucionaria de los cuerpos” y “desconfiar de todo los que nos enseñaron”: que es así porque sí.

“Lo que somos se vuelve un axioma, es decir, algo que no necesita explicación y se parte de ahí para después definir ciertas especificidades de eso que somos, pero lo troncal, lo estructural de eso que somos, que implica nuestra identidad y nuestra forma de estar en el mundo, pareciera dejarse a merced de un dato biológico”.

La biología, agrega, funciona como un anclaje que nos da certeza, por ello, una lectura distinta nos causa incomodidad, porque es algo complejo y nos genera contradicciones. “Si cuestionamos que la genitalidad no determina ni mi identidad de género ni mi sujeto de deseo ni mi sexualidad, tenemos que cuestionarnos ¿por qué tenemos la que tenemos?, ¿por qué tenemos la identidad de género que tenemos?, no para decir que hacer la revolución implica ser lesbiana –aunque yo milito a favor, pero no es necesario–, sino cómo entendemos esa identidad de género y sexualidad”.

La académica expresa que, bajo esta idea, no importa si te identificas como cis heterosexual, lo importante es cuestionar y reflexionar que naciste así. “De ser así, estás diciendo que una biología contiene tu deseo, tu forma de estar en el mundo, que una biología explica tu normativa de género y que supone que te asignaron al nacer. Si una persona trans, lesbiana, pansexual, bisexual… me dice que nació así, ha tomado un argumento esencialista; si, por otra parte, una persona cis heterosexual me dice que, en realidad su identidad es una trayectoria vital que actualiza todos los días, coincido más que con ella.

“La revolución no significa desprenderse de la cis heterosexualidad, sino resignificar o hacer una nueva ontología de lo que somos, explicarnos de una manera no esencialista”.

Lu Ciccia es biotecnóloga y realizó investigación en fisiología del sistema nervioso.

Lu Ciccia es biotecnóloga y realizó investigación en fisiología del sistema nervioso.

Isaac Torres

CUESTIONAR, CUESTIONARSE.

Ciccia emplea el término “revolución” porque la llamada, y de moda, “deconstrucción” se queda corta y porque un término más cercano, “subversión”, está vinculado con las desapariciones durante la dictadura argentina.

Esta revolución es aprender a ver diferente y la reflexión comienza en casa en términos de lo que somos y decir: miro mi genitalidad por qué soy hombre, por ejemplo, esa profundidad de reflexión. “Miro a la sociedad y veo una correlación entre genitalidad e identidad de género, esto es, frecuentemente alguien con pene se identifica como varón y, frecuentemente, será heterosexual y su objeto de deseo será lo que consideramos el otro género. ¿Por qué? Cómo son esos aprendizajes tan arraigados que ni los cuestionamos, ¿por qué no cuestionamos usar una pollera (falda), depilarte, ¿por qué maquillarte no es una opción?, ¿por qué no puedes hacer eso si quisieras? En realidad, me dirás ‘no quiero hacerlo’, ‘porque no’, ‘porque no me gusta’, ‘porque es de mujer’, pero, ¿por qué es de mujer? ¿Por qué a un cuerpo le prescribimos que pueda manifestarse o no sobre la base de esa genitalidad? La idea es reflexionar esto en un sentido profundo, y cuando miras a tus amigues, a tu familia o a tus relaciones sexoafectivas puedes preguntar lo mismo”.

La charla termina y otra comensal hace resonancia de las ideas de Lu, esta vez se trata de una académica de intercambio que casualmente realiza investigación en la Torre de Humanidades de la UNAM, donde trabaja la autora. También fue invitada a la presentación del libro y a formar parte de la revolución.