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Los historiadores y la post - pandemia

La rápida transformación en las formas de hacer historia ha hecho evidente la necesidad de reflexionar sobre los recursos conceptuales con los que contamos para afrontar esta nueva realidad para nuestra profesión

la ciencia en el país

La historia, al igual que las ciencias tecnológicas, se ha incorporado en esta vorágine intelectual que demanda el mundo actual.

La historia, al igual que las ciencias tecnológicas, se ha incorporado en esta vorágine intelectual que demanda el mundo actual.

Los efectos de la pandemia provocada por el SARS Cov2 a nivel mundial no han dejado ver su impacto total al día de hoy. Las repercusiones económicas quizás han sido más evidentes que otras de carácter social o político. Pero en este momento, quisiera poner la atención en las posibles repercusiones que la emergencia sanitaria ha tenido en la forma en que algunas profesiones se desarrollan. Ha sido incuestionable el impacto en el avance del ámbito médico y tecnológico, lo que me lleva a pensar en la creación de posibles carreras profesionales en un futuro próximo como, por ejemplo: “simulador de órganos humanos en impresión 3D”, “creador de viajes en realidad amentada”, planificador de metaverso” o “ingeniero de estructuras en 3D”.

En el ámbito de las ciencias sociales también hay un impacto. Me he dedicado profesionalmente al oficio de historiar desde hace más de 23 años. Las formas de investigar que aprendí como estudiante han variado de acuerdo con las tendencias historiográficas que han surgido. Hemos pasado de la simple narración del hecho histórico a la interpretación interdisciplinaria de procesos en el tiempo y la construcción de conocimiento con utilidad social. Las herramientas teóricas se han ido perfeccionando y se ha logrado, por ejemplo, conciliar la discusión entre historia económica e historia cultural. Ambas metodologías eran consideradas como irreconciliables, ahora y de manera conjunta, son pensados como uno de los caminos innovadores para la construcción de propuestas con impacto social.

Otro ejemplo es la unión entre una historia con metodologías econométricas –basada en modelos de simulación matemática, con una historia cualitativa –que evoca las causas sociales del cambio. Los resultados que se han obtenido de esos ejercicios superan las explicaciones que se quedan en una descripción de un hecho de la sociedad.

En resumen, la historia, al igual que las ciencias tecnológicas, se ha incorporado en esta vorágine intelectual que demanda el mundo actual, y se ha movido hacia una historia más cercana a nuestro acontecer diario y buscando la apropiación social de ese conocimiento. La información que utiliza el historiador para su oficio y los medios disponibles para acceder a ella también se han modificado en el tiempo. Pasamos de la consulta documental y la recuperación de datos en papel, a la recuperación de datos en medios electrónicos. Pasamos desde una postura de la escuela positivista que se basa en la información plasmada en papel: a otra postura de carácter más cultural, quizás cercana a la escuela francesa, en donde las fuentes de información se diversifican además de los documentos, a todas aquellas que se pueden obtener a través de recursos visuales, sonoros, materiales (monumentos, artefactos, edificios, entre otros), o inmateriales (tradiciones, recetas, leyendas, dichos, etc.).

En el presente todo recurso de información es válido para el historiador. Sin embargo, en estos días de pandemia y aislamiento social para evitar el contagio, es que los dispositivos digitales (celular, tabletas, laptop, etc.) que permiten el acceso a la información y medios disponibles en la World Wide Web cobraron una importancia incuestionable en nuestra vida.

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La elaboración de los estudios históricos no ha escapado a esa inclusión tecnológica pues de acuerdo con Klaus Schwab en su libro sobre La cuarta revolución industrial, los cambios tecnológicos no destruyen empleos, pero si modifican las capacidades que se requieren para el mejor desempeño, y esto provoca la necesidad de brindar alternativas que exigen las nuevas condiciones.

La rápida transformación en las formas de hacer historia ha hecho evidente la necesidad de reflexionar sobre los recursos conceptuales con los que contamos para afrontar esta nueva realidad para nuestra profesión. En específico deseo retomar la idea de lo efímero como una cualidad de los recursos de información que se están generando actualmente. La memoria de la humanidad está siendo expresada en mensajes de home movies, WhatsApp, palabras en Messenger, en un Twitter o transmitida a través de un emoji que expresa una emoción / decisión y que tiene múltiples interpretaciones.

Pero no solo eso, sino que son decisiones, sentimientos y pensamientos expresados en medios y recursos electrónicos que no están diseñados para permanecer por largo periodo de tiempo. Otro ejemplo es el cambio de uso de la moneda en papel respaldado con el patrón oro a la moneda digital (bitcoin). Los testimonios, las ideas y las actitudes quedan resguardados en bites de información que son susceptibles de ser borrados o alterados. En este orden de ideas, lo que está en discusión son varias cosas. Primero, la necesidad de establecer parámetros éticos y morales para el tratamiento de la información electrónica en los estudios históricos.

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La tecnología es muy útil, pero no está revestida de un sentido ético. Segundo, cómo andar el paso de lo efímero a lo permanente. Es decir, el impacto de un mensaje pasajero en Twitter que genera en la impronta de quien lo revisa, un dato o actitud permanente, pero el mensaje que origina ese cambio de actitud puede desaparecer a los pocos minutos de haber sido mostrado en los medios. Esto puede influir en la forma de pensar y de actuar de quien lo observa, a pesar de que la información no permanezca en el tiempo. Y esto precisamente es lo que elimina elementos de su referencia en un estudio histórico. Tercero, como historiadora me pregunto quién es el verdadero poseedor o protagonista de la “historia”.

Las personas quienes viven el hecho, o quien publica su actuar en un mensaje efímero en Facebook, TikTok, Instagram, Snapchat o cualquier otra app (abreviatura de application en inglés) que en la mayoría de las ocasiones no está pensado para permanecer, pero si para determinar actitudes en las personas. Cuarto, es necesario cuestionarnos la validez de la información que se consulta y que puede ser utilizada para la construcción de la memoria del hombre en sociedad. Finalmente, pero no por ello menos importante, es necesario reflexionar sobre la manera en que el los acervos documentales (impresos y digitales) se están construyendo y preservando, y que eventualmente serán consultados por los historiadores del futuro. Pues preservar la memoria de un pueblo sirve para la construcción de su identidad y genera prosperidad e inclusión en la colectividad.

La invitación entonces es continuar reflexionando no solamente sobre los retos y opciones disponibles para la elaboración de los estudios históricos, sino también a evidenciar la necesidad de una reflexión conceptual que otorgue nuevos elementos y posibilidades de explicación para la escritura de la historia y preservación del patrimonio documental y de la memoria. Es ingenuo especular hasta dónde nos puede llevar esta discusión, pero es lo mismo si nos quedamos paralizados. El rumbo que tomen los estudios históricos estará determinado por la capacidad que desarrollemos para la creación de nuevos conceptos para incentivar todo el potencial de los estudios históricos y de aquellos que continúen en esta profesión. Los desafíos son enormes, pero también nuestras oportunidades. Lo mas importante es ser conscientes de las nuevas situaciones y generar esta compresión en un mundo totalmente interconectado. 

1 Programa historia /El Colegio de San Luis / Contacto: adriana.corral@colsan.edu.mx