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Rafael Bojalil: Vivimos en la ciencia mexicana una guerra sucia sin precedente

En entrevista, el investigador de la UAM y ex funcionario de Conacyt este sexenio, relata cómo fue su paso por la dependencia y cómo visualiza el panorama de la dependencia y el sector actualmente

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Conacyt ha acumulado conflictos con diversos sectores de la comunidad científica a lo largo del sexenio.

Conacyt ha acumulado conflictos con diversos sectores de la comunidad científica a lo largo del sexenio.

Adrián Contreras

Rafael Bojalil Parra es biomédico y profesor-investigador en la UAM Xochimilco. En los últimos años, ha realizado investigaciones sobre la inflamación en enfermedades crónico-degenerativas, específicamente en enfermedades de corazón y en enfermedades autoinmunes, que lleva a cabo en colaboración con el Instituto Nacional de Cardiología.

En 2018, el científico incursionó en el área administrativa del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) como director Adjunto de Planeación y Evaluación, cargo que ocupó sólo por tres meses. Los motivos de su renuncia fueron expuestos por el científico en el artículo “Conacyt: sin contrapesos”, publicado el 12 de marzo en el diario “Reforma”.

Antes y después de haber hecho públicos los motivos de su renuncia, Bojalil presenció de primera mano la actitud autoritaria de la nueva directora de la dependencia, Elena Álvarez-Buylla, relata en entrevista.

La respuesta indirecta contra la disidencia y la exposición fueron amenazas publicadas por Ernesto Villanueva en “Proceso” y la descalificación de Álvarez-Buylla: “son rumores (…) opiniones sin fundamento”. El pináculo de esa actitud ante la comunidad científica llegó, hasta el momento, con la denuncia presentada con la FGR contra ex funcionarios y trabajadores de Conacyt y el Foro Consultivo Científico y Tecnológico (FCCyT), motivo de esta entrevista.

“Los científicos que estamos levantando la voz por supuesto que estamos asustados porque no sabemos de dónde provendrá el próximo golpe"

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“La denuncia y persecución de científicos y ex trabajadores del Conacyt y FCCyT es una manifestación de un gravísimo peligro que vivimos en este momento como sociedad en general”, apunta el también médico. “Queda claro que en el gobierno hay rudos y técnicos, y esta es una ofensiva de una de las rudas: Elena Álvarez-Buylla, quien, desde el inicio de su gestión, ha buscado apropiarse por completo del aparato científico nacional”.

En el camino hacia esta centralización, agrega, el FCCyT resultaba un estorbo, por lo que la directora empleó el poder del Estado y su vínculo cercano con el fiscal Alejandro Gertz para amedrentar y dañar a los científicos que estorban y que ella misma ha adoptado como sus enemigos. “Son signos muy ominosos y si dejamos que sigan sucediendo pagaremos consecuencias a muy largo plazo. De hecho, ya será muy difícil revertir el daño que está haciendo a la ciencia del país”.

–Se avizoraba una agenda contra transgénicos, pero también vino una política de centralización.

– La primera era clara y cada quien puede tener una visión diferente, el problema es cuando eso genera políticas que afectan al país y a las personas. Por ejemplo, una de las primeras decisiones que tomó Álvarez-Buylla fue correr con amenazas a la directora del CICY, Beatriz Xoconostle, ¿por qué? A estas alturas queda claro: por ese talante autoritario y las diferencias que tuvo con ella, quien está a favor de los transgénicos. Renunció al CICY por acusaciones que involucraban a la Función Pública, lo cual no se confirmó después.

Desde el principio de su administración se observaba cómo imponía su propia visión, agrega, no en términos del desarrollo de la ciencia, sino de qué sí y qué no se debe de trabajar. El ejemplo más claro son los Programas Nacionales Estratégicos (Pronaces), “cuyos temas ella los decidió en su escritorio, así como quienes los iba a dirigir (…). Adicionalmente, en el nuevo reglamento del SNI, si uno no trabaja en uno de los Pronaces corre el riesgo no sólo de no obtener el nombramiento del Sistema, sino hasta de perderlo”.

Después vino también la propuesta de Ley General de Humanidades, Ciencia, Tecnología e Innovación, que busca concentrar “absolutamente todo el dinero que invierte la federación en ciencia y tecnología, cuando que hoy sólo maneja poco menos de la tercera parte. Ella quiere el 100 por ciento, por lo tanto, el control total de los temas, de las plazas y de los proyectos que se lleven a cabo con el dinero del sector”.

Como lo ha mencionado en diversos foros, lo anterior implica también un golpe a la autonomía universitaria porque significa quitarle a la SEP los recursos de la federación para hacer investigación y otorgárselos a Conacyt. Esos recursos son empleados de manera autónoma por las universidades para hacer investigación en los temas y áreas que consideren pertinentes.

“Esta es una centralización peligrosísima en términos de concentración de todo el dinero, poder y temas por investigar en Conacyt. La ciencia deja de cumplir su propósito cuando es por encargo, es decir, el Estado quiere que trabajes en esto y no hay más”. Bojalil escribió un artículo al respecto llamado “Fábricas de Ciencia” en Milenio.

–¿Es ocioso decir que tema de la Ley General de ciencia está vinculado con lo que sucedió con las denuncias y el FCCyT?

–No es ocioso de ninguna manera, fijémonos en el contexto en el que se desarrolla: muy pronto entrará la discusión la propuesta de ley, no sabemos por qué Cámara. Pero lo interpreto como una amenaza: todos aquellos que pretendan hablar mal contra esa ley pueden ser perseguidos. Los científicos que estamos levantando la voz por supuesto que estamos asustados porque no sabemos de dónde provendrá el próximo golpe a la comunidad, ya vimos que son capaces de inventar delitos graves y de utilizar el aparato del Estado –creado para combatir criminales peligrosos– para amedrentarnos. Jamás nos imaginamos que algo así pudiera suceder y se amedrentara a los científicos que no son del agrado de la directora de Conacyt. Así o más claro, se trata de una guerra sucia sin precedente en la historia de la ciencia en México. Sabemos de precedentes en otros países, como Lysenko, cuyos detractores terminaban en Siberia, encarcelados o exiliados. Es el Lysenkoísmo aplicado a México”.

–¿Cómo vio todo al interior de Conacyt mientras se desempeñó como director adjunto?

–Estuve en el equipo Conacyt que tomó posesión en diciembre de 2018, pero estuve en toda la etapa de transición y preparación desde julio. Te digo lo del miedo de los científicos porque lo viví. Renuncié, consciente del talante autoritario de la directora general, y decidí, bajo un riesgo bastante alto, escribir las razones de mi denuncia en un artículo de “Reforma”, después del cual recibí amenazas de meterme a la cárcel en un artículo público escrito en “Proceso” por un abogado del Instituto de Investigaciones Jurídicas muy cercano a Álvarez-Buylla –el mismo que presidió el comité ad hoc que aceptó al Fiscal como SNI 3. Se quedó en amenaza, pero es muy preocupante leer una amenaza a través de un medio.

Bojalil formó parte del equipo de transición y trabajó como director adjunto tres meses más, para entonces “me di cuenta del ambiente terrible que genera una persona autoritaria y que no escucha. Llegué a Conacyt porque creía realmente en la necesidad de un cambio, pensaba que se podían hacer mejor las cosas, colaborar para un mejor país, pero resultó todo lo opuesto; comencé a ver lo que describo en mi artículo de Reforma”.

En el artículo relata que su oficina estaba a cargo de realizar la propuesta sobre ciencia y tecnología para el Plan Nacional de Desarrollo, el cual elaboró junto con la UNAM, el Instituto Mora y otras direcciones adjuntas. “Se lo presentamos a la directora general, primero lo aceptó y después de un fin de semana, frente a mí lo tiró del escritorio al piso diciendo ‘esto es basura’”. Acto seguido, elaboró una nueva propuesta en un par de días, que no entregó a tiempo a la SHCP.

“No se hizo con tiempo ni buscando el consenso con nadie, dentro y fuera de Conacyt. Al ver eso, dije, no tengo nada qué hacer aquí. Mi trabajo como director adjunto no tenía sentido si la directora general no lo aprecia y respeta. En ese contexto me voy, pero sabiendo que no se podía trabajar en una institución cuya dirección ni siquiera había tenido una reunión con los directores adjuntos”.

–Esa falta de comunicación y representación se repite con amplios sectores de la comunidad científica. ¿Rompió su interlocución entre ésta y el Estado?

–Nunca la hubo. Ella representa al Estado y nunca representó a la comunidad científica.