Generalmente es fácil distinguir entre un dolor físico y uno psicológico, que no encuentra su origen en un golpe, una herida o un malestar en el cuerpo. Esta segunda categoría recibe el nombre de dolor social.
El dolor social lo sentimos al perder a un ser querido; cuando nos tratan injustamente y percibimos que estamos siendo excluidos; o se manifiesta después de vivir un evento traumático que afecta nuestra vida y hace que perdamos lo que dábamos por sentado.
Los psicólogos son quienes están involucrados en el fenómeno del dolor social, comenta Benjamín Domínguez-Trejo, de la Facultad de Psicología de la UNAM.
Uno de los hallazgos más relevantes ha sido que las áreas del cerebro que se activan cuando alguien tiene dolor físico y las que se activan al tener dolor social son casi las mismas, comenta el doctor en Psicología General Experimental.
INVESTIGACIÓN Y ACOMPAÑAMIENTO
Una de las líneas de investigación del doctor Domínguez se enfoca en clarificar la contribución de lo social en el tratamiento de las enfermedades. Su equipo está en contacto con el grupo de autoayuda “Ave Fénix”, creado por la doctora Patricia Cortés Esteban, en el Servicio de Oncología del hospital “20 de noviembre” del ISSSTE.
Está conformado por 65 mujeres y un hombre sobrevivientes de cáncer de mama. “Cuando a una persona le diagnostican cáncer, se puede percibir como una situación de pérdida y desasosiego. Desaparece una parte preciada de su identidad”.
Asimismo, este equipo ha estudiado los efectos de este tipo de dolor en pacientes con dolor crónico. El abandono familiar o la exclusión derivada de padecer graves enfermedades son desencadenantes del dolor social, que a su vez repercute en la salud general.
El académico también tiene un proyecto para estudiar y apoyar a las personas afectadas por estrés postraumático. Las personas víctimas del terremoto del 2017 en cuestión de minutos se vieron envueltos en el dolor y la incertidumbre; vivieron las pérdidas repentinas de sus seres queridos y hogares.
El grupo de investigación ha trabajado en ayudarles a responder ante el dolor de forma más adaptativa.
El doctor Domínguez y sus colaboradores revisan estos fenómenos cada vez con más precisión tecnológica, clínica y científica. Anteriormente, se realizaban una serie de cuestionarios para determinar qué tan bien y apoyada se sentía una persona.
Ahora han adaptado y en algunos casos diseñado y construido instrumentos que permiten obtener un mayor volumen de datos en poco tiempo, de manera no invasiva. Por ejemplo, utilizan una cámara infrarroja térmica creada enteramente por el equipo. Con esta tecnología, perciben las variaciones de la temperatura de la mano y la cara, que se relacionan con procesos biológicos y psicológicos.
Uno de estos procesos es la respuesta inflamatoria, que se activa cuando nuestro sistema inmunológico detecta una agresión. Puede ser desde un virus hasta una situación de amenaza social.
Por ejemplo, la mayoría de las personas cuando piensan en sus deudas aumenta el estrés. El estrés produce muchos cambios, como bajar la temperatura periférica. En cambio, cuando piensan en una persona que les inspira confianza, la temperatura sube y el sistema inmunológico baja la actividad inflamatoria.
Nuestro cuerpo puede responder de esa manera gracias a la modulación emocional, mecanismos adaptativos ante las amenazas.
Estas respuestas se pueden mejorar con el tiempo; aunque hay factores que la condicionan. El doctor Domínguez y su equipo han encontrado grandes diferencias de género arrojadas por el primer mapa térmico facial de población mexicana.
Las mujeres mostraron mayores incrementos de temperatura en la cara. Específicamente, los cambios se muestran en la nariz, que por una serie de razones anatómicas, genéticas y evolutivas, es por ahora el termómetro más preciso de nuestro estado emocional.
“Una explicación detrás de la diferencia de género, que no es la única, es que ellas practican desde muy temprana edad la capacidad de detectar cambios sutiles que producen todo el tiempo bajo su piel”, explica el investigador. Por ejemplo, las mujeres están pendientes de su menstruación desde los 13 o 14 años.
Esa habilidad se extiende a otras áreas, no solo hormonales; también hacia los cambios digestivos, de la frecuencia cardiaca y emocionales. Técnicamente la llamamos interocepción.
HERRAMIENTAS DE RESILIENCIA
La psicología puede contribuir a preservar la modulación emocional de las personas. Son habilidades de termorregulación que se pueden practicar y dominar. Entre las técnicas que se usan, “la primera, la más sencilla y la más conocida es la modulación de la frecuencia respiratoria”, señala Domínguez-Trejo.
Practicar la respiración diafragmática es la puerta de entrada para producir cambios todavía más sofisticados. A su vez, la modulación emocional es vital para que las personas puedan convivir y a veces, superar su dolor físico y social.
Asimismo, el apoyo social es un punto que marca diferencias. No sólo es fundamental en situaciones de enfermedad; también lo es para sobrellevar otro tipo de experiencias dolorosas. Este es otro de los hallazgos. “Percibir o no el apoyo social se traduce en una serie de ventajas o desventajas”, puntualiza el doctor.
Sentirse acompañado permite transitar de un estado en el que la persona piensa que está sola, a una condición en la que puede ver que hay alguien a su lado que la entiende al estar compartiendo lo mismo.
*Colaboración de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM
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