Academia

“Los sonidos de la primavera: homenaje a Rachel Carson”, de Antonio Lazcano

Texto de la conferencia inaugural de la Noche de las Ideas, realizado por el IFAL y dedicado al tema “Sobriedad: repensar la vida y el bienestar en un mundo finito”

premio crónica

A consecuencia del cáncer, Rachel Carson falleció en 1964, dos años después de haber publicado “La primavera silenciosa”.

A consecuencia del cáncer, Rachel Carson falleció en 1964, dos años después de haber publicado “La primavera silenciosa”.

AlfredEisenstaedt/TheLIFECollection

¿Además del talento de los creadores, que hay atrás de obras maestras como las fotografías de Dorothea Lange y las novelas de John Steinbeck? Como resultado de una sequía de una intensidad nunca vista que comenzó en 1930 y que se fue prolongando cada vez mas, los pobladores de las llanuras del Suroeste estadounidense comenzaron a ver con alarma como la falta de agua malograba sus cosechas de trigo, mataba de sed a sus animales y los suelos de sus granjas eran arrastrados por vendavales cada vez mas intensos. Durante diez años las grandes tormentas de polvo del llamado Dust Bowl despoblaron las planicies de Nuevo México, Texas, Oklahoma, Kansas, Montana, las dos Dakotas, y dieron origen a uno de los grandes éxodos del siglo XX. ¿Cómo traducir al español o al francés la expresión Dust Bowl para que conserve la fuerza que tiene en inglés la descripción de la transformación de una próspera zona agrícola en una inmensa llanura despoblada en donde los vientos obscurecían el cielo, secaban los pulmones, marchitaban la tierra y quemaban la piel matando a miles y miles de personas?

Una parcela antes de ser engullida por la arena, alrededor de los años 30 en EU.

Una granja a punto de ser engullida por una tormenta de arena, alrededor de los años 30 en EU.

Corbis via Getty Images

Los pequeños agricultores empacaron sus bienes y abandonaron las praderas para desplazarse hacia el oeste, sólo para descubrir al llegar a California que el exceso de oferta había abatido el precio de la mano de obra. “El mercado es un mecanismo eficaz”, escribió Octavio Paz en 1990, “pero como todos los mecanismos no tiene conciencia y tampoco misericordia”. Una imagen dice más que mil palabras, y esa falta de misericordia se refleja en la extraordinaria serie de fotografías de la estadounidense Dorothea Lange, que capturó uno de los testimonios más intensos y perdurables de esa década trágica. Ninguna fotografía posee una belleza tan terrible y estrujante como la que tituló “Madre migrante”, una de las imágenes más perturbadoras y extraordinarias que jamás se hayan hecho. Una mujer de piel enjuta, expulsada de su hogar junto con sus hijos por el polvo, la sequía y la pobreza, se asoma a un porvenir incierto con la intensidad de una Madonna doliente. “No soy más que un dolor cubierto de piel”, escribió John Steinbeck en su extraordinaria novela “Las viñas de la ira”, publicada en 1939. Al igual que la mujer de la fotografía, los personajes de Steinbeck dejan Oklahoma huyendo del polvo y la sequía y emigran a California, donde descubrieron que la voracidad de los bancos los ha convertido en extraños en su propio país. “En los ojos de los hambrientos hay una ira que va creciendo”, escribió Steinbeck. “En sus almas las uvas de la ira van desarrollándose y creciendo, y algún día llegará la vendimia”. En estos tiempos de grandes inmigraciones las obras de Lange y Steinbeck adquieren una vigencia dolorosa, y nos obligan a recordar a los muertos del incendio de Ciudad Juárez y a la mezcla de desdén y maltrato con la que recibimos a quienes llegan a nuestro país huyendo de la violencia, la represión y la pobreza.

“Madre migrante”, de Dorothea Lange.

“Madre migrante”, de Dorothea Lange.

Comprendemos muy bien el origen de la tragedia colectiva registrada en las fotografías de Dorothea Lange y en el relato de John Steinbeck. La crisis agrícola y social comenzó en 1929 con la caída de la bolsa de valores de Wall Street, que marcó el inicio de la Gran Depresión, y se intensificó un año mas tarde con las grandes sequías que de manera sorpresiva comenzaron a azotar el suroeste de los EEUU. Las grandes llanuras no resistieron las prácticas agrícolas intensivas y mal diseñadas. La creciente demanda del mercado por trigo provocó que los habitantes de la zona abandonaran la ganadería y comenzaran a practicar el cultivo de los cereales a gran escala, desplazando a las gramíneas endémicas cuyo pasado evolutivo les permitía tolerar la falta de agua y fijar el suelo. Al fracasar las cosechas de trigo por la sequía, el suelo seco y desnudo fue rápidamente arrastrado por el viento y se convirtió en nubarrones que arrasaban con todo.

Las sequías no son raras. El arte rupestre del Sahara es un testimonio extraordinario de un ambiente húmedo donde manadas de elefantes, jirafas, hipopótamos y antílopes recorrían grandes pastizales y humedales. Sin embargo, hace unos cinco mil años comenzó una época de secas de proporciones catastróficas que modificó el paisaje y llevó al despoblamiento de los grandes mamíferos. También favoreció que poblaciones de mosquitos transmisores de virus como el de la fiebre amarilla y el paludismo, que antes proliferaban en los humedales, se adaptaran a los reservorios de agua de los poblados humanos y se acostumbraran a la sangre humana. No podemos atribuir todas las grandes tragedias ambientales y las pérdidas masivas de biodiversidad a la actividad humana, pero la realidad es terca. En un mundo cada vez mas empequeñecido por la globalización, todo desastre ecológico es una tragedia individual y colectiva. La catástrofe retratada en las obras de Dorothea Lange y de John de Steinbeck resultó de la combinación letal de fenómenos naturales con el desconocimiento sobre el manejo de los ecosistemas.

Bienestar humano

Antonio Lazcano es miembro de El Colegio Nacional.
"La prosperidad de una nación no se puede medir sólo por el producto interno bruto, sino que debe considerar los derechos humanos, el bienestar social y la relación con el medio ambiente. Ello trae consigo un compromiso político que no podemos ignorar"Antonio Lazcano

Empobrecida por los efectos devastadores de la Gran Depresión, en 1935 Rachel Carson, una joven de 28 años que combinaba su enorme talento literario con un profundo interés en la oceanografía, se vio obligada a abandonar sus estudios universitarios para sostener su familia, que estaba formada por su madre anciana, una hermana con problemas de salud y dos sobrinas. Tuvo la buena suerte de encontrar un empleo como limnóloga en el departamento de pesquerías de los EEUU, donde combinó el trabajo de campo con la escritura de folletos y guiones para la radio sobre el mar. Amaba el océano y sus criaturas, pero –como hizo notar recientemente Rebecca Giggs– no era buena nadadora y la única vez que buceó, su fascinación científica y estética estuvo acompañada de una incomodidad física y emocional. Cronológicamente pertenece a una de las generaciones más notables de escritores estadounidenses que incluye a William Faulkner, Lillian Hellman, Henry Miller, Truman Capote, Mary McCarthy y muchos mas, pero Rachel Carson se inclinó por el ensayo científico como lo muestra su espléndida trilogía sobre los océanos y las criaturas submarinas, donde el ritmo de su narrativa y el uso preciso de analogías y metáforas alcanzó niveles casi poéticos.

Las dimensiones de los océanos nos hacen creer que son infinitos. No lo son, como lo comprendió rápidamente Rachel Carson, que subrayó en forma pionera los daños provocados por la contaminación y la sobrexplotación. Desde 1944, percibió los riesgos del DDT, cuyo uso se popularizó en forma desmedida al terminar la Segunda Guerra Mundial, pero los editores no aceptaron sus propuestas de escribir sobre los riesgos de los insecticidas. Las sospechas de Rachel Carson se reavivaron en 1958 al recibir la carta de un amigo que se lamentaba de la muerte de gaviotas, arrendajos, oropéndolas y otras aves de Cape Cod, provocada por el uso desmedido de grandes cantidades de DDT. Al igual que otros compuestos organoclorados, el DDT fue sintetizado desde el siglo XIX, pero sus propiedades insecticidas no fueron descubiertas hasta 1939, y su uso en hospitales, campamentos y cuarteles durante la guerra permitió salvar miles de vidas. Como lo ha señalado la American Chemical Society, al terminar la guerra el uso del DDT comenzó ser promovido comercialmente con tal eficacia que su producción industrial aumentó en los EEUU de 4,366 toneladas en 1944 a más de 80 mil toneladas en 1963.

Los libros de la científica tuvieron una gran influencia, principalmente

Los libros de la científica tuvieron una gran influencia, principalmente "La primavera silenciosa".

A lo largo de cuatro años Rachel Carson fue recopilando en forma meticulosa datos sobre las propiedades químicas y los efectos biológicos del DDT, un compuesto liposoluble que se acumula en los tejidos de animales, provocando no sólo la muerte de plagas, sino también de insectos útiles como las abejas y otros polinizadores, matando por igual vertebrados e invertebrados, acumulándose en el suelo, en lagos y ríos que arrastraban la substancia al mar, donde se incorporaban a las cadenas alimenticias, provocando efectos letales que se prologaban a lo largo de días, semanas y meses, envenenando el ambiente y provocando cánceres y daños genéticos en niños y adultos. Siempre dispuesta a aprender de otros, Carson revisó cientos de artículos científicos y entrevistó a ecólogos, médicos, edafólogos, oceanógrafos y biólogos marinos.

Armada con todo ese material publicó partes de su manuscrito en “The New Yorker” y, finalmente, le dio forma de libro. Eran tiempos de protesta y contracultura y la sociedad estadounidense vio surgir movimientos antisistema, como las protestas en contra de la guerra de Vietnam, la lucha por los derechos civiles y el movimiento feminista. En abril de 1962 Linus Pauling marchó acompañado de muchos científicos frente a la Casa Blanca para exigir el fin de los ensayos nucleares, meses más tarde Rachel Carson publicó su libro “La primavera silenciosa”, cuyo título parece un verso de un poema en defensa del medio ambiente.

"La primavera silenciosa" se publicó en 1962.

El impacto de “La primavera silenciosa” fue extraordinario y representa el punto de partida los movimientos ambientalistas en los EEUU, como lo ha reconocido la American Chemical Society, que al principio dio cabida a críticas feroces en contra de Rachel Carson. Un mes después de haber aparecido “La primavera silenciosa”, William J. Darby, uno de los grandes expertos en nutrición, publicó en “Chemical & Engineering News” una reseña virulenta titulada “Silencio, Srita. Carson”, donde con una saña extraordinaria la criticaba por “no adoptar los puntos de vista de científicos responsables y dotados de una perspectiva intelectual sólida”, y sugería que la obra de Carson fuera ignorada por políticos y líderes académicos. El gran capital reaccionó con un encono extraordinario. Muy pronto los ataques se multiplicaron acusándola de ser una solterona amargada y rodeada de gatos, sin grandes grados académicos y alejada de toda actividad científica. La valentía, serenidad e inteligencia de sus respuestas siguen siendo admirables. Nunca se arredró y el interés de científicos cercanos al Presidente John F. Kennedy hizo que apenas un año después de haberse publicado el libro, el volumen se convirtiera en la base para la regulación de la producción y el uso de pesticidas y la protección del medio ambiente.

Rachel Carson testificando ante un subcomité del Senado sobre pesticidas.

Rachel Carson testificando ante un subcomité del Senado sobre pesticidas.

Víctima de un cáncer agresivo, Rachel Carson falleció en 1964, apenas dos años después de haber publicado su libro. Nunca buscó prohibir en forma histérica el uso de insecticidas y el desarrollo de agroquímicos, sino que recomendaba estrategias para evaluar sus riesgos y ventajas, buscando alternativas biológicas no dañinas para el ambiente. Nunca se opuso al desarrollo científico, sino que fue una mujer empeñada en promover el estudio y la aplicación de un conocimiento al servicio de la sociedad y no de los intereses del mercado. La recuerdo ahora porque me sigue sorprendiendo que su figura no haya sido recuperada en México por los grupos feministas y los movimientos de defensa del medio ambiente, sobre todo ahora cuando su actitud mesurada y comprometida sirve como ejemplo para acercarnos a problemas como el cambio climático y el uso y abuso de los antibióticos.

La revista

La revista "Time" considera a Rachel Carson como una de las 100 científicas más influyentes de la historia.

Time

“Las sociedades democráticas desarrolladas han alcanzado una prosperidad envidiable”, afirmó Octavio Paz en 1990 al recibir el Premio Nobel, “asimismo, son islas de abundancia en el océano de la miseria universal. El tema del mercado tiene una relación muy estrecha con el deterioro del medio ambiente. La contaminación no sólo infesta al aire, a los ríos y a los bosques sino a las almas. Una sociedad poseída por el frenesí de producir más para consumir más tiende a convertir las ideas, los sentimientos, el arte, el amor, la amistad y las personas mismas en objetos de consumo. Todo se vuelve cosa que se compra, se usa y se tira al basurero. Ninguna sociedad había producido tantos desechos como la nuestra. Desechos materiales y morales”.

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Cada vez entendemos mejor que los excesos de la sociedad de consumo no pueden continuar en forma indefinida y que la mesura y la sobriedad deben guiarnos en la protección de los recursos naturales. El mundo y sus riquezas no son infinitas ni en el tiempo ni en el espacio. La prosperidad de una nación no se puede medir sólo por el producto interno bruto, sino que debe considerar los derechos humanos, el bienestar social y la relación con el medio ambiente. Ello trae consigo un compromiso político que no podemos ignorar. Por ello, en este homenaje a la obra de una mujer extraordinaria, quisiera concluir recordando a las decenas de defensores anónimos del ambiente que en muchos países en desarrollo han sido asesinados por oponerse a la tala de los bosques, al tráfico de especies, a la pérdida de la biodiversidad, a los grandes proyectos mineros o turísticos. No podemos permitir que el silencio y el olvido sean las lápidas que cubran sus tumbas.

*Miembro de El Colegio Nacional y profesor de la Facultad de Ciencias de la UNAM

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