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Nord-Stream 2, el arma de doble filo que puede llevar a Putin a la victoria o hundirlo

Alemania lleva diez años construyendo un gasoducto que lo conecta por mar con Rusia. En medio de la crisis, Berlín se ha mostrado prudente por su dependencia del gas ruso, pero aún así amenaza con matar el proyecto

crisis rusia-occidente

Entre otros, Angela Merkel (centro-izq.) y el expresidente ruso Dmitri Medvedev (centro-der.), títere de Putin, inauguran el Nord-Stream 1 en 2011.

Prensa del Kremlin

Occidente y Rusia viven el que es probablemente el mayor momento de tensión desde la Guerra Fría. Ni siquiera cuando el presidente ruso, Vladímir Putin, decidió anexionarse la península ucraniana de Crimea en 2014 la tensión fue tan alta. De hecho, probablemente es el recuerdo de aquél episodio, que tomó un poco por sorpresa a Washington y Europa, lo que ha disparado las alarmas ante la acumulación de tropas rusas junto a la frontera ucraniana.

Pero en medio de la escalada de tensiones, en que EU y Rusia se acusan mutuamente de sostener la culpa de lo que ocurra mientras insisten en que no quieren guerra, Europa juega un papel complicado.

Por un lado, casi todo el continente, sobre todo en su parte Occidental -es decir, rica- forma parte de la OTAN, la alianza militar fundada para combatir a la Unión Soviética y que ahora sigue amenazando a Moscú desde la distancia. Esto prácticamente obliga a los y las líderes europeas a ir de la mano del presidente estadunidense, Joe Biden.

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Sin embargo, por otra parte, el llamado viejo continente sufre una gran dependencia del gas ruso, que calienta los hogares de buena parte del norte y este de Europa, En total, el 41 por ciento del gas que consume el continente procede de Rusia. Y estamos precisamente en invierno. Esto, sumado a que estamos en el momento más frío del año y que continente arrastra meses de subidas de precios de la factura de la luz, hace que la presión y los riesgos sean dobles para estos países.

LA TENAZA RUSO-ESTADUNIDENSE

Especialmente paradigmático es el caso de Alemania. El nuevo primer ministro, el socialdemócrata Olaf Scholz, se ha mostrado algo más beligerante ante Moscú que su predecesora, Angela Merkel, pero aún así ha sido de los líderes europeos menos vocales a la hora de advertir a Putin sobre las consecuencias que tendría que invadiera Ucrania. Y es que en el caso de Alemania ese 41 por ciento general del consumo europeo de gas ruso se dispara hasta el 55 por ciento, según confirmó recientemente el secretarioo de Economía del país, Robert Habeck.

La presión de la crisis sobre el consumo energético de los países del sur de Europa ha sido mucho menor; por ejemplo, solo el 10.5 por ciento del gas que consume España procede de Rusia, según datos de julio de 2021 de la Corporación de Reservas Estratégicas española (Cores). En cambio, el país ibérico se abastece principalmente (44.9 por ciento) de gas de Argelia, lo que ha permitido a su presidente, Pedro Sánchez, sumarse a las voces más duras contra Putin.

EL CORDÓN UMBILICAL BERLÍN-MOSCÚ

La dependencia alemana del gas ruso no es nuevo. Por ello, ya en un lejano 2005 el presidente Putin firmó con el entonces canciller germano Gerhard Schröder un acuerdo de titánicas dimensiones para construir dos mega gasoductos que conectarían a ambos países.

El primero fue el Nord-Stream 1, que conecta a los países a través del mar Báltico y es la principal forma de transporte de gas de un extremo a otro, pero no era suficiente, y desde el principio se planeó el Nord-Stream 2, un gasoducto que completaría la conexión.

Mapa del recorrido del gasoducto Nord-Stream 2

Nord-Stream / El País

La dificultad técnica del proyecto, debido a que ningún otro país saldría directamente beneficiado de él, ha hecho que tomara mucho más tiempo completarlo. El Nord-Stream 1 empezó a operar en 2011, mientras que el 2 se acabó de construir en septiembre de 2021, pero aún no se ha estrenado.

Rusia insistió el 29 de diciembre pasado en que el gasoducto está “listo para funcionar” y aseguró que ya está lleno de gas, pero las tensiones han retrasado la apertura. De hecho, ahora este ducto puede ser un arma que utilicen ambos gobiernos para tensar aún más la cuerda, aunque los conecta de forma casi irremediable.

Berlín ha alertado que una invasión rusa en Ucrania mataría casi de forma inmediata y definitiva el proyecto. La secretaria de Exteriores alemana, Annalena Baerbock, aseguró al parlamento germano que, en caso de una agresión rusa contra Ucrania, "tenemos a disposición una gama de respuestas que incluyen a Nord-Stream 2". Más claro, el agua.

El golpe sería durísimo para Rusia -y a la empresa Gazprom, concesionaria de todo el gasoducto-, pero también para Berlin, que ha dedicado muchos esfuerzos al ducto para garantizarse un suministro estable y duradero.

En un inicio, la Unión Europea respaldó el proyecto, pero la situación cambió rápidamente cuando Gazprom cortó el suministro de gas a Ucrania por unos impagos. Eso fue en 2005, cuando el Nord-Stream 1 ni echaba a andar. Visto lo que Gazprom era capaz de hacer con Kiev, La UE temió que le ocurriera lo mismo a cualquier otro país europeo. Las cosas se advertían complicadas.

Estas tensiones llevaron a que, finalmente, Alemania acordara con Estados Unidos que el Nord-Stream 2 no funcionará si Moscú ataca a Kiev, algo que confirmó recientemente el canciller Scholz.

Además de Scholz y Baerbock, otras figuras del gobierno y el legislativo germanos han respaldado usar el gasoducto como arma diplomática. La presidenta de la Comisión de Defensa del parlamento, Marie-Agner Strack Zimmermann, dijo el viernes a la televisión pública alemana que el gasoducto seguirá sin funcionar mientras haya peligro de guerra en Ucrania.

¿QUIÉN TIENE MAYOR NECESIDAD?

Pese a la dependencia alemana del gas ruso, puede que el Nord-Stream 2 no sea tan imprescindible para Berlín. Las declaraciones de los y las líderes del país se explicarían no solo por la presión que Bruselas, EU y la alianza de la OTAN hacen sobre uno de los gobiernos más poderosos y autónomos del mundo, sino que habría otra explicación: Un futuro desalentador para la industria.

Y es que el futuro parece ser verde, y el gas podría empezar a contar sus últimas décadas como fuente de energía importante para muchos países. El enorme proyecto tenía sentido en 2005, pero a medida que Alemania y Europa en general se han ido erigiendo en líderes de la lucha climática, el Nord-Stream 2 amenaza cada vez más en convertirse en una peidra en el zapato.

Trabajadores festejan la compleción de la construcción del gasoducto Nord-Stream 2, el 6 de septiembre de 2021.

Nord-Stream 2 / Axel Schmidt

La experta en energía del Instituto de Estudios Alemanes de Berlín (DIW), Claudia Kemfert, explicó a medios alemanas, y citada por la agencia Efe, que el proyecto no es económicamente razonable porque a mediano plazo habrá un descenso de la demanda de gas por el avance de las energías renovables.

"Nuestros estudios muestran que si se quieren alcanzar las metas de protección del clima la necesitad de gas se reducirá. El gasoducto es innecesario desde el punto de vista económico", dijo Kemfert.

En paralelo, EU y Europa llevan semanas ya trabajando para buscar alternativas al suministro de gas ruso. El principal candidato es Qatar, lo que podría dar más razones aún a Berlín para dar el paso.

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Entre tanto, Alemania sigue teniendo en funcionamiento el Nord-Stream 1 y, aunque sin duda Moscú podría tratar de bloquearlo en caso de que el conflicto estallara del todo, la pregunta es: ¿Lo hará?

La economía rusa lleva años atravesando graves dificultades, con una fuerte depreciación del rublo, debido en parte a las sanciones de Occidente. Estas sanciones se multiplicarían en caso de que Putin decida atacar a Ucrania. Por ahora, el mandatario ruso mantiene el control férreo de las instituciones y la sociedad rusa, pero es razonable cuestionarse cuánto más podrán los y las rusas soportar la degradación. Y la cancelación del Nord-Stream 2 y el posible cierre del Nord-Stream 1 podrían llegar a ser el último clavo en el ataúd para la economía rusa.

@marcelsanroma